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Ganó Heine

Madrid. 20/6/17. Teatro de la Zarzuela. XXIII Ciclo de lied. Obras de Schubert, Beethoven y Mendelssohn. Luca Pisaroni, bajo-barítono. Maciej Pikulski, piano.

Dicen que solemos permitir que un mal recuerdo enmascare uno bueno. No sé la base que tiene esta teoría ni su alcance, pero vamos a desmentirla con un caso práctico: el primer Schubert que escuchamos el pasado martes en el Teatro de la Zarzuela estuvo regular, pero escuchamos pocos minutos después un Mendelssohn tan precioso que en ese momento decidí que había merecido la pena el viaje, pasara lo que pasara después (si me permiten la nota autobiográfica, llegar al teatro me lleva unas cuantas horas de tren).  Y lo que pasó después no estuvo nada mal; por eso, por si al entrar en materia y en detalles no acabo de explicarme bien, déjenme que les diga ahora lo bonito que fue el recital de Luca Pisaroni (su presentación en el ciclo de lied) y Maiej Pikulski.

El programa lo formaban lieder de Beethoven, Schubert y Mendelssohn, tres compositores que en algún glorioso momento pudieron estar componiendo canciones a la vez. Desde el punto de vista poético, predominaba Heinrich Heine, con casi la mitad de las canciones; también tuvieron sus bloques los dos puntales de Schubert, Goethe y Mayrhofer, y Beethoven aportaba unos cuantos nombres menos ilustres en el mundo del lied. El primer bloque del recital fue el de Schubert y Mayrhofer que, como apuntaba al principio, fue regular; regular por plano e inexpresivo, regular porque la voz apenas empezó a liberarse en la cuarta y última, Auf der Donau (que, en principio, parecía muy adecuada para la voz del cantante). ¿Quizá eran unas canciones demasiado oscuras para empezar?

En el segundo bloque, dedicado a Beethoven, las cosas cambiaron mucho y a mejor, bastaron unas pocas frases para comprobarlo. Pisaroni (y con él Pikulski, que se había mantenido en segundo plano con Schubert), parecía ahora mucho más cómodo; fue el momento en que surgió el buen intérprete mozartiano que es para dar su apoyo al cantante de lied (intérprete que también dejó entrever, como sucede con otros muchos colegas, algunos detalles excesivamente operísticos). Beethoven no es el compositor más interpretado en los recitales de lied, a veces incluso le tratamos con cierta displicencia, y no es raro que cuando se cante tienda a "schubertizarse", si me permiten y perdonan el palabro. Pisaroni, por el contrario, demostró que dominaba el estilo y disfrutamos de un muy buen Beethoven.

Algo parecido sucedió con Mendelssohn, el luminoso y brillante Mendelssohn, aún menos interpretado que Beethoven. Pisaroni tuvo el acierto de elegir los seis lieder con poemas de Heinrich Heine, entre ellos el célebre Auf Flügeln des Gensanges o uno tan infrecuente como Allnächtlich im Traume seh' ich dich, que solemos escuchar en la versión de Schumann, en su Dichterliebe. Era una selección preciosa y, como les decía al principio, una interpretación también preciosa, tanto en las canciones más narrativas como Neue Liebe y Reiselied, que abrían y cerraban el bloque, como las más intimistas; la breve miniatura Gruss, cantada a media voz, matizada y detallista, fue un regalo. Y como el piano de Pikulski no se quedó atrás, felicidad completa.

Tras la pausa continuamos con Heine, esta vez con Schubert, con sus lieder del Schwanengesang, y Pisaroni se reencontró con el compositor. Si hemos de juzgar por este recital, el Schubert de Pisaroni es más el de personajes, desde Der Atlas hasta el imponente Doppelgänger, muy bien dibujados; el tono misterioso y dramático de este grupo de lieder, además, parecen adecuarse más a su personalidad como cantante, aunque la tesitura le planteara alguna dificultad. Goethe, que cerraba el recital con cinco lieder, perdió la batalla en esta ocasión frente a Heine. La pequeña (o no tan pequeña) lección de filosofía de Grenzen der Menschheit pone en apuros a muchos cantantes y Pisaroni no fue una excepción; tampoco consiguió rematar con la luz necesaria el viaje de Ganymed. En cambio, como ya podíamos intuir por el desarrollo del recital, cantó un estupendo Erlkönig; si lo suyo son las narraciones y los personajes, el angustioso viaje por el bosque (de nuevo muy bien Pikulski) no podía ser menos. Pisaroni diferenció las cuatro voces sin forzarlas y, quizá lo más interesante, retrató un rey de los elfos más seductor que amenazador, una muerte menos cruel con el niño.

Las dos propinas, como el propio cantante dijo, no necesitaban presentación. La primera fue Der Tod und das Mädchen, de nuevo con una muerte definitivamente seductora; la segunda, la eterna An die Musik, nos dejó con la sonrisa en los labios para acabar el recital. Y he aquí cómo el cantante italiano nos ofreció un bonito recital muy alemán.