Traviata ROH 2017 a

 

Muñecas rusas

Londres. 23/07/2017. Royal Opera House. Verdi: La traviata. Ekaterina Bakanova, Atalla Ayan, Nicola Alaimo y otros. Dir. de escena: Richard Eyre. Dir. musical: Maurizio Benini.

De un tiempo a esta parte proliferan las jóvenes sopranos originarias de Rusia o de otros países del Este. Todas ellas comparten, en una otra medida, una figura esbelta y un canto fácil, ciertamente desahogado, aunque muchas veces anónimo y falto de un verdadero remate técnico. Como si fueran réplicas de Anna Netrebko -la primera, la auténtica, la única en fin-, se diría que son como esas muñecas rusas que se esconden una debajo de la anterior, de tal modo que la siguiente es siempre más pequeña que la previa, siendo aquí Netrebko el comienzo de esta singular matrioshka.

El caso de Ekaterina Bakanova (Mednogorsk, 1984) se ajusta bastante bien a lo descrito. El suyo es un canto más natural y fácil que técnicamente asentado y resuelto. La voz que suena fácil, ligera, generalmente cómoda, suficiente aunque nunca tan desahogada como para seducir, lastrada por un instrumento de color anónimo y de proyección un tanto reducida. Al final del primer acto se encaramó al sobreagudo aunque éste no sonó no mucho menos brillante y firme sino caído y tenso. No obstante parece haber cogido la medida al rol de Violetta, que es a buen seguro la parte que más ha cantado hasta la fecha y con la que hizo su entrada en la Royal Opera House de Londres en julio de 2015, cuando reemplazó in extremis a Sonya Yoncheva.

El éxito de aquellas funciones aceleró su vuelta al Covent Garden y de ahí estas funciones de La traviata que nos ocupan, bajo la batuta de Maurizio Benini y en la ya clásica producción de Richard Eyre. No es fácil cantar una Traviata solvente de principio a fin, pero al mismo tiempo este papel requiere algo más que las dotes de una cantante de emisión aseada. Quizá se deba a su juventud, pero lo cierto es que su Traviata no posee aún un magnetismo especial, y no porque ella no se implique y entregue en escena, cosa que hace en todo momento. Habrá que seguir el desarrollo de su trayectoria profesional, aunque algo me dice que el material y la técnica tienen unas limitaciones de partida que marcan ya de antemano el horizonte al que pueda llegar.

También desigual impresión dejó el tenor brasileño Atalla Ayan. Es una lástima que en el agudo pierda solvencia, sonando a veces apretado y opaco, porque el centro es amplio, con buena textura y el fraseo seduce por su buen gusto y su trato minucioso del texto, muy bien articulado.

Traviata ROH 2017 b

 

El cantante más convincente de la velada fue el barítono italiano Nicola Alaimo. A pesar de su juventud, lo tiene todo para firmar un Germont sumamente convincente, planteado desde la elegancia del fraseo, de un legato continuo y con un manejo espléndido de la media voz, buscando siempre la inflexión oportuna en el texto. Si hubiera que ponerle un reparo cabe apuntar que la voz cambia un tanto de color en el agudo con respecto al resto del instrumento, algo que no depende tanto del solista como de su naturaleza vocal.

Maurizio Benini dirigió con personalidad, proponiendo unos tiempos lentos pero bien marcados, dejando espacio a la música para sonar amplia y recrearse, con margen para que los cantantes desarrollasen un fraseo elaborado y de arcos amplios. Seguramente no es fácil seguir unos tiempos tan amplios, pero el resultado fue estupendo. 

La clásica producción del cineasta Richard Eyre, estrenada en 1994 por Sir Georg Solti, fue el punto de inflexión determinante en la carrera de una jovencísima Angela Gheorghiu. Desde entonces casi todas las grandes sopranos que han abordado el rol de Violeta en estos últimos veinte años han protagonizado alguna reposición de esta producción. Ésta es un ejemplo de cómo hacer bien las cosas desde un código literal, muy pegado al libreto, sin necesidad de cargar las tintas con un atrezzo sobrecargado y barroco. Aquí todo resulta natural, elegante y comedido.