Louis Langrée 

Elogio a Lincoln en tiempos de Trump

San Sebastián. 29-30/08/2017. Kursaal, Quincena Musical. Obras de Bernstein, Copland, Adams, Tchaikovsky, Bruch y Dvorak. Cincinnati Symphony Orchestra. Renaud Capuçon, violín. Dir. musical: Louis Langrée.

Tras pasar por el Festival de Edimburgo y los BBC Proms de Londres, en el marco de su gira por Europa, la Cincinnati Symphony Orchestra llegaba a la Quincena Musical de Donostia para protagonizar sus conciertos de clausura. Dos citas en las que el director musical titular del conjunto, el francés Louis Langrée (Mulhouse, 1961) hizo gala de oficio y talento. Langrée llegó a la Sinfónica de Cincinnati en la temporada 2013/2014 y actualmente su contrato en vigor se prolonga hasta 2022. Su entendimiento con la orquesta americana es evidente: la música fluye entre ellos y hay una comunicación fácil e inmediata entre batuta y atriles. Esta era su primera gira conjunta por Europa y al resultado global sólo cabe el calificativo de exitoso. La última vez que la Sinfónica de Cincinnati visitó Europa fue en 2008, entonces con Paavo Järvi como maestro titular.

La orquesta en cuestión tiene un sonido muy apreciable y ciertamente distinto del que tanto escuchamos por nuestras latitudes, donde se imponen el brillo y el metal por encima de todo. Aquí, en cambio, la Sinfónica de Cincinnati ofrece un color más cobrizo, con más claroscuros, más hondo y menos brillante aunque respaldado en todo caso por unos metales infalibles. La Sinfónica de Cincinnati, por cierto, es uno de los conjuntos orquestales decanos de los Estados Unidos. Fue fundada en 1895 y ostenta el honor de haber sido la primera en escucharse por la radio en 1921. El maestro español Jesús López Cobos fue el titular que más tiempo ha estado al frente de la orquesta, entre 1986 y 2001; y hoy en día ostenta la condición de director emérito de la formación.

Los dos programas propuestos en la Quincena mezclaban con buen tino obras sumamente populares (las sinfonías no. 5 de Tchaikovsky y no. 9 de Dvorak) junto a partituras menos conocidas (piezas de Bernstein, Copland y Adams) o menos programadas (el Concierto para violín y orquesta de Bruch). De todo lo expuesto en estas dos veladas, a buen seguro lo más interesante se concentró en la primera parte del primer concierto. Y es que la banda sonora compuesta por Leonard Bernstein para la película On the Waterfront (1954) de Elia Kazan fue todo un hallazgo en manos de la Sinfónica de Cincinnati.

La primera parte de este concierto se cerró con el Lincoln Portrait de Aaron Copland, una partitura singular para orquesta y recitador, donde se ponen en valor fragmentos de varios discursos del célebre presidente estadounidense. El guiño a un público más amplio venía aquí de la mano del narrador escogido, nada menos que Charles Dance, uno de los actores más reconocidos de la exitosa serie Juego de tronos. Al margen de su atinada labor como narrador, lo cierto es que la obra en cuestión cobra notable actualidad, pues es inevitable tender un hilo conductor entre los discursos de Lincoln y los tiempos presentes, con Estados Unidos en manos de Donald Trump, ciertamente en las antípodas de los posicionamientos del decimocuarto presidente de la nación americana.

No por más populares las citadas sinfonías de Tchaikovsky y Dvorak son menos exigentes. Al contrario incluso, de tan escuchadas se convierten en una prueba de fuego para orquestas y batutas cuando quieren mostrar su singular personalidad. Langrée optó por dirigir con ambición ambas partituras, lo que es de agradecer. Quizá no convenció siempre en los tiempos, pero el fraseo tuvo mucho interés, sobre todo porque se antojó el idóneo para los colores y características que hacen singular a la Sinfónica de Cincinnati. Langrée jugó así en todo momento con la densidad de las cuerdas, nítidas y de un color sumamente atractivo; y puso énfasis en el atractivo acento de sus maderas. Langrée consiguió, en conjunto, un buen equilibrio entre lo sentimental y lo espectacular, entre lo introvertido y lo extrovertido que hay en estas sinfonías. A buen seguro no fueron versiones memorables, pero sin duda sí sumamente solventes.

El violinista francés Renaud Capuçon firmó una más que solvente versión del Concierto para violín y orquesta de Max Bruch. Con un sonido más nítido que voluminoso y con un fraseo algo difuso al comienzo, fue claramente de menos a más, en un entendimiento nítido con Langrée y su orquesta. En sendos conciertos, a modo de propina, la Sinfónica de Cincinnati ofreció una incontestable versión de la inspirada obertura del Candide de Leonard Bernstein.

En suma, un estupendo cierre para la Quincena Musical en su edición de 2017, con una Sinfónica de Cincinatti que se reivindica así como una de las primeras formaciones sinfónicas americanas, capaz de parangonarse a otras quizá más célebres entre nosotros, como las de Nueva York, Chicago, Boston, Los Ángeles, San Francisco o Cleveland.