AdrianaNetrebkoViena2017

Como antaño

Viena. 18/11/2017. Staatsoper. Cilea: Adriana Lecouvreur. Anna Netrebko, Piotr Beczala, Elena Zhidkova, Roberto Frontali, Raúl Giménez, Alexandru Moisiuc, Ryan Speedo Green y otros. Dir. de escena: David McVicar. Dir. musical: Evelino Pidó.

Grandes voces, una producción de corte tradicional y un foso consistente. Esto es, la Ópera de Viena en estado puro, como antaño. Anna Netrebko -la portada de nuestra última edición impresa- presentaba su Adriana por vez primera en el escenario vienés, tras debutar el rol hace ya algunos meses en Rusia, en concreto en el Mariisnky de San Petersburgo y bajo la batuta de Valery Gergiev.

Dueña de un timbre singular, reconocible, de una voz amplia y sonora que domina a placer, la gran soprano rusa se muestra hoy perfectamente capaz de plegar su amplio torrente a sonidos bien regulados, como ya demostrase con su Aida de este verano en Salzburgo. Con una voz grande, esmaltada y suntuosa, que vive de un centro sólido y un agudo brillante, Netrebko se impone hoy como una intérprete ideal para el repertorio spinto, de aires dramáticos y acentos veristas. No es una intérprete desaforada y extrema, tampoco a buen seguro una actriz memorable -algo afectado el monólogo de Fedra-, pero la conjunción entre su notabilísimo instrumento, su sólida técnica y su seguridad escénica componen una Adriana de muchos quilates, casi digna de parangonarse a las grandes intérpretes del rol en el pasado, de Freni a Olivero, de Tebaldi a Scotto. 

Partenaire de excepción para Netrebko fue su buen amigo el tenor polaco Piotr Beczala. Infalible, con un instrumento cada vez más ancho y sonoro, que se expande seguro y amplio en la gran sala vienesa, Beczala ofrece siempre un canto elegante y limpio, quizá un tanto liviano en acentos, pero con momentos de brillante lirismo y emocionante arrojo, como su “L´anima ho stanca", que caldeó el teatro a todas luces. 

Arrojada e intensa la Principessa di Bouillon de la mezzo-soprano rusa Elena Zhidkova, aunque lastrada por un timbre poco exuberante y un fraseo siempre incisivo, algo parco en inflexiones líricas. Muy notable el nivel de los comprimarios, destacando el sensible Michonet de Roberto Frontali, todavía en buena forma, y el teatral Raúl Giménez en la parte del Abate

Aunque empezase algo ramplona y rutinaria, ciertamente pasada de decibelios y efectista, la batuta de Evelino Pidò fue mostrando su oficio de forma paulatina, redondeando un cuarto acto muy intenso y bien respaldado por una Filarmónica de Viena en indudable buena forma, con una paleta de colores sumamente apropiada para esta partitura verista. La producción de David McVicar ya ha rodado por varios teatros desde su estreno en la Royal Opera House de Londres en 2010,  entonces con Angela Gheorghiu y Jonas Kaufmann como pareja protagonista. De hecho, en 2012 la vimos en el Liceo con Barbara Frittoli y Roberto Alagna encabezando el reparto. Es una producción algo ramplona en lo dramático, muy conformista y sumamente literal, pero socorrida y fácil de reponer, dejando -como es propio de un título como este- casi todo el protagonismo a los solistas.