Kaufmann Jaho Bayerische W.Hosl 

¿Icono a su pesar?

Múnich. 10/12/2017. Bayerische Staatsoper. O Paradis. Obras de Offenbach, Meyerbeer, Bizet, Berlioz, Verdi, Gounod y Massenet. Bayerisches Staatsorchester. Dir musical: Bretrand de Billy. Jonas Kaufmann, tenor. Ludovic Teziér, barítono. Ermonela Jaho, soprano.

Jonas Kaufmann, 48 años, natural de Múnich, profesión, icono lírico. No sé si los datos se corresponderían exactamente con los de un vetusto documento de identidad, pero los adjetivos se los ha ganado y, aunque reniegue a veces de ello, los ha trabajado. En ellos se fundamenta en parte el hecho de que el tenor bávaro haga, cuando le dejan, lo que le apetece, con tal de que los intendentes de turno se puedan frotar las manos. Les invitaría a controlar los precios que tienen recitales como el que ofreció ayer en Múnich. Si lo valen o no tiene para mí una respuesta rotunda, no. Búsquense una buena ópera, con Kaufmann si quieren entre sus comensales y encontrarán seguramente a un tenor más convincente, participativo e implicado que en un recital con orquesta y se sorprenderán de cómo además habrán ahorrado notablemente en la factura.

Más de trescientos euros en platea por oír a un excelente tenor cantar medio concierto no es de recibo, porque la cantidad, aunque huelgue decirlo, a veces también cuenta. La configuración del programa evidenció una alternancia casi 50/50 entre la Bayerisches Staatsorchester y el que debiera haber sido verdadero protagonista de la velada. Nadie en su sano juicio paga esas inmensas cantidades por escuchar medio concierto de una orquesta de foso, excepcional sin duda, pero de foso, dirigida por un director, Bretrand de Billy, que no pasa de la corrección, pese a enfrentarse a un repertorio con el que, via natura, debería poder hacernos levitar.

El “O Paradis” (así se intitulaba el concierto) de Jonas Kaufmann estuvo compuesto por repertorio íntegramente francés –cuya dicción tampoco es por otra parte exquisita–, con la única incursión foránea de un cincuentagenario Verdi a través de su primigenia versión francesa de Don Carlos. Extractos de las obras de los compositores Thomas, Offenbach (Les contes d’Hoffmann), Meyerbeer (L’Africaine), Bizet (Carmen), Berlioz (La Damnation de Faust), Gounod (Faust, Roméo et Juliette) y Massenet (Le Cid, Manon) conformaron un programa en el que Kaufmann trabajó en mayor medida la mezzavoce, un repertorio con contadas exigencias vocales y ninguna dramática, en vista de que, a las limitaciones naturales del formato, decidió sumarle la de un omnipresente atril. Léase, centró el concierto en su expresiva vocalidad, signo de que, si se quiere buscar, hay cierta cordura tras su planteamiento, pues clavó la lanza en su faceta más preciada.

Algo más de vida y variedad le otorgaron en la segunda parte la participación del barítono Ludovic Tézier y la soprano Ermonela Jaho. Ludovic Teziér era una baza segura para el marqués de Posa de Don Carlos, por su valiosísimo instrumento, por su conocimiento del personaje y por su complicidad con Kaufmann, al haber compartido escena hace pocos meses en ese mismo título en París. Ermonela Jaho es de esas cantantes que entran a la platea por los ojos, con una capacidad escénica apabullante, incluso a veces en exceso, y que hace obviar las evidentes limitaciones vocales de la soprano albanesa. Su empeño en presentar una Manon escénica puso en aprietos a un Kaufmann pendiente en todo momento de la partitura, como en casi todo el concierto, hecho que no habla en favor de un recital preparado con esmero y dedicación. Una anécdota que dice bastante al respecto, y es que Kaufmann olvidó exactamente en qué punto debía salir tras la intervención orquestal previa al dúo entre Manon y el caballero des Grieux, alegando que creía que faltaban aún “un par de compases”. Al público, que pasó por la dorada taquilla, le hizo gracia y aplaudió, a mí, con invitación de prensa, me pareció un error sintomático de lo que aconteció en la velada. Quizás lo hago desde una óptica peninsular, pese a ser alemán de adopción y por ello entono de antemano el “mea culpa”. Eché un rápido vistazo a los precios del concierto que Kaufmann ofrecerá en Peralada el próximo 28 de julio y pensé en los esfuerzos que un español medio debe hacer para ir a un evento semejante, a 90€ la entrada más barata, 320€ la “Platea Premium”. También es cierto que semejante propuesta en Múnich se habría agotado como si de U2 se tratase, y en el ínclito festival aún quedan entradas, aunque sean “de las baratas”. Por cierto, si entran en la página web correspondiente podrán comprobar como los precios y la posición están bien detallados, pero ni rastro del programa, solo se señala que será “una noche de gran repertorio lírico”, Deo gratias. Piensen en sus ahorros y asegúrense de que el programa no se parezca a aquel que se presentó en Múnich, donde Kaufmann, un tenor que sin duda pasará a la historia de la lírica por sus reconocidos méritos, si hizo honor a algo fue a lo sumo al bolero, y no precisamente al sustantivo.