Noseda conducting 

In memoriam maestro

Barcelona. 13/11/17. Palau de la Música Catalana. Concierto In memoriam sir Neville Marriner dentro del ciclo BCN Clàssics. J. Pla (1728 - 1762): Stabat Mater en Mi bemol mayor. Wolfgang Amadeus Mozart: Réquiem K. 626, en re menor. Cor Amici Musicae del Auditorio de Zaragoza. Orquesta de Cadaqués. Christina Poulitsi, soprano. Katarina Bradic, Mezzo. Steve Davislim, Tenor. Tommy Hakala, Bajo. Gianandrea Noseda, director.

Bonito concierto homenaje desde el ciclo de BCN Clàssics al gran maestro británico Sir Neville Marriner. El mítico director británico, fallecido el año pasado a la edad de 92 años, fundador de la prestigiosa Academy of San Martins in the Fields fue también director de la Orquestra de Cadaqués durante veinticinco años. Marriner todavía tenía pendiente conciertos con la Orquestra cuando murió de un infarto en 2016 y fue el actual director titular de la formación desde el 2011 y ex flautista de la misma, Jaime Martín, quien le sustituyó entonces. En este tour actual In memoriam, ha sido el italiano Gianandrea Noseda, director principal de la formación desde 1997 y ganador del Concurso de dirección que lleva el nombre de la Orquesta de Cadaqués en 1994 (la 2ª ed. del concurso), el encargado de dirigir un programa fiel al espíritu del conjunto. 

Siempre fieles a reivindicar el patrimonio musical autóctono comenzó el concierto con el poco interpretado Stabat Mater del compositor catalán del siglo XVIII Josep Pla. Por cierto una obra recuperada y transcrita por el musicólogo Josep Dolcet, quien firmó el comentario de texto en el programa. Una obra religiosa de encantadora sencillez melódica y hermosa escritura orquestal que acompaña a una voz solista, aquí la soprano griega Christina Poulitsi. La orquesta y dirección de Noseda fue muy cuidadosa con la soprano, cuidó con mimo el equilibrio voz formación. Buscó Noseda elegancia en el estilo y remarcó por ejemplo el trabajo de la sección de cuerdas en el Allegretto ma non tanto del segundo número, el Cujus animal gementem, además incidió en la teatralidad de los recitativos como en Qui est homo, además de insuflar un estilo de nervio y carácter que recordaron a Gluck como en el Pro peccatis. La atractiva voz de Poulitsi, de bello y luminoso timbre, no acabó de encontrar una cohesión interpretativa que hiciera lucir su canto más allá de una correcta ejecución. Demostró buen fiato en más de una ocasión como en el Vidit suum, aunque alguna vez pareció tener pérdidas de apoyo en la colocación. 

Fue con el mayestático y trascendente Requiem mozartiano donde tanto la orquesta como sobretodo la batuta de Noseda y un buen olfato de inspirado dramatismo, consiguieron un éxito de público a la altura del recuerdo del gran maestro Marriner. Hay que destacar la valía de la formación coral zaragozana Cor Amici Musicae, un coro amateur de nivel digno que supo plegarse con suficiencia a las exigencias de la partitura y al enfoque teatral desde el podium. De los cuatro solistas, todos de reconocida carrera, sobresalieron la frescura y limpidez del estilo del tenor Steve Davislim y la idoneidad tímbrica y radiante proyección de la soprano Christina Poulitsi. No ayudó a su lucimiento el tremolo en forma de vibrato, leve pero continuo, de la mezzo serbia Katarina Bradic, así como tampoco ayudó el gris cometido del bajo finés Tommi Hakala, de poca autoridad vocal pese a un color apropiado, con una proyección limitada y opaca. Lo mejor vino desde la visión vívida y búsqueda de colores del maestro Gianandrea Noseda, quién interpeló la obra con un Dies Irae de ígnea belleza, rozando el límite por el impulso otorgado con unos tempi llenos de bravura. Destacó el Tuba Mirum y ese cuarteto con reminiscencias a los protagonistas de La Flauta Mágica, pues pareció estar escuchando a Sarastro, Tamino o Pamina. Incisivo con unas cuerdas llenas de vida en el Rex tremendae, llevó al límite a la formación coral, Noseda ofreció un sereno final ofreciendo un continuo contraste. Si en el Recordare los chelos parecieron algo difusos, no así unos violines siempre dinámicos, dulces y sensibles, donde brillaron las voces de Poulitsi y Davislim. En el Confutatis sufrió la sección femenina del Cor Amici Musical a las que les faltó firmeza y homogeneidad.

El siempre delicado y trascendente Lacrimosa fue un buen ejemplo de las luces conseguidas por Noseda, donde las secciones de la orquesta respiraron orgánicas y expresivas a pesar de lo ajustado, de nuevo, de la cohesión de las diferentes cuerdas del coro. Noseda marcó la tradicional pausa simbólica entre el final del Lacrimosa y el inicio del Offertorium, considerada la última pieza compuesta íntegramente por Mozart. Los chelos se resarcieron en sus prestaciones y calidad sonora en el inicio del Domine Jesu Christie, donde sobresalió el contraste de las cuerdas. Gianandrea siguió con su lectura limpia y llena de intenciones con un Hostias de hermoso carácter devocional, como pide el texto, en contraste con la amplitud arquitectónica sonora conseguida en el posterior Sanctus. Un sonido preciosista mozartiano brilló en los tres números finales, Benedictus, Agnus Dei y Communio, donde destacó el trabajo de cuerdas y metales, con un diálogo y una solemnidad orquestal de gran efecto expresivo. Los últimos compases del Lux aeterna, con una marcada trascendencia conclusiva cerró un Requiem de palpitante belleza, donde la sabia lectura de Noseda, quien dirigió sin batuta, supo ofrecer el mejor homenaje al desaparecido Sir Neville Marriner.