Minkowski

Días de Pasión

Zaragoza. 22/3/2018. Auditorio. Bach. La Pasión según San Mateo Anicio Zorzi Giustiniani (Evangelista) Thomas Dolié (Jesús). Les Musiciens du Louvre Dirección Musical: Marc Minkowski.

En los días que rodean la Semana Santa es habitual encontrar en programaciones musicales de todo el país títulos directamente relacionados con el tema religioso, utilizando auditorios y teatros pero también iglesias, catedrales y conventos que fueron, en su origen, los espacios donde primero se interpretó este amplísimo segmento de la creación musical. Durante siglos, la música considerada más “seria” y los compositores más reconocidos y cotizados lo eran no por sus obras profanas, sino por las dedicadas a temas relacionados con la liturgia y el mundo de la Iglesia, primero exclusivamente la católica, y después de Lutero, también la protestante. Esta última, y por iniciativa del propio reformador, vio en la música un instrumento fundamental de difusión de su nueva visión del cristianismo pues unía a la comunidad, y le transmitía de una forma más íntima, participativa y cercana la fe.

Es en este clima, sobre todo en la Alemania reformista, es donde nacen una serie de compositores que, sobre todo en la primera mitad del siglo XVIII, llevarán la música religiosa a unas cotas de calidad incomparables. Sobre todo uno de ellos: Johann Sebastian Bach. No hay espacio en esta crítica ni para acercarse lejanamente a la grandeza de uno de los músicos más importantes e influyentes de toda la historia; a un personaje contradictorio y muy particular que creó una magna colección de obras maestras que casi ningún otro compositor anterior y posterior ha igualado. Y entre todas estas maravillas destaca como cima de sus composiciones La Pasión según San Mateo. Recomiendo para el que quiera introducirse en el vasto mundo de las creaciones religiosas de Bach el libro de John Eliot Gardiner “La música en el castillo del cielo”. Allí el lector comprenderá la complejidad y belleza de esta parte fundamental de la obra bachiana y particularmente de su gran “Pasión”. Una Pasión arrinconada casi un siglo hasta que un visionario e inteligente Felix Mendelssohn (el nieto de un filósofo judío redescubriendo al más insigne compositor cristiano de la historia, y siendo los dos alemanes -luego se dirá que la Historia no es paradójica-)  la recupere e interprete en 1829. Desde entonces no ha salido de las salas de conciertos y forma parte fundamental del repertorio de muchas orquestas, especialmente de las especializadas en música barroca.

Y una de las orquestas más dedicadas a esta música (aunque también se vaya introduciendo en repertorios de épocas posteriores) es sin duda la ya la veterana y sobre todo prestigiosa Les Musiciens du Louvre, capitaneados desde su fundación por Marc Minkowski. Precisamente el pasado jueves, 22 de abril, el director francés y su orquesta presentaban en el Auditorio de Zaragoza (dentro de la Temporada de Grandes Conciertos de Primavera) su versión de La Pasión según San Mateo que llevarán también a varias ciudades españolas. La visión de Minkowski de la Pasión difiere, en cierta manera, de las más oídas y conocidas. Partiendo de una orquesta de un virtuosismo espectacular (sería largo y prolijo señalar de forma particular cada uno de los excelentes solistas, sólo, como ejemplo, citar al violagambista Juan Manuel Quintana en el recitativo y el aria posterior “Komm, süsses Kreuz”), Minkowski crea una estructura de tintes mucho más dramáticos y teatrales de lo habitual. Con unos tempi bien medidos, que mantienen la obra sin dejar que decaiga nunca el adecuado ritmo, opta por marcadas pausas, propicia contrastes bastante alejados de la tradición musical religiosa barroca pero que indudablemente tienen un gancho especial y contienen un intencionado guiño al oyente, que se ve más cerca de un teatro que de un templo. A todo ello ayuda en gran manera también las indicaciones de Minkowski al coro (reducido numéricamente pero claramente suficiente en lo vocal) y a los solistas. Estos, de una calidad general correcta pero mucho menos brillantes que los instrumentistas, se integran en esa idea general de teatralidad que impregna toda la versión. Destacar un buen Jesús del bajo Thomas Dolié y de un excelente Evangelista de Anicio Zorzi Giustiniani, sin duda el protagonista vocal de la noche, no sólo por su imprescindible papel en la partitura sino por la calidad y belleza de su voz y la excelente interpretación que brindó (mucho más actoral, y vuelvo a repetirme, que lo que se suele ver en un tenor en este rol). 

Minkowski, está claro, hace una Pasión con su sello particular. Qué este sello nos recuerde más a otros compositores que a Bach o que sea más o menos fiel a la tradición barroca es cuestión de opiniones. De lo que no hay duda es de que caló en la mayoría del público que, aunque no llenaba ni mucho menos el Auditorio zaragozano, aplaudió con entusiasmo al final de la obra.