luisa miller met chris lee

Fantasía

Nueva York. Metropolitan Opera. Verdi: Luisa Miller. Sonya Yoncheva (Luisa). Piotr Beczala (Rodolfo). Plácido Domingo (Miller). Alexander Vinogradov (Walter). Dmitry Belosselkiy (Wurm), Olesya Petrova (Federica). Metropolitan Opera Orchestra and Chorus. Elijah Moshinsky, dirección de escena. Bertrand de Billy, dirección musical.

Luisa Miller es fantasía. Así lo dicen ahora los jóvenes, los modernos y los youtubers. Real. No sobre la ópera de Verdi sino sobre todo aquello que es (muy) digno de elogio, para que ustedes y yo podamos entendernos. La ópera número 15 del genio creador, que supone un maravilloso punto de inflexión y encuentro entre dos mundos: el inmediatamente anterior, véase el bel canto, y el que el propio Verdi estaba creando. Una puerta hacia tramas, colores, formas y personajes que más tarde redondearía (Otello, Don Carlo, Forza…), en un marco musical que es eso, fantasía: una orquesta vibrante que es fuego y es lirismo en estado puro, como las partes vocales, con uno de los mejores dúos de toda la historia de la ópera, ¡entre un protagonista y un secundario! (Rodolfo y la duquesa) y un trio final que es cosa muy fina. De Verdi, hasta los andares y en Luisa, todo es… sí, lo voy a decir una tercera vez: fantasía.

Deslumbró Sonya Yoncheva, radiante, adecuadísima, con ayuda del foso en las coloraturas más expuestas, como en su página de salida. Brilló así mismo en los dúos con Rodolfo y en los tríos con Miller, así como en un Tu puniscmi, o signore, donde se mostró absolutamente sensacional. Un debut que bien parecía un papel ya rodado por los escenarios.

Piotr Beczala encuentra en Rodolfo un vehículo idóneo para su propio desarrollo. Un paso lógico y natural en su voz al que cogerá la medida según vaya pasando el tiempo, pues suponían también estas funciones su debut del papel. Un Rodolfo italiano por momentos, siempre sugerente, siempre elegante. Su personaje, así como su visión del mismo, crece a medida que la ópera avanza, regalando un Quando le sere al placido de quitarse el sombrero, largamente ovacionado.

Miller es el rol 149 de Plácido Domingo. 1-4-9. No parece que esté esperando a un número redondo para decir adiós. ¿Quién querría retirarse con el Zurga de Los pescadores de perlas, que hará su 150? Quien ha subido al Everest una vez no se retira nunca y Plácido lo ha subido en 149 ocasiones. Desde luego su voz muestra comprensibles signos de cansancio, pero sobre el escenario, no creerse a Domingo es imposible. Tal es su entrega y su sentido de la ópera. Lo comentaba no hace mucho: dos segundos de su Boccanegra me valen más que muchas versiones de las sinfonías de Mahler para comprender lo que es la muerte, el dolor, la resurrección… y sigue siendo el rey.

Muy acertados los roles secundarios: Alexander Vinogradov como Walter y especialmente Dmitry Belosselskiy como Wurm regalaron loables creaciones de sus personajes, con un dúo entre ellos que resultó de lo mejor de la noche y nos recordó (de nuevo) cuán importante es Luisa Miller en el catálogo verdiano y el germen que supone en el laberíntico sentir del compositor. Por su parte, Olesya Petrova dibujó una Federica de voz atractivamente oscura por la que uno termina queriendo, necesitando escucharla en empresas mayores.

Desde el foso todo correcto, pero carente del Verdi más fidedigno, más real. A esta Luisa, Bertrand de Billy podría haberle sacado mucho, mucho más. Cierto es que no se le esperaba por aquí, ya que estas funciones tendría que haberlas dirigido James Levine (así como la premiere de Tosca de la tarde, también dirigida por De Billy), pero fue sustituido por el francés tras el escándalo de abusos sexuales que tristemente conocemos ya todos. Muy elogiable su esfuerzo y lo conseguido, pero sigue siendo una Luisa lentísima por momentos, blanda en acentos, en expresión, en Verdi.

La puesta en escena del australiano Elijah Moshinsky es una oda al más genuino cartón-piedra, recordándonos todo lo bueno y todo lo malo de ello. Nadie puede escandalizarse ante tanto telón pintado, tanto traje de época y tanta pasta de papel. Tampoco es que sea especialmente atractiva y la idea, al final, parece valer para muchas historias. No es que se haya creado algo para servir a Luisa Miller sino que simplemente se han puesto los elementos necesarios para que esta pueda desarrollarse desde el foso. No impide. No suma. Hay a quienes les vale e incluso a quienes es lo único que les vale, pero lo cierto es, que en esta ocasión, teniendo en cuenta además los continuos parones para los cambios de escena, se hizo un tanto plomiza y aburrida. La imaginación requiere de más. Teniendo a Plácido, a Yoncheva y Beczala, una escena completamente vacía podría haber valido para levantar cualquier título. Si la ópera son las voces, también lo es en estas ocasiones… y menuda ocasión esta!

Foto: Metropolitan Opera.