Katharina Konradi Wolfram Rieger Angel Reynal

Presente y futuro

Vilabertrán. 17 y 18 de agosto de 2018. Schubertiada. Katharina Konradi, soprano. Wolfragm Rieger, piano. · Sarah Connolly, mezzosoprano. Jonathan Brown, viola. Malcolm Martineau, piano. 

Futuro · Katharina Konradi y Wolfram Rieger · Nacida para el lied

La Schubertiada arriesgaba este año en la inauguración de su vigesimosexta edición, contando con la voz de la joven soprano Katharina Konradi, apenas aún en los albores de su trayectoria profesional. Quien no arriesga, no gana; pero es que además este tipo de riesgos -calculados- son seña de identidad, marca de la casa, de esa quijotada genial que es la Schubertiada, donde tantas voces hoy incontestables se dieron a conocer en su día -Matthias Goerne es a buen seguro el caso más sonado, pero no el único, ni mucho menos-.

Nacida en Kirguistán, aunque afincada ahora en Alemania, Konradi ha sido solista estable en la ópera de la Wiesbaden, donde ha cantado papeles como Pamina, Gretel, Zdenka, Zerlina o Ännchen; la próxima temporada hará lo propio en la Staatsoper de Hamburgo. Konradi exhibe un timbre pulcro, de una natural fragilidad, como naturalísima y fluida es su emisión, intachable y de afinación pluscuamperfecta. Cada nota en su sitio, el instrumento homogéneo y un canto sin aparente esfuerzo, con un manejo del aire verdaderamente admirable. Con ese timbre cristalino y brillante me recordó por momentos a Lucia Popp, salvando todas las distancias que es obligado considerar con este tipo de comparativas, forzosamente gruesas.

Su canto irradia una sincera ambición, ganas de comerse el mundo con elegancia, clase y buen hacer. Se diría que ha nacido para el lied, tal es en su caso la confluencia entre sonido, palabra y gesto. Para su estreno en Vilabertrán, secundada por un ilustre del género, el gran Wolfram Rieger, escogieron un programa con obras de Mendelssohn, Schubert, Debussy, Rachmaninov y Strauss. Fue a buen seguro con este último con el que Konradi mostró más afinidad, quizá algo más superficial en Schubert, lógicamente idiomática en Rachmaninov y ciertamente irreprochable en Mendelssohn. Demasiado académica en algunos momentos, apenas cabe reprocharle un control en exceso exhaustivo de su canto, al que falta a veces un mayor vuelo, compensado sin duda por la suavidad y melancolía de su hacer vocal. Peccata minuta, en todo caso, para un debut inmejorable en la Schubertiada. Como cabía esperar, Wolfram Rieger aportó a su lado grandes dosis de seguridad, serenidad y lirismo, rematando la consistencia de una velada redonda e íntima.

Así las cosas, a priori Konradi lo tiene todo para convertirse en una referencia para el lied en su generación. Su agenda por venir incluye entre otras cosas su debut en Bayreuth el próximo verano, dando voz al joven pastor de Tannhäuser. Formará parte también del programa New Generation Artists de la BBC. Y me atrevo a decir que no tardaremos en volver a escucharla en España.

 

Presente · Sarah Connolly y Malcolm Martineau · Lady Lied

La elegancia, la franqueza, la verdad en fin, es algo a lo que pocos artistas llegan de un modo genuino, en el transcurso de su trayectoria profesional. En este oficio tan proclive a la superficialidad encontrar a una dama como Sarah Connolly, tan auténtica, es casi como toparse con un oasis en mitad del desierto. El encuentro es por ello refrescante, renovador, conciliador de algún modo, pues permite seguir creyendo en el arte con mayúsculas como prioridad, aunque señales sin fin parezcan apuntar lo contrario una y otra vez.

Sirva este preludio para mostrar mi admiración -y la de toda la audiencia, a juzgar por su reacción- ante el imponente recital que la mezzosoprano británica y el pianista Malcolm Martineau ofrecieron en Vilabertrán el pasado sábado. Una ejemplar Liederabend, con un programa estructurado en dos grandes bloques: un primero consagrado a Brahms, con Jonathan Brown, el viola del Cuarteto Casals; y una segunda mitad que pivotaba en torno a las primeras décadas del siglo XX, con los Kindertotenlieder de Mahler y un recorrido por algunos importantes autores británicos (Ivor Gurney, Richard Rodney Bennett y Frank Bridge). Fue una agradable sopresa contar con esta nómina de compositores como broche a una velada de absoluta delicastessen. La contribución de Brown con la viola, aunque escueta, fue excelsa y nos dejó con ganas de más repertorio con esta combinación.

El recital alcanzó su punto más algido con un Mahler a la altura de las más grandes (Baker, Ludwig, etc.) La versión de los Kindertotenlieder que ofrecieron Connolly y Martineau tuvo una hondura, una franqueza y una contención dignas de admiración. La autenticidad se palpaba en el ambiente, silencioso como pocas veces sucede. Qué gran dama del lied tenemos en Sarah Connolly. Qué dificil es cantar lied con esa altura, sin afectación alguna, llegando al tuétano de cada verso sin necesidad de aspavientos. Y qué gran sabiduría la que derrocha Malcolm Martineau al piano. Qué fino estilista, qué excelso conocedor del repertorio y, en fin, qué capacidad para cantar con los intépretes en un segundo plano que deja de serlo en tanto en cuanto su piano se funde con las voces como rara vez acontece.

 

Pasado, Presente y Futuro · Academia de la Schubertíada con Wolfram Rieger

"Nunca imaginé que seguiríamos en pie veintiséis años después", me confesaba entusiasta Jordi Roch, el alma mater de la Schubertiada de Vilabertrán. El Dr. Roch es un admirable quijote, una de esas personas testarudas sin las que el presente de la música en nuestro país habría sido muy distinto. Tras celebrar su primer 25 aniversario en la pasada edición, la Schbuertiada de Vilabertrán camina ya decidida hacia su próximo aniversario, allá por 2022. Y lo hace capitaneada por el citado Jordi Roch en compañía de Victor Medem, como coordinador de esta ineludible cita en la agenda musical del Empordá. Lo cierto es que el entendimiento entre Jordi Roch y Victor Medem es evidente: el primero encarna la tradición, la larga duración de este festival consagrado al lied desde 1982; el segundo en cambio representa la renovación, la puesta al día de la institución, desde un conocimiento evidente de este singular business y con una fidelidad reverencial a las raíces de esta Schubertiada.

Buen ejemplo del compromiso de la Schubertiada con el género y su futuro es la Academia que impulsan desde hace ya muchos años. Tras el desarrollo de la misma semanas atrás, estos días tuvo lugar un encuentor intensivo con cuatro de los alumnos más destacados, en concreto las pianistas Marina Pelfort y Victoria Guerrero; la soprano Mireia Tarragó y el barítono Francesc Ortega. Los cuatro expusieron lo mejor de su hacer y no desmereció la labor de ninguno de ellos, si bien me gustaría destacar especialmente lo prometedor de Mireia Tarragó y Victoria Guerrero. La soprano catalana Mireia Tarragó exhibió un timbre atractivo y una línea de canto impecable. Sin duda una solista a seguir en estas lides liederistas, a tenor de lo maduro que sonó su Schubert y lo refinado que fue su Strauss. La pianista gaditana Victoria Guerrero fue premiada en 2017 en Heilderberg, en Das Lied-International Song Competition. Al escucharla es evidente por qué recibió tal galardón. Su labor al piano es excelente, de una consistencia ciertamente sorprendente para su juventud. No hay duda de que escucharemos su nombre próximamente en importantes citas para el lied.