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Abismos

Berlín. 07/09/2018. Philharmonie. Musikfest. Obras de Zimmermann y Bruckner. Filarmónica de Múnich. Georg Nigl, barítono. Michael Rotschopf y Josef Bierbichler, narradores. Dir. musical: Valery Gergiev.

El centenario del nacimiento del compositor Bernd Alois Zimmermann ha pasado un tanto inadvertido, más allá de algunas representaciones de Die Soldaten, como las que pudimos ver en el Teatro Real de Madrid. Afortundamente la programación de algunos festivales ha tenido la feliz idea de recordar su efemérides junto a otras más mediáticas como la de Claude Debussy. Es el caso del Musikfest de Berlín, que ha vertebrado en torno a Zimmermann parte de su programación en 2018. De ahí propuestas tan atractivas como el presente concierto, a cargo de Valery Gergiev y la Filarmónica de Múnich, reuniendo una singular pieza de Zimermmann con la Novena sinfonía de Bruckner.

Hace unos meses Valery Gergiev prolongó hasta 2020 su mandato al frente de la Filarmónica de Múnich, posición de la que tomó posesión en 2015, sucediendo al fallecido Lorin Maazel. Por espacio de dos décadas, además de su inseparable Mariinsky, Gergiev ha mantenido siempre un vínculo estable con alguna importante formación sinfónica europea: de 1995 a 2008 estuvo al frente de la Filarmónica de Rotterdam, cediendo su testigo a Yannick Nézet-Séguin; y de 2007 a 2017 se ocupó de liderar la London Symphony, hasta la llegada allí de Simon Rattle. Va camino pues de completar su tercera etapa explorando su entendimiento con el sinfonismo europeo. 

"Me dí vuelta y ví en todo la injusticia que / ocurría bajo el sol" (Ich wandte mich und sah an alles Unrecht, das geschah unter der Sonne) es una singularísima pieza que Bernd Alois Zimmermann concluyó en 1970, apenas cinco días antes de suicidarse con 52 años de edad. Por su parte, la Sinfonía no. 9 de Anton Bruckner quedó incompleta, con solo tres movimientos, a la muerte del compositor en 1896, con 72 años de edad. Ambas obras parecen arrojarse a un abismo incierto, en una experiencia radical, de una desnudez asombrosa.

Definida como una Ekklesiastische Aktion para dos lectores, bajo y orquesta, la partitura de Zimmermann trabaja con una selección de textos procedentes del Antiguo Testamento (Salomón, 4) y de Los hermanos Karamazov de Fiodor Dostoeivski. La obra es toda una experiencia que rebasa las dimensiones convencionales de una pieza sinfónica al uso. No es un oratorio, no es una cantata, tampoco una sinfonía, ni siquiera música incidental para un texto teatral... es algo más, sui generis, con un sentido propio y genuino. Zimmermann, ni más ni menos. Con la contribución del barítono Georg Nigl -extraordinario, de una intensidad admirable e impecable resolución técnica- y los actores Michael Rotschopf y Josef Bierbichler como narradores, los oyentes asisten a un espectáculo de resonancias bíblicas, de enorme fuerza expresiva y connotaciones apocalípticas. Toda una vivencia que Valery Gergiev condujo con extraordinaria minuciosidad y admirable compromiso.

Inmerso precisamente en la ejecución de la integral sinfónica de Anton Bruckner en el monasterio de San Florián, cerca de Ansfelden, la localidad natal del compositor austríaco, en la segunda parte del concierto Gergiev demostró que no cultiva un Bruckner especialmente nítido, tampoco de un romanticismo exacerbado. Su enfoque es más bien sombrío, con ecos evidentes de su hacer con la obra de Wagner, sin abusar de las grandes líneas dinámicas, con tiempos estrechos e intensos, no necesariamente rápidos. Su Novena es trágica en un sentido casi teatral. Y el resultado es imponente, logrando el mejor desempeño posible de la Filarmónica de Múnich, una orquesta que tiene grabado en su ADN un modo muy particular de ejecutar la obra de Bruckner desde sus tiempos con Celibidache.

 

Recupera aquí el artículo de José María Sánchez-Verdú sobre Bernd Alois Zimmermann, en ocasión de su centenario