AndrasSchiff InakiZaldua

 

En estado de gracia

Barcelona. 10/5/2018, 20:30 horas. Palau de la Música. Palau Bach. J.S Bach: Obertura francesa, BWV 831. Concierto Italiano, BWV 988. Variaciones Goldberg, BWV 988. Sir András Schiff, piano.

La vuelta de Sir András Schiff al Palau se ha convertido ya en un ritual entre sacro y familiar. Es un privilegio poder asistir a sus master clases de piano, de interpretación, de lectura y de reflexión sonora, pues esto es lo que consigue el reverenciado maestro húngaro en cada actuación.  Si con un Sokolov las veladas también son un universo paralelo de la ejecución y recreación musical, no lo son menos los de Sir András, quien lejos del sonido milimétrico y certero de Sokolov, consigue traspasar el lenguaje de lo humano y lo universal con unas lecturas que rebosan lirismo y cercanía. Con un programa estructurado en una primera parte y una segunda bien diferenciadas, fue un mostrario de la grandeza de Bach y su asimilación de estilos, francés y italiano con la Obertura y el Concierto, para finalizar con las inefables variaciones Goldberg como colofón magistral de un titán de la música.

Schiff mostró las volutas francesas y el espíritu italiano en una primera parte que sonó casi experimental y como un preludio artístico a la gran obra protagonista de la velada. Y no es porque el Concierto Italiano y su atractivo melódico o la Obertura francesa y su danzas profundas y reflexivas, no fueran interesantes y mostraran el arte de Schiff…la cuestión es que el acorde final de la Obertura francesa, de una intensidad casi romántica, pareció decir, ahora puedo y pueden degustar ‘mis’ Variaciones Goldberg.

Más allá de interpretar que la primera parte fue un mero ejercicio de estilo y calentamiento para las Goldberg, Schiff comenzó la icónica Aria inicial con la concentración y diligencia de una obra nueva y jamás antes escuchada. ¿Es esto posible? Es seguramente lo que debería ser siempre, que una obra, por mucho que el público la tenga ‘in mente’ conocida y escuchada mil y una vez por mil y un intérpretes, suene de nuevo en vivo, fresca, novedosa y casi desconocida.

Schiff tiene el estilo y la grandeza del artista en estado de gracia, se da por entendido la perfección técnica, el uso personal del pedal, tema que en Bach es sello característico de cada intérprete, la musicalidad y el control de los volúmenes, pero es difícil explicar que es y hace que una lectura como la escuchada sobrepase la pura adjetivación elogiosa.

Se trata de reflexionar sobre la obra, profundizar en su construcción, una arquitectura monumental y desarmante donde las variaciones, el contrapunto, las fugas, los adornos o embellecimientos de las repeticiones, escanciadas aquí por Schiff con una delicadeza filigranesca asombrosa, dejaron al público sumido en un extraño estado de comunión musical. 

Organicidad en la concatenación de las variaciones, profundidad en el fraseo de sentido siempre lírico y cercano al oyente, un Bach cálido, empático y trascendental a la vez. Las tres pausas, medidas y estratégicamente ubicadas antes de las variaciones núm. 10, 16 y 24, dieron a la vez aire y teatralidad musical. Hubo virtuosismo y finura en la digitación de las números 13, 14, 17, el momento esperado e inasible del Adagio de la 25 o la ligereza y transparencia casi chopiniana de la número 28. El regreso al da capo final sonó eterno y primigenio, una vuelta al inicio que conectó con lo eterno. El sinfín de la música de Bach y su matemática poética en manos de un pianista en estado de gracia.