Jurowski DrewKelley 

De la hermenéutica mahleriana

Madrid. 13 y 14 /03/16. Auditorio Nacional. Ciclo Fundación Ibermúsica. Obras de Rachmaninov, Tchaikovsky y Mahler. London Philharmonic Orchestra. Vladimir Jurowski, dirección.

Hemos de estar de enhorabuena, no todos los días se escucha una “rara avis” como es la Tercera de Tchaikovsky, seguramente la menos interpretada del catálogo sinfónico del compositor ruso, como tampoco suele interpretarse la Séptima sinfonía de Gustav Mahler. Ambas partituras fueron las escogidas por Vladimir Jurowski para hacer sonar a su London Phiharmonic Orchestra una vez más, fiel a su cita con Ibermúsica y el público madrileño. 

Antes de ambas sinfonías, que podríamos denominar como “experimentales”, la una en un descubrimiento de las capacidades propias y la otra como prueba de la maestría personal ya conocida, pudo escucharse el Concierto para piano Nº3 de Rachmaninov con Nicholas Angelich como solista. Pianista y formación emprendieron el mismo camino, de formas claras, envolventes y no precisamente ardorosas en frases amplias y ampulosas, muy del lirismo rachmaninoviano. 

Son formas ya conocidas de Jurowski, siempre en la búsqueda de una exposición de planos límpida. Escuchamos pues y como de costumbre un sonido nítido, espaciado con justicia en un trabajo hacia lo diáfono con los planos sonoros y con especial atención a los detalles, porque Jurowski es una batuta que cuida los detalles. No obstante, en la búsqueda y atención de estos comentados detalles, esta vez Jurowski parece perderse en el todo y en su significado, con una tendencia preponderante hacia cierta languidez en los tempos y laxitud en los acentos, creándose una atmósfera efectiva pero de sonido abombado. Así, se escuchó una Tercera de Tchaikovsky expositiva, con un trabajo ejemplar de las maderas, soberbias, con especial mención a flauta y fagot, pero carente de la incisividad por ejemplo que requiere el último movimiento. Fue pues, sin resultar sobresaliente, una Tercera. Pero la hermenéutica empleada para Tchaikovsky no puede funcionar o no parece que pueda funcionar con Mahler, menos aún con su Séptima, y así quedó constancia al día siguiente.

El Mahler de Jurowski no es un Mahler maduro, y ninguna visión que aún no sea madura en los campos mahlerianos debería enfrentarse a la Séptima. Bien haría Jurowski en rodar y rodar Primeras, Cuartas (en 2016 volverá a Madrid con ella y con una Segunda de Tchaikovksy, escucharemos entonces), Quintas… Cualquier otra antes de la Séptima. Jurowski entiende las partes, cuida los detalles, pero parece no comprender el todo y sin comprender el todo, Mahler se diluye. Este fue pues un Mahler expuesto, que no sentido, donde el director salvó a la orquesta de caer en el abismo mahleriano que supone esta punto de inflexión entre Wagner y Schönberg, Salvó los muebles, pero quizá hubiese sido necesario quemarlos.