Beczala Palau

Che mi giova cantar?

Donostia. Palacio Kursaal. 27/11/2018. Obras de Stefano Donaudy, Ermanno Wolf-Ferrari, Ottorino Respighi, Francesco Paolo Tosti, Mieczyslaw Karlowicz, Georges Bizet, Jules Massenet, Giuseppe Verdi y Giacomo Puccini. Piotr Beczala (tenor) y Helmut Deutsch (piano).

Así comienza Stornellatrice, una de las canciones de Ottorino Respighi que interpretó Piotr Beczala en un Kursaal que presentaba una entrada digna aunque no acorde al nivel del concierto. Nada más leer la traducción –excelente, por cierto- de la pantalla de sobretítulos lo primero que se me pasó por la cabeza fue responder: ¿Qué de qué te sirve cantar? Pues para hacernos disfrutar, señor Beczala. 

Piotr Beczala es uno de los principales tenores del panorama actual, asiduo de los más importantes teatros del mundo y su presencia en el Kursaal era un premio para los aficionados donostiarras. He de reconocer que cuando apenas quedaban quince minutos para el inicio del mismo temblaba al ver el palacio tan vacío, tan triste. Poco a poco el Kursaal consiguió una entrada digna (¿tres cuartas partes del aforo?) que, sin embargo, como apunto en el primer párrafo no estuvo a la altura del nivel del concierto ofrecido por el polaco.

Porque conviene decirlo cuanto antes: costará volver a escuchar un cantante con tan buen gusto, con tanta precisión en la dicción y con tanta capacidad para construir ese pequeño mundo de microcontrastes que es el mundo de la canción, abordando un programa de concierto tan heterogéneo como inteligente. Y si algún aficionado donostiarra a la lírica se quedó en casa por menospreciar al cantante, que sepa que ha perdido una oportunidad de oro de asistir a un recital plagado de momentos realmente emocionantes.

Toda la primera parte estuvo centrada en la canción, donde destacó la elección hecha de las obras de Ottorino Respighi, con una Nebbie –por poner un ejemplo- de manual a la hora de entender qué es regular el sonido y contrastar las frases. O la antes citada Stornellatrice, con fácil acceso al agudo y pianos de calidad. Toda esta parte, más íntima que otra cosa fue un auténtico alarde de canto inteligente, técnica depurada y gusto por el detalle.

La segunda parte comenzó con una concesión a la tierra de origen, lógica por otra parte porque si un tenor polaco no nos descubre a Karlowicz, ¿quién lo va a hacer? Quizás musicalmente fue lo menos atractivo de la noche pero Beczala nos enseñaba una sonrisa de oreja a oreja mientras desgranaba uno a uno los versos en polaco de las seis canciones y nos hacía llegar esa implicación entre artista y obra.

Y entonces llegó el momento de la ópera. Quizás para muchos ahí comenzó el programa pero conviene aclarar que todo lo escuchado hasta ese momento fue excelente. Eso sí, la parte dedicada a la ópera fue la que provocó el delirio de un público que, ahora sí, estaba entregado porque Beczala ya nos había engatusado.

El aria de la flor de Carmen (Georges Bizet) fue dicha con justo contraste entre las frases de amor y el arrebato del final. Su Et j’étais una chose à toi en falsetone no fue una apología del desgarro amoroso sino una declaración de intenciones sobre la apuesta por el buen gusto. A continuación, la página más famosa del Werther, de Jules Massenet. Aquí sí, aquí Piotr Beczala decidió arrebatarnos a través de la pasión, de la desesperación. Y fue en este momento cuando el público, públicamente, braveó la calidad y la pasión del tenor. Los agudos fueron proyectados con enorme entereza y equilibrio de sonido y a pesar de algunos titubeos, la interpretación fue magnífica.

Muy interesante el Verdi (Quando le sere al placido, de Luisa Miller), con un recitativo quizás excesivo y cercano al verismo pero un aria llena de delicadeza y sin agudo gratuito. No hacía falta. Para terminar, las dos arias de Mario Cavaradossi (Tosca, de Puccini) donde se rubricó el éxito de la velada. El pintor de Piotr Beczala es un hombre sereno que en la primera aria da rienda suelta a cierta espontaneidad mientras que en la segunda es consciente de su situación. Ahí terminó el programa oficial del concierto, hasta que Beczala decidió sorprendernos con el primer bis del tenor al apostar por el dúo final del acto III de La bohème… sin presencia femenina. Si su intención era romper el climax de éxito logrado, lo logró plenamente. En el segundo bis volvió a la música vocal de su Polonia natal.

El tenor polaco estuvo discretamente acompañado por el veterano Helmut Deutsch y entiéndase lo de discretamente no por falta de calidad sino por su deseo de quedarse permanentemente en segundo plano, dejando el protagonismo absoluto al tenor. De su labor como acompañante solo hay que decir que fue un excelso compañero de viaje.

Una velada que ha enriquecido y mucho la temporada clásica de la capital guipuzcoana. Nos costará escuchar un concierto vocal de tal calidad y afortunados hemos sido los que nos acercamos al Kursaal. Entre los que estuvimos hay que decir que desgraciadamente se repitió una costumbre muy de aquí cual es salir de estampida al final de la última nota del programa sin mostrar la mínima consideración a los artistas que aun permanecen en contacto con nosotros, saludando y “negociando” el bis y al resto del público, que queremos disfrutar de la integridad de la noche. Y todo por ganar dos minutos.