Ariadne Dresde18 Stoyanova Gould 

Refinada y kitsch

Dresde. 12/12/2018. Semperoper. Strauss: Ariadne auf Naxos. Krassimira Stoyanova, Stephen Gould, Claudia Mahnke, Daniela Fally, Albert Dohmen, Alexander Pereira y otros. Dir. de escena: David Hermann. Dir. musical: Christian Thielemann.

La Semperoper tiene la buena costumbre de programar una y otra vez los clásicos straussianos, a menudo conjugando batutas y solistas de primera fila. Esta Ariadne auf Naxos que nos ocupa tenía el doble aliciente de contar con Christian Thielemann en el foso y con Krassimira Stoyanova con el rol titular, antes de interpretarlo en 2019 en la Scala de Milán.

La producción firmada por David Hermann tiene dos partes muy netamente diferenciadas. La primera se antoja ciertamente resolutiva, ágil y eficaz en su cometido a la hora de desarrollar el enredo que acontece durante el prólogo. La segunda en cambio se precipita, diría que deliberadamente, hacia una estética kitsch y a decir verdad poco afortunada, de escaso calado dramático. Queda la impresión de una ocasión perdida, por todo ello, para haber redondeado una producción más acabada, cuya reposición tendría más justificación que lo visto aquí.

En el papel protagonista, la soprano búlgara Krassimira Stoyanova volvió a dar una lección de elegancia, clase y estilo. El papel resulta algo grave para sus medios, pero la inteligencia y control con que resuelve la parte solo merecen el más entusiasta de los aplausos. Apabullante, a su lado, el Baco de Stephen Gould, a quien la partitura no plantea la más mínima dificultad en el tercio agudo. Algo envarado en lo expresivo, es cierto, pero apabullante en suma si nos atenemos a sus dotadísimos medios vocales. Lo cierto es que todo el plantel de secundarios era ejemplar; era el caso también de una extraordinaria Claudia Manhke como Compositor, en reemplazo de la originalmente prevista, Daniela Sindram. Manhke cantó su parte con una musicalidad abrumadora, exhibiendo además un timbre en plenitud, pletórica. Intachable asimismo Daniela Fally como Zerbinetta y asombrosa la solvencia vocal que aún demuestra el ya veterano Albert Dohmen, quien dio muestra una vez más de su indudable oficio sobre las tablas. Y fantástico, por cierto, Alexander Pereira en su ‘cameo’ como mayordomo.

Al frente de la dirección musical se encontraba el maestro titular de la casa, el berlinés Christian Thielemann, quien hizo gala de la esperable adecuación estilística, conocedor como pocos de la inspirada musicalidad que anida en esta partitura. Referencial y refinado trabajo el suyo con una música que conoce al dedillo y desgrana con una atinada mezcla de naturalidad y estilismo. Todo el tramo final de la partitura, el dúo en fin entre Ariadne y Baco, fue un portento de belleza y elegancia. Por descontado, es siempre un gozo escuchar los compases de Straauss a manos de la Staatskapelle de Dresde, una formación sublime. Lo imposible, un sonido sublime y refinado junto a una escena kitsch y desnortada, fue posible en Dresde.