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Europa riconosciuta 

Madrid.11/03/19. Teatro de la Zarzuela. XXV Ciclo de Lied. Obras de Brahms, Wolf, Roussel, Debussy y Zemlinsky. Julius Drake, piano. Sarah Connolly, mezzosoprano.

Nada más empezar a estudiar Derecho Comunitario (o al leer el periódico), uno puede caer en la cuenta de que el "sueño europeo" es mera utopía más allá de tratados comerciales. Todo comenzó en los años cincuenta, ya saben, como un acuerdo para el libre mercado del carbón y el acero, en un camino para resurgir tras dos devastadores guerras. Mercado en el que, por cierto, no participaría Reino Unido hasta 1973 y con muchas reservas. Cierto es que la economía es la base que mueve hoy día la Unión Europea, pero también que es parte de la sociedad que hemos formado. Esa que, muchos queremos creer, ha impulsado también una realidad, efectivamente social, forjando, remozando aquello que nos une: el "acervo comunitario", recogido o no en los tratados europeos, sobrepasando incluso al propio Parlamento europeo. Utopía o realidad, lo cierto es que merece la pena apostar, luchar, creer en esa parte humana que nos define más allá de artificiales fronteras políticas. Así lo lleva haciendo mucho tiempo, ante la amenaza del Brexit, la gran mezzosoprano Sarah Connolly, Dama del Imperio Británico, tal y como recogió en una carta abierta, escrita para Platea en su edición impresa.

Es curioso como ella, nacida al norte de Inglaterra, se ha presentado en el madrileño Teatro de la Zarzuela con un programa de lied en el que recoge partituras alemanas y francesas. Tres naciones que constituyen el eje de esta Europa herida. Abrió la noche una selección de canciones "folk" de Brahms, donde se evidenciaron dos máximas que se repetirían durante toda la velada: elegancia y serenidad, en un exquisito trabajo a la hora de escoger los temas. Así, acompañados por elementos naturales: la luna, cielos, montañas, valles... Connolly y el atentísimo, sutil y emocionantemente sobrio piano de Julius Drake, nos sumergimos en melancólicos estadios del amor. Soberbia la mezzo en Da unten im Tale (Allá abajo, en el valle) y Die Mainacht (La noche de mayo), esta con unas primeros versos delineados con un gusto infinito, propios de la inteligente artista que es. Como broche a este primer conjunto, un emocionante Von ewiger Liebe (Del amor eterno), con un ardoroso crescendo (muy bien secundado por Drake al teclado) conversacional entre dos jóvenes enamorados, donde la cantante supo diferenciar las dos almas apasionadas, con precioso detalle en el decir de Unsere Liebe, wer wandelt sie um? (Mas nuestro amor, ¿quién lo cambiará?) y el verso final.

Tras Brahms comenzó Wolf con sus Kleine Dinge (Pequeñas cosas) que bien puede recordarnos a Serrat - como el Valle de Brahms a Pradera. Perdonen el paralelismo, pero si alguien aún no se ha atrevido a acercarse al Ciclo de Lied del CNDM, ya ven que la música, siempre, al final nos viene a hablar de lo mismo: nosotros. Connolly desplegó un canto detallista, ya digo sereno, comunicativo, atenta en el decir, justo lo que más requiere Wolf, con un gran Kennst du das Land wo die Zitronen blühn? (¿Conoces la tierra donde florece el limonero?), en conversación con el piano de Drake.
Ya en la segunda parte, el francés predominó con las Trois Chansons de Bilitis (Tres canciones de Bilitis), donde brilló el piano y el canto de Connolly se elevó en etéreos versos de Louÿs; pero donde los dos artistas de nuevo volvieron a crear magia fue en Le jardin mouillé de Roussel, con un evocador piano de Drake y un seductor hacer en el decir de Connolly. Totalmente hipnótico, al igual que la Invocation que le seguiría. Concluyó la noche las Seis canciones sobre poemas de Maeterlinck, de Zemlinsky, escuchadas por vez primera en este Ciclo de Lied. Seis historias de personajes sin nombre, que buscan, caminan, sienten, aman y que encontraron en la voz de Connolly un instrumento idóneo para su desarrollo y devenir. 

Al francés y al alemán, sumó Connolly el castellano y el inglés en las propinas. El primero con dos canciones populares de Falla: Nana y El paño moruno; y el segundo con un sobrecogedor, apabullante King David de Howells, que en la voz de Connolly conecta emocionalmente de forma directa con el Blow the Wind Southerly de Kathleen Ferrier. Todo un recital, reflejo de L'Europa riconosciuta que muchos queremos vivir.

Foto: Centro Nacional de Difusión Musical.