Anne Sophie Mutter 

El humanismo virtuoso

Barcelona. 01/04/2016, 20:30 horas. Palau de la Música Catalana, ciclo Palau 100 Constel.lació. André Previn (1929): Noneto para dos cuartetos de cuerda y contrabajo (estreno en Espanya). Johann Sebastian Bach (1685-1750): Concierto en Re menor, para dos violines, cuerdas y bajo continuo, BWV 1043K. Antonio Vivaldi (1678-1741) Las cuatro estaciones, para violín, cuerdas y bajo continuo, op. 8, 1-4. Anne-Sophie Mutter (violín solista y dirección). The Mutter Virtuosi.

Eclipsado por el reclamo de Las cuatro estaciones vivaldianas, se estrenó en España el Noneto para dos cuartetos de cuerda y contrabajo de André Previn, una obra de encargo de los Mutter Virtuosi, dedicada a Anne-Sophie Mutter. Esta preciosa obra se estrenó mundialmente hace poco menos de un año, exactamente el 26 de agosto del 2015 en Edimburgo. Con esta carta de presentación se inició el concierto de la gran Anne-Sophie Mutter y sus The Mutter Virtuosi, un nutrido grupo de músicos becados por la Fundación Anne-Sophie Mutter, concretamente en este caso, ocho violinistas, dos violas, dos chelos y un contrabajo más el clave del veterano noruego Knut Johannessen. Con este concierto en el Palau de la Música Catalana se inició el quinto tour-concert 2016 de la agrupación de virtuosos amadrinada por Anne-Sophie, quien presenta diferentes programas por varias de las mejores salas del mundo. Por cierto que en este concierto debería haber tocado el joven chelista español Pablo Ferrández, miembro de los Mutter Virtuosi pero no pudo hacerlo por estar tocando esa misma noche en el Kursaal de Donostia, en la gala de premios ICMA donde recibía el premio al mejor artista joven del año.

Con el Noneto de Previn la joven formación demostró un sonido fresco y mucha complicidad, tanto entre las secciones como por supuesto con una Anne-Sophie Mutter entregada en cuerpo y alma a sus pupilos. Desde su posición de violín primero-solista dio indicaciones de tempi, entradas y marcó el ritmo de una hermosa obra de poco más de un cuarto de hora. Desde el inicio del primer movimiento, denominado Promenade, donde la melodía, de influencias cinematográficas y postrománticas con algún toque jazzísitico muy sutil, fluyó la partitura con elegancia y estilo. Hermosa la atmósfera nocturna conseguida en el segundo movimiento Declamatory (interludio para solo de violín y contrabajo) que acabó en un mágico final suspendido en el aire muy estimulante. Con el tercer movimiento, Presto, scurryng, con un ritmo obstinato finalizaron una obra que está llamada a formar parte del repertorio por su atractiva estructura y sus reminiscencias deudoras de obras como la inefable Metamorphosen de Richard Strauss. Finalizó la primera parte del concierto con el Concierto en Re menor para dos violines de Bach, con Mutter alternándose los tres movimientos con tres de sus diferentes violinistas en escena. El primer movimiento fue un vertiginoso tour de force entre los violines de Mutter y su aventajada pupila, la concentradísima Fanny Clamagirand (París, 1984), quienes intercambiaron un sonido limpio y lleno de contrastes donde la perfecta posición del arco de la francesa extrajo sonidos brillantes y expansivos. Pero fue con el conmovedor segundo movimiento, el Largo ma non tanto, esta vez en diálogo de Mutter con la joven violinista polaca Agata Szymczewska, (Koszalin,1985), donde la recreación hedónica de ambos violines, creó un ensoñador ambiente de inolvidable resolución tanto por las dos solistas como por el dulce respaldo de una formación ensimismada por la belleza del movimiento. Con el Allegro final el diálogo de Mutter esta vez con el violín del alemán Albrecht Menzel (Radebeul, 1992), se confirmó de nuevo la naturalidad y complicidad del estilo bachiano para cerrar un concierto tocado con una calidez y efusividad más que remarcable.

Hablar de Las cuatro estaciones de Vivaldi y Anne-Sophie Mutter, es hablar de dinamismo, pulcritud de estilo, refinamiento y contrastes, pero sobretodo de una conmocionante capacidad de dar a cada movimiento un color y una fuerza que fluye con irresistible empatía con un público entregado desde el primer compas. Cuerdas diáfanas llenas de vida en los diálogos ornitológicos más famosos de la historia en el primer movimiento, un Allegro de la Primavera que salpica frescura con cada compas. El traspaso al Largo suspendido, rivaliza por la capacidad cuasi fotográfica de dibujar la apacible siesta del campesino interrumpida por un perro lejano, donde la formación se regala en un tempo atmosférico casi irreal. Las inflexiones y puntuales destellos de la Danza pastoral final cerraron una primavera mediterránea llena de luces y contagiosa vida. Con el verano y su inicio casi legañoso que acaba por desembocar en un ritmo frenético es de justicia destacar la labor del violonchelo de Maximilian Hornung (Augsburg, 1986), quien dio las replicas a Mutter con una musicalidad radiante y cálida, donde además demostró especial empatía con su mentora. Con el Presto final lleno de coléricos pero medidos ataques, se pudo comprobar la belleza del sonido extraído desde el Stradivarius de Anne-Sophie Mutter, un sonido elástico, lleno de matices y colores construidos a piacere, donde el arco se mueve con una gracilidad solo comparable a la calidad de una técnica impoluta que avasalla y seduce a partes iguales. Mutter sabe darle todos los contrastes y abismos que el barroco pide a gritos en obras de este calibre, y lo hace con una partitura que no por más popular y escuchada hasta la saciedad, se transforma aquí en una obra viva llena de palpitante energía. Fue difícil aguantar los aplausos al final del vertiginoso verano. Con un Otoño lleno de dulces meandros, donde también se hizo notar el gran trabajo al clave de Knut Johannessen, se presentó un invierno teatral lleno de claroscuros con una infinita paleta de colores nunca antes escuchados, tal es la capacidad sinestésica de esta obra en manos de virtuosos como estos. Unos pizzicati límpidos como las gotas de lluvia que dibuja la partitura vivaldiana, con el clave marcando el Largo invernal dio paso al Allegro final rotundo y conclusivo. 

No se trata de haber asistido a un concierto de una de las mejores instrumentistas de su generación, la capacidad de contagio y empatía musical que consigue Anne-Sophie Mutter se multiplica en las voces de sus The Mutter Virtuosi, estallando un ambiente de tormenta sonora sin par. Con la tempestad estival a modo de propina concluyó un recital memorable con un público puesto en pie. Vivaldi nunca sonó más cercano y real.