JavierCamarena

Excelencia vocal

Donostia. 7/4/16. Ciclo Kursaal Escena. Obras de Gaetano Donizetti, Vincenzo Bellini, Gioacchino Rossini, Vincenzo de Crescenzo, Francesco Paolo Tosti, Stanislao Gastaldón, Pablo Sorozabal, Carlos Guastavino, María Grever y Agustín Lata. Javier Camarena, tenor y Ángel Rodríguez, piano.

No es Donostia una plaza habitual de las grandes figuras líricas, fuera de la Quincena Musical de agosto. De vez en cuando suena la flauta y nos aparece, como surgido de la nada, un concierto de esos que no puedes perderte; muchas veces vas con el temor de que nos tomen por lo que somos, una plaza de tercera pero siempre acabas confiando en la llamada profesionalidad de los artistas. Y este ha sido el caso de lo acontecido con Javier Camarena, que nos ha brindado un concierto impresionante y que hemos disfrutado, literalmente, desde la primera nota. A ello coadyuvó de forma sobresaliente su pianista, Ángel Rodríguez, de aspecto quizá desgarbado pero que, en perfecta sintonía con el cantante, jugó un papel esencial en el buen desarrollo del concierto.

Y digo lo de “la primera nota” para poder hacer una breve reflexión sobre la estructura del recital. En contra de lo habitual, que no es sino que los artistas utilicen el comienzo del mismo para calentar la voz y entrar en contacto con el público, Camarena hace exactamente lo contrario: una primera parte operística exigente y calculada para, cuando comienzan a menguar las fuerzas, afrontar una serie de canciones de salón y otras piezas similares.

Así, Camarena demuestra personalidad y ya desde un inicio ofrece en su plenitud al público lo que previsiblemente espera de un tenor lírico-ligero mientras que en la segunda parte, con un respetable totalmente entregado él puede permitirse “jugar” con los oyentes con obras que le exigen menos pero que quizás, en cierta forma, le pueden motivar más. Provoca además la comunicación con el espectador en una actitud antidivo que llega con facilidad.

La parte operística fue brillante. Sin discusión. Se muestra una facilidad para el agudo insultante y ello será lo que más llame la atención pero junto a ello hay otras características que son las que hacen de Camarena un cantante más que un "lanzanotas": un fraseo nítido, un legato más que solvente y, sobre todo, una expresividad que le hacen subrayar ora con un piano ora con mayor intensidad el texto que nos canta y, por ello, el personaje mismo que interpreta. 

Así, ejemplar su Edgardo doliente; fiero y enamorado su Romeo belliniano, lleno de nobleza y angustia su Roberto donizettiano. Junto a las características ya apuntadas puede y debe mencionarse su facilidad en la coloratura, que quedó evidente en su Ramiro rossiniano, con lectura canónica. Y en su despedida operística utilizo el alarde que es el "Ah! Mes amis", de La fille du régiment para asombrar por su naturalidad, aparente comodidad y resolución espectacular. Camarena supo darnos lo que queríamos y además cantó muy bien.

Mi miedo era que ante el diseño del concierto se produjera una caída de tensión en la segunda parte; era evidente que el público ya estaba ganado y temía que lo conseguido en cuanto a calidad fuera difícil no ya de de superar sino siquiera de igualar. Pero si musicalmente la segunda parte perdió interés interpretativamente Camarena fue capaz de tenernos a los escépticos pegados al asiento al comprobar como esas mismas naturalidad, expresividad, musicalidad y técnica se acompañaban de una espontaneidad y simpatía que conectaron con el público hasta hacer del concierto un éxito indiscutible.

Queda para el recuerdo en esta parte el “descubrimiento” del No puede ser, del donostiarra Pablo Sorozabal, cantado con pasión y poesía y que enloquecieron a los oyentes. Y en el momento de las propinas, que se resistieron –y no hubiera pasado nada si nos vamos al acabar el concierto, porque estábamos muy satisfechos todos- Camarena tiró de nostalgia y de su tierra natal. Mucha emoción en el público, sobre todo en sectores concretos que seguro no les extrañarán.

A la salida, satisfacción generalizada de un público, que dicho de paso, debería aprender a toser, visto que acabar con la tisis parece complicado. La falta de respeto de algunos ya cansa, tosiendo a volumen exagerado –por ejemplo- encima de la última nota de una canción, lanzada en piano por el cantante mientras el susodicho destruye la poesía del momento con su espasmódica convulsión. Y supongo que inevitables las discusiones acerca de que si Camarena, si Flórez… como si hubiera que elegir. Que vuelva. Eso es lo importante.