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Flores y un narciso

Barcelona. 07/05/2019, 20:00 horas. Palau de la Música Catalana, ciclo Palau Grans Veus. Obras de Bellini, Mozart, Donizetti, Lehár, Massenet, Bizet, Gounod y Verdi. Juan Diego Flórez (tenor). Vincenzo Scalera, piano.

No fue el mejor recital de Juan Diego Flórez en Barcelona, ciudad que tiene el privilegio de haberle visto hasta siete óperas en el Liceu y unos cuantos recitales. De hecho este último del Palau de la Música ha sido el cuarto consecutivo en la sala modernista, uno por temporada desde el que ofreció en 2016, siempre con Scalera al piano, con quien repitió en 2017 y ahora en 2019. El año pasado cantó con la Orquesta de Valencia y la batuta de Riccardo Minasi, en este miniciclo denominado Universo Flórez, que ha venido a ser una especie de carta blanca para el peruano de oro, quien en Barcelona tiene una de sus ciudades fetiche.

Hace ya un tiempo que Flórez, ya sea por razones de ambición artística o por la evolución de su voz, no canta ya solo belcanto y Rossini, compositor que le dio fama hasta encumbrarlo como quizá el mejor cantante rossiniano de la historia. Sus primeras incursiones en otras lides fueron con un Rigoletto que salió a medio gas. Y luego con el repertorio francés, que parece le está dando mejores resultados: Werther, Les Contes d’ Hoffmann y este mismo año debut en versión de concierto como Des Grieux de la Manon que ahora cantará en escena en junio en la Staatsoper de Viena. Debutó con éxito en el Met en diciembre pasado como Alfredo de La Traviata y sus roles como belcantista más ligero parecen disminuir: últimamente está cantando Lucia di Lammermoor, aunque este mes de mayo tiene dos nuevas funciones de Barbiere de Rossini en Viena (quizá las últimas...), pero el año que viene ya acometerá el Rodolfo de La Bohème en Zurich y retomará el Guillaume Tell en Viena.

Toda esta deriva de su carrera da prueba de la evolución, por otra parte lógica, de un instrumento privilegiado, dúctil, de timbre hermosísimo y técnica depurada, con registro agudo fácil y natural y un gusto en el fraseo cincelado por una dicción pulida y una articulación pluscuamperfecta. Este recital de Barcelona bien podría ser así un ejemplo de esta nueva búsqueda vocal, aunque comenzó con una primera parte centrada en el belcanto más canónico, su zona de confort estilístico, con tres canciones de Bellini y el A te o cara de I puritani más el aria de Roméo de I Capuleti e i Montecchi, para acabar con el aria de tenor de la Rita de Donizetti.

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La voz no parecía estar en plenitud, algo más velada que otras veces, con un sonido más seco, menos voluptuoso en un fraseo que Flórez siempre luce impecable a pesar de todo. Los agudos pues resultaron menos brillantes, aunque igualmente seguros y bien emitidos, marca de la casa de Juan Diego, pero la sensación de que esta vez no se encontraba tan cómodo fue más que plausible. Menos comunicativo a nivel expresivo, Flórez incidió en su fraseo apolíneo, sobre todo en las canciones de Bellini, e hizo gala de una técnica soberana con la endiablada y complicada aria de Beppe de la Rita de Donizetti, un aria con aire rossiniano que borda gracias a una seguridad envidiable en la zona de pasaje, con agudos clavados como dardos, aunque esta vez menos resplandecientes que antaño.

El público respondió siempre generoso, pues la calidad y belleza del instrumento de Flórez siguen fuera de toda duda, pero faltó ese punch en un primera parte que no acabó de redondeárse, aun contando con un hit como el A te o cara de I Puritani, señal pues de que quizá no era su mejor noche. Los cantantes son humanos y a pesar de la perfección de una técnica, la hermosura de un timbre y la profesionalidad de un artista, cada noche es un mundo, y hasta los grandes tienen sus mejores días y su noches menos favorecedoras, esto es ley de vida y hasta aquí nada fuera de lugar.

Se inició una segunda parte más variada, con tres Tauberlieder, de tres operetas de Léhar, donde Flórez escanció de musicalidad, con un bello fraseo. Aun así a su Dein ist mein ganzes Herz le faltó ese toque de generosidad lírica y expansión; sonó más recogido y dulce, ideal en la pícara complicidad de Gern hab’ ich del Paganini, pero de nuevo falto de incisividad y mordente con Freunde, das Leben de la Giuditta. La dicción correcta pero dejando la sensación general de estar algo fuera de estilo, o más bien de abordar este repertorio acercándolo a su modo de hacer.

Resolvió después una hermosa lectura de La fleur que tu m’vais jetée de la Carmen de Bizet, ópera que todavía no ha cantado en vivo. Flórez mostró aquí sus inteligentes aptitudes en el repertorio francés. También excelente sonó en Faust, con la icónica Salut, demeure chaste et pure. La voz sonaba ya para entonces más fogueada y la adecuación estilística que demuestra con el repertorio francés exhibieron aquí al mejor Flórez de la velada. Cerró el recital una rareza como es el aria O dolore, del Attila verdiano, donde Flórez lució de nuevo un tierno lirismo, para acabar con La mia letizia infondere, cabaletta incluida a pesar de una extraña pausa a causa de los aplausos impacientes del público.

 

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La cerrada ovación propició una serie de hasta seis propinas, cinco de ellos guitarra en mano, como viene acostumbrando Flórez en estos últimos años. El tenor peruano se mostró aquí generoso y dialogante con el público. Cantó "De domingo a domingo", "El Palmero",  "Cucurrucucú Paloma" y terminó con "Júrame". Los asistentes lograron aun un último premio, inesperado. Flórez salió con Vincenzo Scalera, pianista impecable que siguió, mimó y demostró su arte durante todo el recital con una finura y clase admirables, y con las primera palabras del "Nessun dorma" el público enloqueció. Si todavía no se habían escuchado las ovaciones que el astro peruano suele estar acostumbrado a generar, con el aria de Calaf la locura se apoderó del público. Flórez obtuvo aquí su esperado triunfo y cerró así el recital con una sensación festiva.

Un recital no deja de ser una especie de jardín propio donde cada cantante riega, mima y ofrece lo mejor de su arte, un florilegio canoro, una muestra de sus mejores virtudes. Flórez sin duda, astro indiscutible y modelo estilístico como pocos en las últimas décadas, pasará a la historia como uno de los mejores, de eso no hay ningún atisbo de duda. Pero entre sus últimas flores canoras, la sensación de que necesita salir siempre en volandas del público, el narcisismo de artista consagrado, dio como fruto un "Nessun dorma" de cara a la galería. ¿Bien cantado? ¿Qué canta mal Flórez? ¿Un capricho?

Las propinas son un regalo del artista y no hay condiciones ni reglas… pero también se puede opinar sobre ellas. La famosa aseveración de estar ante un "Nemorino in Egitto", cuando Carreras cantó Aida en Salzburgo, vino a la memoria de algunos al hilo de este Calaf de Flórez. ¿Era necesario cantar esta pieza para salir triunfante? A Flórez, divo entre divos, no le hacen falta esas concesiones a la galería. En suma, muchas flores y un narciso.