Reina por un día
Madrid. 19/09/2019. Teatro Real. Giuseppe Verdi: Don Carlo (versión italiana en cinco actos, estrenada en Módena en 1886). Andrea Carè (Don Carlo). Ainhoa Arteta (Elisabetta di Valois). Michele Pertusi (Filippo II). Silvia Tro Santafé (Eboli). Simone Piazzola (Posa). Rafael Siwek (Gran Inquisidor). Orquesta y Coro titulares del Teatro Real. David McVicar, dirección de escena. Nicola Luisotti, dirección musical.
La relación de Ainhoa Arteta con el Teatro Real no ha sido todo lo próspera que cabría imaginar, sobre todo pensando que hablamos del principal teatro de España y de la soprano española más destacada de su generación. Misterios de agencias, directores artísticos y personalides de los artistas. Todo ello ha hecho que la soprano tolosarra haya cantado relativamente poco en el coliseo madrileño. Por ello mismo había muchas ganas de escuchar su Elisabetta di Valois en este Don Carlo que abre la temporada 19/20 del Real. Y Arteta no defraudó. Es más, firmó una de las interpretaciones más convincente y redondas que le recuerdo. La voz bien timbrada, la emisión flexible, y el temperamento exacto para encarnar a esta doliente pero aguerrida heroína verdiana. Arteta fue reina por un día en el Real, comandado con su Elisabetta un reparto muy solvente. Tuvo en el Don Carlo de Andrea Carè una réplica muy notable y convincente. Gallardo y aguerrido, sin arredrase un ápice ante esta exigente y expuesta partitura, este tenor italiano supo exponer la personalidad de este complejo personaje sin caer en excesos vocales, cuidando el fraseo y encontrando en Arteta una evidente complicidad.
Destacó también por su línea de canto y su hermoso instrumento el Felipe II de Michele Pertusi, un cantante al que seguramente no valoramos lo suficiente. Qué maravilla escuchar a un intérprete italiano que canta siempre sobre la palabra, buscando el acento justo, el contraste en cada frase. El suyo fue un Felipe II de muchos quilates. Gratísima sorpresa también el debut como Eboli de la mezzosoprano valenciana Silvia Tro Santafé, quien parece haber abordado este rol en el momento preciso. Su característico timbre, con ese natural vibrato y esa oscuridad brillante, cuadran a las mil maravillas con este atractivo rol, que puede darle muchas alegrías a esta mezzosoprano española, quizá tampoco todo lo valorada que debiera, a la vista de su notable trayectoria.
El joven barítono italiano Simone Piazzola demostró que tiene unas excelentes intenciones, sobre todo con una línea de canto nobilísima, si bien en escena puede aun madurar un tanto su expresividad. En todo caso, posee una voz amplia y de timbre singular, reconocible, cosa importante a la hora de labrarse un camino propio en la lírica. Una voz a seguir, sin duda, a tenor de lo expuesto en Madrid con su Posa. Muy importante el Gran Inquisidor de Rafael Siwek, con todas las notas en su sitio y una presencia escénica imponente. Solo cabe repertir los elogios en torno al resto del reparto, destacando de nuevo el buen hacer de Moisés Marin, Natalia Labourdette y Leonor Bonilla, entre otros.
En términos generales, pareció que estuviéramos asistiendo a una producción completamente distinta, dada la fluidez del pulso de Nicola Luisotti en el foso, al frente de una orquesta nuevamente muy segura y solvente. Al maestro italiano se le vio disfrutar, expresivo el rostro, enfático y esmerado el gesto. Nada que ver con la aterida propuesta del día del estreno, con el primer reparto. Si bien el planteamiento general es el mismo, hubo aquí un dinamismo y una teatralidad que no se escucharon la jornada precedente en el foso del Real. La propuesta escénica de David McVicar siguió sin convencerme, más allá de su claridad expositiva y su atinada austeridad, lo cierto es que no contribuye a elevar la temperatura de la representación, quedando toda la tensión posible en manos de los intépretes y su buen hacer.
