King Arthur Baluarte2 IñakiZaldua 

 

A Boris Johnson no le hubiera gustado

Pamplona/Iruña. 26/10/2019. Auditorio Baluarte. Henry Purcell: King Arthur. Mhairi Lawson, Anna Dennis y Rowan Pierce (sopranos), Jeremy Budd y James Way (tenores), Robert Davies y Ashley Riches (bajos). Gabrieli Consort and Players. Dirección musical: Paul McCreesh.

Hace cuatro años este mismo grupo ofreció una versión de The Messiah, la magna obra de Georg Friedrich Haendel y de la fui directo testigo con pertinente reseña en Platea Magazine en la que escribí acerca de la apabullante exactitud, musicalidad y virtud canora del coro y por ende, del grupo que dirige Paul McCreesh. Pues bien, cuatro años después solo puedo decir que exclusivamente mis limitaciones idiomáticas son las que me impiden describir de forma novedosa lo sentido tras la extraordinaria interpretación que Gabrieli Consort & Players nos han ofrecido en el Baluarte pamplonica.

La obra que recogió todo el concierto fue la semiópera de Henry Purcell King Arthur; es decir, la interpretación de la música compuesta por el británico para una interpretación teatral en la que, curiosamente, aparecen los personajes principales mientras que en las musicadas aparecen personajes secundarios o colaterales. Por ello, en King Arthur no aparecen ni el rey, ni el mago Merlín ni otros personajes indisolublemente asociados a la leyenda artúrica; quienes tienen protagonismo son ninfas, genios, pastotes y borrachos de taberna. Eso sí, con una música extraordinaria.

El último sábado de octubre nos descubrió una capital navarra con un día precioso que invitaba al paseo, con una manifestación con miles de personas colapsando el centro y con un ambiente general de disfrute y relax, como si no quisi´éraos cuenta que el frio llega. Por ello me temía lo que más tarde se confirmó en el auditorio. ¿Llegaríamos al 40% de ocupación? Y a riesgo de ser reiterativo, ¿puede defenderse que existe afición real a la ópera en Navarra cuando un concierto de esta categoría musical deja el auditorio con aspecto tan desolador? Soy cada vez más pesimista.

Lo sobresaliente del concierto ha sido… todo. Una orquesta de una musicalidad notable, con una cuerda dúctil, un bajo continuo de una calidad increíble y un viento-metal de sonido equilibrado. Por cierto, llamativo y significativo que el 65% de la orquesta fueran mujeres y que estas llegaran al 80% en la sección de cuerda. Hay en Gabrieli Consort & Players tanto trabajo detrás y tanta calidad innata que, en ocasiones, Paul McCreesh se sentaba en los asientos librados por los solistas vocales para seguir los recitativos como si de un espectador más se tratara.

King Arthur Baluarte1 IñakiZaldua

Por lo que a las voces se refiere creo sería injusto tratar de diseccionar las voces una a una, rompiendo así lo que el grupo nos vende: trabajo en equipo. Alejándose de cualquier trasnochado divismo, el que ahora era solista luego era coralista y que ahora es coralista, luego tendrá su momento solista. Una labor de camaradería y de solidaridad notables. Quizás, siquiera por dar algunos detalles, señalar que la escena del Genio del Frío (la soprano Rowan Pierce y el bajo Ashley Riches) fue sobrecogedora; o la escena del pastor en la voz de James Way, tumbado en el escenario y siendo reprochado por las dos sopranos restantes de su indolencia. O por citar otro momento, la escena final de Venus en la voz de Anna Dennis, de un fraseo y musicalidad excepcionales. Obligatorio mencionar a los otros tres solistas vocales, la soprano Mhairi Lawson, el tenor Jeremy Budd o el bajo Robert Davies (sustituyendo a Marcus Farnsworth), que en todas sus intervenciones solistas estuvieron a gran altura. E incluso, los dos cantantes que “solo” fueron coro, a saber, el contratenor Christopher Fitzgerald Lombard y el tenor Tom Castle.

Conviene apuntar que aunque la ópera se ofreció en versión de concierto los solistas tuvieron la capacidad suficiente para “dramatizar” algunas de las escenas para hacer más comprensible una historia que, sin conocimiento previo, puede desconcertar a más de un asistente.

Por encima de todos un director feliz, capaz –como decíamos arriba- de sentarse a disfrutar de su grupo y de presentar la canción de los borrachos en un castellano pedestre y ponerse a cantar con sus compañeros lo de Old England, agarrados del hombro como si de cualquier cuadrilla navarra se tratara, tras cenar en la sociedad. Y cada uno de ellos, cantantes e instrumentistas, sacando sorpresivamente sendas pequeñas banderas británica y europea, significándose en momentos históricos para su país contrarios a la postura del Brexit defendida por el chauvinista Boris Johnson. Estoy seguro de que al primer ministro no le hubiera gustado nada ese momento.

Así pues, la Fundación Baluarte, tal y como tiene por costumbre en los últimos años, nos ha regalado un bombón barroco que unos pocos hemos disfrutado y queremos agradecer. En primavera volveremos a tener la oportunidad de degustar otra “pequeña” joya, la ópera Rodelinda, de Haendel con The English Concert y la dirección de Harry Bickett, otro grupo británico que, presumiblemente, nos volverá a dejar con la boca abierta. Y es que como decía un amigo a la salida del concierto que nos ocupa, lo llevan en la sangre. Así pues, solo me queda suplicar a la Fundación Baluarte que si puede, se aleje de los fríos números de asistentes, recaudación y similares, sabiendo que algunos, por desgracia pocos, suspiramos por la siguiente fiesta barroca.