SavallOBC

Debut tardío

Barcelona. 1/5/16. Auditori. Bach: Suite para Orquesta núm. 3. Mozart: Serenata nº 6 “Serenata Notturna”. Geminiani: Concerto grosso núm. 12, op.5. Händel: Música para los Reales Fuegos Artificiales. Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña. Dirección: Jordi Savall.   

Que Jordi Savall estaba en casa se notó desde la magnífica entrada que presentó el Auditori. Pero el carácter festivo de la cita no era sólo por el hecho de que fuera así, sino también por el excesivo tiempo que ha tardado en llegar su debut con la OBC –que ya había colaborado con otros músicos dedicados a este repertorio–, y la expectativa generada por ver a la orquesta en una dinámica diferente que dicho sea de paso, le resulta muy beneficiosa. La elección del repertorio y algunos factores como la invitación de su concertino Manfredo Kraemer buscaban asegurar un buen resultado que llegó en algunos momentos.

La primera parte comenzó con una Suite para Orquesta núm. 3 de Bach de expresión contenida. Destacó en ella el alto rendimiento de los solistas en la obertura, a continuación un fraseo inteligente conducido por Savall que impidió desembocar en lo banal, y después una maderas cálidas que contribuyeron al buen resultado general, como también los metales en la giga final. Se llegó rápido al momento más brillante, porque fue en esta primera parte con la “Serenata Notturna”. En ella el cuarteto de cuerda solista (violín primero y segundo, viola y contrabajo) fue de menos a más y el diálogo con la orquesta sonó equilibrado en todas las secciones. No podemos decir lo mismo de lo que sucedió con el Concerto grosso de Geminiani, en el que varios desajustes y dudas deslucieron el conjunto, y sólo podemos rescatar fragmentos de inspiración y calidad de violonchelo y violín. 

La Música para los Reales Fuegos de Artificio de Händel comenzó como lo que es, una gran celebración –aunque en 1749 la ocasión festiva no acabara bien–, enérgica y esperanzadora en la obertura, con un consistente equilibrio entre cuerdas y metales que no obstante no siempre se pudo mantener. En los pasajes cambrísticos es donde más brilló la musicalidad de las maderas. Un Bourrée sólido dio paso a un Largo bien conducido y a dos últimos movimientos en el que más allá del buen desempeño de metales, la cuerda quedó algo sepultada. Algo más difícil era la asimilación del sonido de las trompas modernas a lo largo de la obra. Aún así, los dos minuetos que cierran la obra fueron una excelente despedida para este debut tardío.   

Para terminar, con un discurso de marcado carácter crítico con las miserias políticas y humanas que seguimos soportando cada día, Savall quiso aprovechar su popularidad para dedicar unas palabras de agradecimiento (a la orquesta) y de reflexión e indignación sobre la situación actual. Coincidiendo en este caso con el 1 de mayo, el director quiso recordar a “tanta gente que no tiene trabajo, tanta gente que lo tiene pero no puede vivir dignamente” y la necesidad de contrarrestarlo alzando “una digna y fuerte protesta”. Pero como despedida, la música, que es siempre la más elocuente. Savall eligió para ello una contradanza de Les Bóreades de Jean-Philippe Rameau acompañadas por las palmas de un público que terminó en pie, deseando que el debut se normalice en forma de una costumbre, aunque Savall lo haya tenido que esperar tanto tiempo.