Orlando CNDM 1

Il Barroco d'Oro

Madrid. 26/01/20. Auditorio Nacional. Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM). Universo Barroco. Haendel: Orlando. Max Emanuel Cencic (Orlando). Kathryn Lewek (Angelica). Núria Rial (Dorinda). Delphine Galou (Medoro). John Chest (Zoroastro). Il Pomo d'Oro. Francesco Corti, dirección musical y clave.

Hace unos meses, al terminar de redactar un artículo sobre los mejores discos vocales publicados en la última década y que pueden leer en nuestra edición impresa, repasé el texto en busca de nombres circunstanciales que apareciesen en más de una ocasión: ahí estaban el tenor José Bros con varias óperas belcantistas, los directores Antonio Pappano o Jirí Behlohlávek con dos grabaciones cada uno, o el pianista Malcolm Martineau con varios recitales de Lied. Coincidencia o no su elección por repetido, un nombre se erigía como muestra del camino bien hecho, de la excelencia, de calidad: la agrupación historicista Il pomo d'Oro. Cuatro eran los discos que se colaban en la lista de los mejores: junto a Joyce Didonato, junto a Ann Hallenberg, junto a Franco Fagioli y junto a Sabata, Cencic y Gauvin en la ópera de Haendel, Tamerlano... ¡Y "nacieron" en 2012!

Han sido ellas y ellos los encargados de presentar en Madrid (última parada de su gira europea, en el Universo Barroco del Centro Nacional de Difusión Nacional) la también haendeliana Orlando, última ópera que el compositor esrcribió para el mítico castrato Senesino, con una trama alegórica, un tanto estática en su acción y sin grandes pirotecnicas, que pasó sin pena ni gloria tras su estreno, recuperándose tan sólo al llegar la segunda mitad del siglo XX. La cuerda de Il Pomo suena tan vibrante como límpida, excelsa y dramática en todo momento, regalando una obertura de esas que te hacen imbuirte en la historia desde el primer compás y con momentos álgidos en cada introducción a las arias del contratenor (para eso Senesino era la estrella del momento en su día) y con meticulosos detalles de gran preciosismo al recoger en música el sentir del texto: las olas negras de Caronte con Orlando, el petirrojo de Dorinda, o los lamentos de Angelica (con estupenda flauta de pico). Unidos a un bajo continuo de excepción y la maestría demostrada por Francesco Corti al clave, de una implicación y concepto soberbios, edificaron una lectura extraordinaria. Todo lo comentado, tal vez, no sea ninguna sopresa para quien acostumbre a seguir a esta formación, pero el hecho es que esta visita a Madrid ha resultado ser una de las mejores, si no la mejor ópera barroca que se ha ofrecido en la ciudad en mucho tiempo, de entre todas las emociones que un servidor recuerda.

Por su parte, el contratenor Max Emanuel Cencic, aunque correcto como Orlando, no pareció mostrar mayor implicación más allá de una cumplidora superficialidad. Lo que podría haber sido una noche redonda, pinchó en su parte por la distancia mostrada en su actitud. Quizá no se encontraba en un buen día, dado que su registro superior tampoco brilló, aunque mostró su habitual desenvolura en las agilidades, con una proyección un tanto escasa, de aquellas que castiga especialmente la acústica del Auditorio Nacional. La noche, no obstante, se reveló mágica gracias a la partiticpación de dos sopranos. Por un lado, la estadounidense Kathryn Lewek como Angelica, quien mostró su implicación como persona y artista con una carta abierta en Platea Magazine, hace pocos meses. Se mostró espléndida en todo momento, recordando a aquellas cantantes de antaño que solían cantar repertorio romántico o clásico, sin ser especialistas en esta época, pero que no renunciaban a cantar Barroco de vez en cuando, como Montserrat Caballé, o Victoria de los Ángeles, por ejemplo. Su canto fue pura elegancia, en la búsqueda contínua de lo exquisito y en pro del drama, con filados y pianissimi por doquier, amén de un agudo brillante, llegando a regalar un extraordinario Non potrà dirmi ingrata que echó abajo el Auditorio, teniendo que regresar al escenario para agradecer los aplausos. A su lado, la Dorinda de Núria Rial, que volvió a demostrar, una vez más, por qué es la reina del canto barroco. Un canto pleno de matices, colores e imbricaciones. Una vis dramática de primer orden, adapatada a las inflexiones que la escritura barroca le regala. Una artista inteligentísima y una voz privilegiada que conoce lo que canta como nadie... con uno de los cantos más elegantes y bellos que se pueden escuchar hoy en día.

Completaban el reparto el estupendo Medoro de la mezzosoprano Delphine Galou, de timbre un tanto mate, pero implicación total en el personaje, y el Zoroastro del barítono John Chest, quien sustituía al previsto Luca Pisaroni y quien se mostró admirable en sus breves intervenciones, con una voz flexible que fluía sin problema por las agilidades requeridas. Con todo, hay que prácticamente sentenciarlo: el de Il Pomo d'Oro es Il Barroco d'Oro.

Foto: Elvira Megías / CNDM.