Janine Jansen Harald Hoffmann

Contención y expresividad

Barcelona. 13/05/2016, 20:30 horas. L’Auditori, Temporada Música de cambra. Obras de Brahms, Bartok, Kreisler i Manuel de Falla. Janine Jansen, violín. Itamar Golan, piano.

Sigue el protagonismo del violín solista femenino en Barcelona, después de las visitas de Mutter, Mullova y Faust en el Palau de la Música Catalana, le tocó el turno ahora a la reconocida holandesa Janine Jansen en el Auditori de Barcelona. No vino sola, ya que se presentó en el ciclo de cámara junto al pianista israelí Itamar Golan, para presentar un programa que incluyó música de Bartok, Brahms, Kreisler y Falla. Mucha expectación ante el regreso de la joven solista, y algo de confusión pues el recital estaba previsto en al Sala principal del Auditori y se cambió a la Sala de cámara Oriol Martorell, elección de mejor adecuación física y acústica todo dicho sea de paso para un programa como el presentado.

Comenzó la velada con la Sonata para violín y piano, número 2 en Do mayor, Sz. 76, una obra en la que el compositor húngaro ya demuestra su característico sonido y sello compositivo. Escrita y dedicada a la violinista húngara Jelly d’Arányi y estrenada con Bartok al piano en 1922 en Londres. Janine Jansen e Itamar Golam se sumergieron en el universo de Bartok con especial complicidad, demostrando conocer bien el lenguaje y estilo, como se puedo apreciar en los famosos pizzicati, sello inconfundible del compositor, que Jansen sirvió con expresividad y rigor técnico. Destacó el extenso segundo y último movimiento, el Allegretto de casi trece minutos, donde la paleta acústica de Jansen recreó crescendi emotivos, acordes como ráfagas y una cuidada línea de dominio del arco y la articulación, relegando el volumen en muchas ocasiones a un fino sonido imperceptible, en contraste con la contundencia del piano de Golam. La nota final en pianísimo cual sonido de un vaso mojado al que se desliza un dedo húmedo por el borde, cerró una ejecución impecable, rematada por una sinestésica imagen de gran efecto cuasi impresionista.

El cambio de estilo y carácter vino con la Sonata para violín y piano, número 2, op. 100 de Johannes Brahms. El marcado carácter lírico de la obra se presentó en un primer moviendo, el Allegro molto, donde el espíritu romántico brahmsiano parece escurrirse a borbotones en la partitura. Denominada también como Meistersinger, por la similitud del aria de Walther de la ópera homónima de Wagner con las tres primeras notas del movimiento, demostró de nuevo la gran complicidad musical del violín de Jansen con el piano enérgico de Golan. Esta complicidad ganó en carácter intimista en el segundo movimiento, el Andante tranquilo, donde la expresividad reconocida de Jansen se plegó en un sonido concentrado casi convertido en un soliloquio virtuoso que arrancó unos espontáneos aplausos entre el numeroso público que llenó la Sala del recital. El Allegretto grazioso (quasi andante) final volvió a ofrecer una lectura llena de carácter, serenidad interpretativa y concentración por parte de Jansen secundada por un piano siempre exacto y expresivo de Golan, dibujando con espontaneidad las melodías de las dos primeras canciones de los cinco lieder op. 105, que el compositor publicó en Berlín en 1888, como recuerda el programa de mano firmado por Anna Costal. Ovación cerrada al final de la primera parte con una audiencia respetuosa y muy atenta. 

La segunda parte se planteó con un carácter más folclórico, iniciado con las preciosas Danzas populares rumanas, escritas en 1915 por Bartok. Obra que sirvió de abanico sonoro para los intérpretes, dejándose llevar por la ligereza cantabile de las minipiezas, la ensoñación del Pe-loc, Andante, el ritmo encendido del Poarga romaneasca y la extroversión sonora final, llena de colores eslavos del Maruntel, Allegro.

Con las tres piezas de Fritz Kreisler, la Marche Miniature Viennoise (1925), el Liebesleid de los viejos aires de danza vieneses (c.1905) y la Syncopation (1926), la simbiosis violín piano, se tornó en diálogo lleno de humor, con demostraciones de fraseos largos y búsqueda de la belleza del sonido por parte de Jansen y una gran empastación de ambos solistas que acabaron casi bailando con las últimas notas de la Syncopation.

Punto culminante del recital fue la Danza española de La vida breve de Manuel de Falla, obra que tanto Jansen como Golan, tienen como pieza estelar de sus colaboraciones. Aquí brillo el dominio del arco de Jansen, la fogosa digitación y limpieza de sonido de Golan para acabar la ejecución con un caluroso aplauso de un público rendido a la catarsis producida por una lectura llena de ritmo e intensidad. Con la versión para solo de violín y piano de la famosísima Suite popular española de Falla, en arreglo del violinista polaco Pawel Kochanski, -única adaptación aprobada por el compositor de la obra original para voz y piano- la violinista holandesa y el pianista israelí, tomaron el camino de la excelencia final con una Nana casi susurrada y llena de melancolía, y un Polo puro sonido ígneo como puntas de una obra final para gozo del respetable. Los aplausos de los incondicionales consiguieron arrancar un último bis, fuera de programa con un ensoñador Après un rêve de Fauré, la versión para violín y piano del hermoso lied para voz y piano del compositor galo. Un final poético para un recital que dejó con buen sabor de boca a la espera de la próxima cita del ciclo de cámara: el jueves 2 de junio con los cuartetos núm. 5, 6 y 8 de Shostakovich, por parte del Cuarteto Casals, cuarteto de cuerda residente en el Auditorio. ¡imperdible!