Capuleti Liceo cast2 

Bellini en la mejor seda vocal

Barcelona. 22/05/2017. Gran Teatro del Liceo. Bellini: I Capuleti e I Montecchi. Silvia Tro Santafé (Romeo), Ekaterina Siurina (Giulietta), Celso Albelo (Tebaldo), Simón Orfila (Lorenzo), Marco Spotti (Capellio). Dir. escena: Vincent Boussard. Dir. musical: Riccardo Frizza.

Sigue siendo el Liceu un teatro de voces, esa afirmación, para algunos un cliché, no deja de ser cierta cuando se presentan títulos como este, una obra maestra belcantista de Bellini, donde la hermosura de la escritura vocal exige unos cantantes de primera y un maestro musical a la altura. La gran tradición de un teatro, que esta temporada ha tenidos cúspides, todavía imborrables, como ese Götterdammerung que se quedará en la memoria liceísta por muchos años, se sigue alimentando de funciones como la presente ofrecida, un regalo de la mejor escritura vocal italiana para cinco voces y una historia de amor inmortal.

Este reparto alternativo al del día del estreno tuvo una feliz velada en las voces protagonistas. De éstas, se trataba de un debut en el Liceu para la soprano rusa Ekaterina Siurina, Giulietta de finura vocal más que destacable. La intérprete, nacida en Ekaterinburgo, supo dosificar su pulido timbre con inteligencia y demostró un estilo adecuado, control del fiato y elegancia canora. La voz corre con facilidad por la sala, el timbre es atractivo y el registro de una homogeneidad y color de belleza ideal para el personaje de la Capuleto. Su presentación con el Oh quante volte estuvo cincelada por todas estas características, además de buena intérprete en escena, en una producción que ya ha cantado previamente. Sus dúos con el Romeo de Silvia Tro Santafé fueron lo mejor de la función. Volvía la mezzo valenciana al teatro de las Ramblas con un papel que es un caramelo vocal para un cantante de sus características,  linea vocal de primera, control del instrumento, estilo depurado y ese timbre característico que la diferencia al punto, con un registro superior seguro, un centro generoso y unos graves de bellos colores abisales. Con su aria di sortita, Se Romeo, demostró la clase vocal de la que hace gala y ha triunfado en Europa, al igual que la Giulietta de Siurina, supo aprovechar los extensos duos de la partitura para sobresalir como intérprete belcantista, empastando a las mil maravillas con la voz de Siurina, pero también con el Tebaldo del tenor canario Celso Albelo, tercer protagonista en discordia de una historia donde el tenor, por razones históricas, todavía no tenia el protagonismo que se le iba a otorgar tan solo unos años años después.

El cantante canario, que viene de debutar este principio del 2016 en el Met de Nueva York como Leicester de la Maria Stuarda donizetiana, precisamente bajo la batuta de Riccardo Frizza, demostró por qué es el cantante español en boca de todos. Naturalidad de la emisión, seguridad técnica, control del instrumento, facilidad en el registro agudo, linea de canto impecable y un color y timbre de voz característicos. Su aria de salida fue un compendio de todas estas características, aunque haya que mencionar que todavía se espera en el Liceu un rol que lo haga triunfar enteramente, pues ni con La Sonnambula con la que debutó en la temporada 2013/14, ni con este Tebaldo ha terminado de cosechar ese aplauso imborrable con el que el público liceísta bautiza a sus cantantes fetiche. Impecables el Capellio y el Lorenzo de los bajos Marco Spotti y Simón Orfila, quienes con sus instrumentos graves completaron la redondez vocal de un reparto sin fisuras, bien conjuntado y de intachable prestaciones estilísticas. Compactos e impecables el coro masculino del teatro bajo las órdenes de Conxita García.

Merece mención especial la labor a la batuta del maestro Riccardo Frizza, pues si bien el día del estreno de la ópera con DiDonato y Ciofi, parecido alargar tempi en demasía, se ha revelado finalmente no solo como un gran concertador, sino también como un excelente acompañante de las voces, una batuta que sabe regular el componente orquestal, con suavidad y tersura para dejar fluir la seductora linea vocal del mejor Bellini. Frizza sabe iluminar las escenas con maestría, suspendiendo la partitura en los momentos clave, como ese dúo maravilloso inicial Ah, crudel, pero también en las arias, o ese finale atmosférico y mágico, donde las voces de los enamorados se desvanecen a otra dimensión donde su amor si es posible. La orquesta titular del teatro ha respondido impecable, con las secciones de metal y viento, de nuevo, en sobresaliente calidad (introducción al aria de Giulietta y finales de acto), continuando con el gran trabajo de una mejora del contingente orquestal que parece, ¡por fin! in crescendo.

La producción de Boussard-Lacroix, podría parecer menos atractiva de lo que la campaña de marketing vende, pero hay que reconocer que muestra la historia con inteligente sentido del less is more, centrándose en el absoluto protagonismo de la escritura vocal, como manda el canon belliniano. Nos muestra una Giulietta siempre al borde de la locura, quizás hacer cantar a la soprano, el aria más conocida de la ópera, encima de una pica de agua, sea la boutade de turno del regista, pero el resultado actoral es convincente, los personajes muestran desde el principio esa fragilidad estremecedora, que tan bien casa con las melodías eternas bellinianas, y el desarrollo de la acción está bien centrado en ellos, con un movimiento del coro orgánico y un trabajo de interiorización de los personajes centrales más que efectivo. Los colores oscuros del vestuario masculino, elegante y gótico, más ese especie de patchwork colorista, de unas figurantes femeninas que parecen sacadas de unas meninas velazquianas del siglo XXI, otorgan a la producción personalidad y le dan el toque de glamour de la firma de Christian Lacroix. En resumen, unas funciones de belcanto de primera factura, con una respuesta a la batuta fina y elegante, una producción efectiva y un reparto sin fisuras al servicio de un estilo vocal irresistible.