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El éxito del equilibrio

Madrid. 09/06/16. Auditorio Nacional. Fundación Ibermúsica. Obras de Britten, Beethoven y Schubert. Murray Perahia, piano y dirección. Academy of St. Martin in The Fields.

Murray Perahia se ha convertido, gracias a sus formas y temperamento depositados en el teclado, en el pianista que a todo el mundo gusta. Ahí tienen su Mozart, su Brahms, su Bach, su Schubert, su Schumann… y la lista podría ser interminable. Él es El pianista equilibrado, y así lo ha demostrado en su nueva visita a Ibermúsica, quien ha confiado a sus manos el cierre de la presente temporada.

Las Variaciones sobre un tema de Frank Bidge, toda una oda cargada de técnica y expresividad sobre el maestro de Britten, vienen aquí escogidas dada la especial relación entre éste último y el propio Perahia, quien no obstante dejó a la Academy of St. Martin in The Fields valerse por si misma ante la partitura. La formación londinense ofreció una versión compacta y timbradísima, plena de contrastes, viva y colorista, capitaneada por su primer violín Tomo Keller, al que quizá podría habérsele requerido mayor empaque en su intervención solista de la Bourée para estar hablando ahora de una versión referencial, máxime en lo infrecuente de su programación.

La Sinfonía Nº8 de Schubert, ya con Perahia en el podio, sirvió para continuar dando buena muestra de las formas y sensibilidades ya comentadas sobre la formación, si bien los contrastes dinámicos fueron acercados a sus extremos, decayendo un tanto el pulso y el fraseo, la naturaleza expresiva propia de Schubert. Y es que el propio Perahia lo afirma una y otra vez: no es un director de orquesta al uso (tal y como tampoco lo es Ashkenazy o lo fuera Menuhin, por ejemplo). Ni siquiera dirige apenas otras formaciones que no sean la St. Martin. Es por ello que la magia vino con Beethoven al final de la noche.

Un Cuarto concierto para piano directamente magistral, como no podía ser de otra manera en manos del pianista neoyorquino, equilibradísimo, matizado, con un balanceo entre mano izquierda y derecha extraordinaria, en el que lo de menos fue que Perahia dirigiese la orquesta, que de hecho se dirigió prácticamente sola, llegando el pianista a indicar tarde alguna entrada. “Ah sí, la entrada”, parecía pensar. El piano le tenía absorbido tanto como al público sus manos. Clarividente pulsación y fraseo en pro de la agilidad de la narración, con las notas falsas que tan sólo la vieja escuela sabe imprimir con tanta naturalidad. Un Cuarto de Beethoven contrastado, expresivo, luminoso, narrativo y siempre cantábile. ¿Se puede pedir más?

La magia del destino ha querido que Ibermúsica cierre la presente temporada con la misma obra con la que abrirá, en apenas dos semanas, la siguiente. ¡Difícil lo van a tener Javier Perianes y la Filarmónica de Viena!