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Nuevos contextos

12/06/16. Madrid. Teatro Real. Temporada 15-16. Ullmann: Der Kaiser von Atlantis y otras obras con nueva orquestación de Pedro Halffter. Blanca Portillo (Narradora). Alejandro Marco-Buhrmester (Emperador). Martin Winkler (Altoparlante). Torben Jürgens (Muerte). Roger Padullés (Arlequín). Sonia de Munck (Bubikopf). Ana Ibarra (Tambor mayor). Albert Casals (Soldado). Oquesta Sinfónica de Madrid. Gustavo Tambascio, director de escena. Ricardo Sánchez, escenografía. Pedro Halffter, director musical.

Que el contexto lo es todo, máxime en la creación artística, parece que lo tenemos claro. O no, a tenor de lo visto y escuchado en el Teatro Real durante las representaciones de El emperador de la Atlántida, de Viktor Ulmann, quizá unas de las obras más ancladas a sus circunstancias de todo el repertorio, y que ha sido aquí esquilmada ante dos visiones complementarias entre sí, cuyo resultado podría achacarse tanto a no comprender la Historia como a pretender ser más que la Historia.

Recogía la idea Joan Matabosch de la Asociación Aragonesa de la Ópera, cuando hace tres años estrenaron en España, en Zaragoza, la turbadora obra de Ullmann y parecía necesitar distinguirse de algún modo. Quizá para ello encargó una nueva y a todas luces innecesaria reorquestación de la partitura al director de orquesta Pedro Halffter quien además se ha tomado la licencia de “crear” dos nuevas obras sobre música ya existente del propio Ullmann para prologar de algún modo la breve ópera. Adagio in memoriam Ana Franck, basado en la Sonata para piano Nº7 del compositor, (al igual que la Pequeña obertura para “El emperador de la Atlántida”) se erigió como un sinfonismo fácil, hiperlento, como un tardorromanticismo cinematográfico de trazo grueso. Unido al recurso fácil y pretencioso de la dedicatoria a Ana Frank, junto a una escena melindrosa y un trabajo de vídeo que iba explicando, a modo de diapositivas de PowerPoint, el periplo de Ullmann, acabó dando la sensación (confirmada por lo que vendría después) de estar ante el trabajo de fin de curso de un instituto.

Minutos antes se escuchó El canto de amor y muerte del corneta Christoph Rilke, con texto de Rainer Maria Rilke, en la voz de una como siempre entregada e inspiradísima Blanca Portillo, quien desplegó un laborioso trabajo de declamación (colores, acentuaciones, fraseo…) ante las complicadas líneas. Portillo podrá gustar más o menos, pero negar a Portillo es negar al teatro, su esencia más pura. Lástima que su trabajo se viera empañado por el sinsentido escénico ideado por Gustavo Tambascio y Ricardo Sánchez Cuerda. Una suerte de batiburrillo de ideas vacías, frívolas y a menudo feas (el trabajo de vídeo durante el monólogo, directamente horroroso) , que restaban protagonismo al contexto de Rilke, de Ullmann, como si se fuese ajeno a ambos, al sentido y al significado.

Y con todo lo expuesto comenzó Der Kaiser von Atlantis, donde brilló un solvente equipo de cantantes, entre los que cabría destacar prácticamente a todos ellos, uno por uno, con especial mención al Altoparlante de Martin Winkler y a Sonia de Munck como Bubinkopf. Mientras tanto, Halffter incluso añadía nueva instrumentación. ¿Por qué? ¿por qué todo esto? No puede llegar a comprenderse como un teatro como el Real (y atención que en la producción están implicados Les Arts y el Maestranza de Sevilla) puede permitirse subir a escena un Ullmann sin Ullmann. Todo él, toda su carga simbólica, todas las referencias encerradas en su música (Mahler, Suk, el himno alemán de Haydn, el cabaret de Kurt Weill…) y con ellas toda la ironía, todo lo grotesco, toda ese encuentro entre la vida y la muerte, la narración de Ullmann, se diluye, desaparece.

Dennos algo que no podamos comprender, que nos sobrepase, emocione, incomode, revuelva en nuestros asientos, que nos cabreen… pero esto, esto no, por favor.