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Jueves sinfónicos: Mayo - Junio 2020

Jueves 25 de junio. Antonín Dvorák: Concierto para violín, op.53. Por Anne Sophie Mutter, Manfred Honeck y la Berliner Philharmoniker.

De rica densidad y color, de iluminado folklore y sublime expresividad, el Concierto para violín de Dvorák toma la senda de Beethoven para sumar con su propia razón de ser en la historia de la música. Una obra romantiquísima que el todopoderoso violinista Joseph Joachim no dudó en rechazar por ser demasiado moderna para la época. Entre su desconocidísimo Concierto para piano y el famoso Concierto para violonchelo, esta partitura de Dvorák sorprende por su encendida, ardorosa escritura. Un grito romántico, cargado de lirismo y fuerza, a la par de Brahms, que hace las delicias de cualquiera, máxime con Anne-Sophie Mutter y la Berliner Philharmoniker. ¡Feliz escucha!

Jueves 18 de junio. Georg Matthias Monn: Sinfonía en si mayor. Por Thomas Füri y la Camerata Bern.

A menudo, cuando hablamos de una generación, o de un movimiento artístico, solemos citar a los autores más consagrados o representativos y nos olvidamos del entremado de nombres que, desde un segundo plano, crearon un tejido que sustentaba el arte de todos los implicados. Es el caso de Georg Matthias Monn, contemporáneo de Haydn, al que podríamos emplazar en la base de la Primera Escuena de Viena, lo que muchos han llamado la "temprana Escuela de Viena". Para muestra, este maravilloso botón que supone su Sinfonía en si mayor, de estilo galante. ¡Feliz escucha! 

Jueves 11 de junio. Hector Berlioz: Le carnaval romain, op.9. Por Colin Davis y la London Symphony Orchestra.

Berlioz sentando cátedra, aunque sea a través de una pequeña obertura. Le carnaval romain, entrenada en 1844, recoge los temas de su ópera Benvenuto Cellini y el ambiente del carnaval romano. Fue escrita por el compositor tras el estreno, un tanto frío, sin el deseo expreso de sustituir la introducción con la que ya contaba la ópera. Estructurada en dos temas, el primero es intimista, con un romántico corno inglés como protagonista. Todo termina transformándose en una frenética danza, juguetona, saltarina (saltarello)... pero sobre todo viva y colorista, donde Berlioz pone a prueba, de nuevo, la orquestación y las formas conocidas hasta entonces. ¡Feliz escucha!

Jueves 04 de junio. Josef Suk: Sinfonía Asrael, op.27. Por Jirí Belohlávek y la Filarmónica checa.

Os traemos una partitura inspirada desde el drama de la muerte, el único inevitable, el único realmente inconsolable. Así lo indica su título, dedicado a Asrael, el arcángel de la muerte. Suk se encontraba de gira por España cuando un fatídico telegrama: Dvorák, uno de los mejores compositores del momento, padre musical de su tierra y uno de los grandes sinfonistas de la historia, había muerto. No sólo eso, además era su suegro y Suk temía por la frágil salud de su esposa Otilia. En estas circunstancias y con la pérdida vital como pulso, Josef Suk comenzó a escribir esta extraordinaria, fantástica y sobrecogedora sinfonía. 

No la había terminado aún cuando tuvo que apartarla de su mesa. Su esposa fallecía. A ella dedicaría el cuarto movimiento, en un conmovedor Adagio. Otro más le sigue para cerrar la obra, en el que el compositor se preguntaba cómo seguir viviendo tras su adiós.

Jueves 28 de mayo. Wolfgang A. Mozart: Sinfonía nº38, K504 "Praga". Por René Jacobs y la Freiburguer Barockorchester.

Los jueves salimos a jugar a lo grandes, por eso os presentamos nuestros Jueves sinfónicos, donde recordaremos sinfonías, conciertos y variantes. En esta primera ocasión, comenzamos con un imprescindible: Mozart, con su Sinfonía nº38, K504, que recibió el sobrenombre de "Praga" al estrenarse allí en 1787. El genio de Salzburgo fue invitado a la ciudad tras el enorme éxito que tuvieron allí las representaciones de su ópera Le nozze di Figaro. Le esperaban multitud de admiradores y curiosos, que abarrotaban el teatro de la ópera, donde se escuchó la obra por primera vez. 

¿Por qué no hablar ya, al menos, del arranque de un pre-romanticismo en Mozart, al escribir su 38? Las cuatro últimas sinfonías del compositor son puro drama e intensidad. Contrastes que le alejan cada vez más de aquellos inicios haydianos y encauzan un camino que Beethoven explotaría al máximo con sus primeras sinfonías.