Scappucci Yasuko Kageyama

Speranza Scappucci: "Los gobiernos deben entender que un mundo sin cultura es un mundo muerto"

Cuando las próximas representaciones de La traviata en el Liceu penden de un hilo, salvo que las autoridades sanitarias de la Generalitat rectifiquen las limitaciones de aforo, hemos conversado con la directora de orquesta Speranza Scappucci, quien empuña la batuta para estas funciones en el foso del teatro barcelonés. La maestra romana, discípula de Riccardo Muti, ha sido desde 2017 la directora musical de la Opèra Royal de Wallonie en Liège, poniendo fin a su mandato allí la próxima temporada, cuando tiene previsto dirigir una nueva producción de Les contes d`Hoffmann.

Regresa al Liceu tras haber dirigido dos representaciones de Attila de Verdi, en versión concierto, en 2018. Supongo que estaba deseando que llegara esta cita con La traviata en el foso, sobre todo en un año como este, lleno de proyectos cancelados.

Sí, para mí el encuentro con la orquesta y el coro del Liceu hace dos años fue una experiencia fantástica. Y desde entonces tenía muchas ganas de regresar a Barcelona, sobre todo para dirigir una producción completa, escenificada, algo que he echado mucho de menos en este año tan complicado.

¿Cómo han discurrido estas dos primeras funciones? Se tuvo que hacer un doble estreno, añadiendo una representación, para poder acomodar a todos los abonados.

Lo cierto es que las dos primeras funciones han salido muy bien. Los ensayos para llegar hasta aquí han sido muy intensos, ya que se han incorporado más sopranos para el rol de Violetta; primero Pretty Yende y Lisette Oropesa y más tarde Ermonela Jaho. También sumamos dos barítonos más para Germont, George Gagnidze y Àngel Òdena, lo que multiplicó los ensayos de conjunto. Pero está claro: cuando se trabaja tanto, con tanta pasión y con tanta profesionalidad como aquí en el Liceu, las cosas salen adelante y salen bien.

No es la primera mujer que dirige en el Liceu, pero lo cierto es que la presencia de una mujer en el foso de un teatro, lamentablemente, todavía se antoja un hecho extraordinario. Por fortuna ya son muchas las colegas de profesión que ven reconocido su talento y compromiso. ¿Algo está cambiando, por fin, para las mujeres en este mundo de directores de orquesta, tan masculinizado?

Yo diría que las cosas están cambiando mucho y para bien. Cada vez más mujeres jóvenes se embarcan en esta carrera y encuentran espacios donde desarrollar su talento. Hay una generación impresionante de directoras ahora mismo en activo. Por eso es tan importante seguir dando oportunidades a quienes tienen esta vocación. El género de una persona nunca debería ser un factor determinante para sus oportunidades.

Ayer el Liceu anunció que tendrá que cancelar todas las restantes funciones de La traviata si las autoridades sanitarias no dan la opción de acoger a más espectadores. ¿Cómo se está viviendo esta situación dentro del teatro? Ciertamente parece una locura que el trabajo de tantas semanas pueda irse al traste de esa manera...

Todos estamos muy preocupados, pero hace tiempo que decidí pensar con optimismo, sobre todo en este año tan incierto. Creo firmemente que no todo está perdido. Es necesario que las autoridades entiendan que un mundo sin cultura es un mundo muerto. Los teatros respetan los protocolos de manera sumamente estricta y no se diferencian de otros espacios de sociabilidad. Por lo tanto, si un teatro tan grande como el Liceu tiene cabida para 2.700 butacas, con mascarillas, distanciamiento y todas las precauciones posibles, no hay razón para que no puedan asistir al espectáculo más de 500 personas. ¡Mi nombres es Speranza, así que no puedo hacer otra cosa que tener esperanza! (risas)

Hablando de La traviata. ¿Por qué sigue siendo una de las obras más inmortales? ¿Qué hay en La traviata que nos habla hoy como ayer, de una manera tan contemporánea?

Traviata apela de un modo directo a las personas de hoy en día porque el tema del amor, las ganas de vivir a pesar de la enfermedad, es algo que trasciende más allá de las convenciones sociales de cada época. El amor nunca pasa de moda. Y la música de Verdi es simplemente perfecta porque sabe ilustrar cada giro teatral de un modo brillante. A cada nota le corresponde un estado de ánimo. En mi caso intento seguir al detalle todo lo que está escrito, cada indicación: si pone vivace o allegro es por un motivo, porque la situación escénica lo requiere. Pienso por ejemplo en la escena de las cartas, un momento creciente tensión por varios motivos: porque se narra una partida de un juego de azar, en primer lugar; porque Alfredo sabe que Violetta estará allí, y eso late todo el tiempo en la música; y finalmente porque Violetta ignora la presencia de Alfredo, lo que desencadena la ansiedad de todo cuanto sucede después. Verdi escribe pianissimo en la música agitada que interpreta la orquesta, que es como un corazón agitado en toda esta escena. Realmente es increible la capacidad de Verdi para precipitar las emociones y tocar el alma a partir de una serie de notas.

 

En nuestra edición impresa de julio publicamos un dossier especial sobre la Ópera de Lieja, en ocasión de su 250 aniversario, incluyendo la siguiente conversación con Speranza Scappucci que ahora recuperamos.

 

¿Cómo llego a Lieja? ¿Cuándo le llegó la propuesta?

Recibí una oferta en el año 2015, para dirigir una producción de Jérusalem de Verdi en la temporada siguiente, la 16/17. Es un título infrecuente, que se hace de tanto en tanto. Muchos la consideran la versión francesa de I Lombardi, pero en realidad es una ópera sustancialmente distinta, con personajes distintos, con un ballet… El caso es que el proyecto me atraía, por la rareza del título y porque sinceramente aprecio mucho el primer Verdi. De modo que acepté la propuesta para dirigir en Lieja en marzo de 2017. Apenas unos meses antes se había anunciado que Paolo Arrivabeni terminaba su periodo como director titular del teatro. Y lo cierto eso que los ensayos para esta producción fueron muy bien, la relación con la orquesta fue muy fácil, muy inmediata. Y tras esas funciones me propusieron asumir el cargo de directora titular. Y estoy muy contenta de haber aceptado, por supuesto. La 17/18 fue mi primera temporada, ya han sido tres desde entonces, y la que acabamos de anunciar, la 20/21 será pues la cuarta y la siguiente ya será la última de mi contrato allí. 

¿No tiene previsto permanecer allí por más tiempo?

No, lo cierto es que mi contrato en Lieja concluye al mismo tiempo que finaliza el periodo allí de Stefano Mazzonis como intendente y director artístico. Él fue el responsable de mi llegada a Lieja. Lo había conocido ya anteriormente en Roma, cuando fui asistente allí del maestro Muti. La regia de esas funciones de Jérusalem la firmó el propio Mazzonis y eso nos permitió intensificar más nuestro vínculo laboral. Él es el director artístico y el director general, de modo que todas las decisiones de programación durante estos años han sido suyas. Es evidente que conversamos sobre los proyectos y los títulos. Pero mis funciones se limitan a lo concerniente a la orquesta y el coro, no me ocupo de la programación.

Desde su experiencia en estos años, ¿cómo definiría la personalidad de este teatro?

Es un teatro con una gran tradición y sobre todo con un pasado reciente muy prestigioso. Gracias sobre todo a Stefano Mazzonis el teatro ha logrado una gran proyección internacional. Muchísimos grandes nombres han pasado por su escenario en este año. Y de nuevo será así en la temporada del 250 aniversario, con Kaufmann, Flórez y tantos otros grandes artistas. Es en todo caso un teatro muy ligado al repertorio italiano y a la ópera francesa. En décadas anteriores hubo más repertorio alemán, pero el mapa de teatros en Bélgica y en toda esta región ha ido determinando una cierta especialización. Nuestro público llega también desde Alemania, Francia y otros países limítrofes. Bruselas tiene su propia oferta, Gante también… y por eso Lieja ha construido su propio perfil durante estos últimos años con Mazzonis al frente. Y lo cierto es que el público confirma la aceptación de este planteamiento. 

¿La orquesta del teatro tiene también su propia actividad sinfónica?

No, en la medida en que existe una orquesta sinfónica propiamente dicha en Lieja, hacemos lo posible por no interferir en su labor. Sí hemos hecho piezas como el Requiem de Verdi, con un desarrollo más sinfónico pero con un planteamiento lírico al fin y al cabo. Pero la orquesta del teatro es puramente eso, la orquesta que actúa en su foso o en sus conciertos líricos. 

¿Qué atmósfera de trabajo encontró en este teatro al llegar aquí como directora titular?

Durante estos años en Lieja me he encontrado con una atmósfera muy familiar, lo que no está reñidos con una extraordinaria profesionalidad. Ha sido muy primera posición como directora titular y no podría haber esperado una relación más fecunda y propicia con la orquesta del teatro y todo el equipo, prosiguiendo el trabajo anterior del maestro Arrivabeni.

En la temporada del 250 aniversario del teatro se ocupará de las representaciones de La traviata y Les contes d´Hoffmann.

Así es. Yo intento hacer siempre la versión integral o al menos hacer un trabajo musicológico particular, como el año pasado con I puritani, que ofrecimos sin cortes. En este caso La traviata será en forma de concierto, tan solo tres funciones con Ciofi, Nucci… y algo de semi-stage. En principio haremos la versión sin cortes de la partitura. Aunque yo no soy una ‘integralista’ por definición; soy flexible en el desarrollo de los ensayos con los artistas, si es preciso encontrar soluciones intermedias. Para Les Contes d´Hoffmann haremos un mixto de varias ediciones de la partitura. En realidad no existe una versión original propiamente dicha de esta obra. Contaremos con una única soprano para los cuatro papeles femeninos, Jessica Pratt. Y será el debut de Celso Albelo con el papel protagonista, con Erwin Schrott completando el elenco.

Foto: © Yasuko Kageyama