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Gustavo Díaz Jerez: "La música clásica sigue viviendo en el siglo XIX" 

Gustavo Díaz Jerez es un hombre de presente y de futuro. Pianista, compositor y pedagogo, su música y su visión sobre ella se sitúa siempre unos pasos por delante al momento vivido. Así se desprende de la conversación que mantenemos con él, a propósito del lanzamiento de su nuevo álbum en IBS Classical, con los libros IV y V de sus Metaludios, piezas para piano donde Díaz Jerez va más allá del propio piano.  

¿Qué es un metaludio? ¿Cuál es su concepto?

Esto fue un proyecto, en realidad, que surgió en 2012-2013. Marta Zabaleta, buena amiga, iba a tocar un recital en el que iba a mezclar Goyescas de Granados con música contemporánea. Me pidió si le podía escribir una serie de piezas. Yo ya tenía escrita una, Imaginary Continuum, que más tarde sería la número tres del primer libro. Después vino el Homenaje a Antonio Soler. Ahí fue cuando Marta me dijo que querría contar con 20 minutos de música para estrenar y, entonces, me puse a escribir el tercero, dedicado a ella: Izar Iluna. Es el primero en el orden final de los discos que ha publicado. En euskera significa "estrella oscura". En resumen, esta es la génesis. Al principio no tenía pensado que las piezas sumasen un todo; después, viendo que su composición me iba surgiendo casi como una necesidad, me animé a darles un nombre. Como, en principio, iban a ser piezas cortas, no quería llamerles preludios o interludios... y al utilizar procesos compositivos derivados de la ciencia, así como técnicas extendidas en su interpretación, quise llamarles Metaludios. Meta por lo que trasciende, por lo que va más allá, y -ludio por ese sufijo que viene a significar divertirse. 

¿Siguen un orden concreto? ¿Por quintas, tonalidades...?

No, no tienen un orden concreto más allá del que quiera darle el intérprete a la hora de tocarlas en un concierto. Su propia coherencia. Que no haya muchas piezas rápidas o muchas lentas seguidas, por ejemplo... quién sabe. Creo que una de las características de mis Metaludios es que son muy diferentes entre sí. Aunque hay una cuestión de base estética reconocible, son muy variados en su sonoridad, rítmica...

¿De alguna manera ha evolucionado su idea sobre los Metaludios desde que compuso los primeros hasta ahora que publica los libros IV y V?

Sí. Sobre todo  ha habido una evolución en el formato, en la forma. Ahora la mayoría son más largos e incluso alguno alcanza los once minutos. No pueden considerarse ya obras de pequeño formato. Además, a mí me gusta hacer agrupaciones propias que suelo comentar. En la partitura indico que pueden agruparse como se quiera, pero yo los reúno como si fuesen una sola obra. Por ejemplo, en el quinto libro hay tres que suelo agrupar: Melussyine, Cassini's Dream (basado en sonidos del campo electromagnético de Saturno) y Belphegor's Prime (un número primo de 31 cifras). Para mí son como una especia de Gaspard de la Nuit, de Ravel. La primera está basada en la historia de una ondina, de una sirena; el segundo no tiene que ver con Le Gibet, porque no tiene su estética tan oscura, pero Belphegor sí que es una especie de Scarbo

Para quien sea "virgen" en esto de la clásica, ¿cómo se hace atractiva la unión de cosas que pueden resutar imponentes como la música, la ciencia o la mitología?

Mire, le voy a dar un ejemplo: hace poco más de una semana di un concierto educativo en el Auditorio de Tenerife, donde me invitaron a hablar de los Metaludios y la ciencia. Para chavales de 4º de la ESO, sobre los 15 años. ¡Flipaban! (Risas). ¡Les gustó tanto...! Después se abrió el típico pase de preguntas, donde ninguno suele preguntar nada, pero ante este repertorio estuvieron como media hora haciéndolo. Se notaba que estaban fascinados. A los jóvenes, yo creo, les atrae más la música contemporánea que músicas de otros siglos. La de ahora la relacionan más con la sociedad en la que viven.

Puede entonces que alguien que no esté familiarizado con la clásica, conecte antes con Gustavo Díaz Jerez, Raquel García Tomás o Unsuk Chin, que con Haydn o Bruckner?

La experiencia demuestra que sí. Con el Quantum Ensemble, en los conciertos que ofrecíamos, la media de edad entre los asistentes era significativamente más baja. De hecho, como anécdota contaré que, una vez, al finalizar un concierto en el que tocamos Brahms y Ligeti, se acercó una chica fascinada con este último. Yo siempre parto de la base, como compositor, de que el que escucha no tiene por qué saber el andamiaje que hay por debajo de la obra. Igual que puede ocurrir con un edificio artístico. Quien lo observa y lo disfruta no tiene por qué saber el cálculo de estructuras que se hizo para levantarlo, o que tipo de viga se ha utilizado. Lo que tiene que ver es el resultado final y disfrutar con ello, aunque, claro, siempre hay un alto grado de subjetividad. La belleza está en el ojo de quien mira o, en este caso, en el oído de quien escucha. En cualquier caso, el oyente no tiene por qué saber más allá para disfrutar. ¡O el intérprete!

¿De dónde viene esa desconexión de los jóvenes con la música clásica, entonces?

Sin duda, el problema viene desde las aulas. La falta de música, no ya contemporánea, sino de todas las épocas, es total. Para más inri, en aquellos lugares donde transmitir las músicas actuales debería ser uno de los primeros deberes, los conservatorios de música, no pasan de Debussy. Como profesor en Musikene, me encuentro con que, en el 99% de los casos, los jóvenes que llegan al Superior de distintos conservatorios, no han tocado nada más allá del compositor francés. Tenemos un problema muy grave en el currículum de la educación musical.

Recuerdo que, en la carrera, la profesora de Historia de la Música, al llegar a Beethoven dio por terminado su trabajo y nos dijo que si queríamos seguir, lo hiciéramos por nuestra cuenta... ¿el problema no viene desde la misma base de la educación: el profesorado y su formación?

Es una pescadilla que se muerde la cola. Hace 20 años, estos procedimientos se podrían, incluso, hasta comprender, pero ¿hoy en día? ¡Cuándo tienes todo el conocimiento al alcance de tu mano! ¡Cuando existe Internet...! Los profesores lo tienen muy fácil para que los alumnos se adentren en las estéticas actuales... pero parecen incapaces. Es inexplicable. Educativamente, el piano es una gran herramienta para que los niños conozcan algo que sería lógico que conociesen. El problema es que se les da una educación sesgada. Diez años de su vida musical negándoseles totalmente el último siglo de repertorio musical.  

 

"A los jóvenes les atrae más la contemporánea que músicas de otros siglos"

 

Su conexión con la contemporánea o músicas del siglo XX, al contrario, surgió desde bien pequeño.

Sí, porque yo tuve suerte. Una casualidad. A mi profesor del grado medio y superior en el Conservatorio de Tenerife, Jesús Ángel Rodríguez, le gustaba la contemporánea. Recuerdo que con ocho, nueve años, ya tocaba cosas contemporáneas de aquel momento, de los años ochenta. Luego también tuve la gran suerte de tener un profesor inglés, con el que iba de vez en cuando, que me enseñó muchísima música "caliente" de la época: Ligeti, Penderecki, Messiaen... Recuerdo que me regaló un cassette con La Pasión según San Lucas de Penderecki y su partitura. ¡Me la aprendí de memoria! ¡Casi como si la hubiese escrito yo! (Risas). Gracias a ellos crecí con una educación mucho más equilibrada. No quiere decir que yo no escuchase músicas anteriores, ¡al contrario! ¡Me encantaba oír Prokofiev, Debussy...!

¿Cómo son esas técnicas extendidas que usted utiliza en el piano para sus Metaludios

Mi proceso creativo incluye, primero de todo, una búsqueda de algún concepto que me atraiga o me parezca interesante; del mundo de la ciencia, la computación, la mitología o la literatura, de lo que sea. No siempre es estrictamente ciencia. A partir de ahí, creo vínculos. Si es ciencia, el vínculo más evidente con la música son las matemáticas. Al final, se trata de una seña de información. Por ejemplo: Cassini's Dream está basada en unos sonidos que grabó la sonda Cassini del campo electromagnético de Saturno. Es algo que, al final, es una cadena de información que se puede representar numéricamente y, al igual que puede representarse un gráfico, también puede hacerse musicalmente. Se hace, en este caso, una biyección, que es una correspondencia de 1:1, entre esa señal de datos científicos y los parámetros musicales. Eso crea el material.

Y luego, ¿entra el arte?

Exacto. Ese material es en bruto. Como si un escultor usa el hierro o la arcilla, que son elementos naturales, o como si usa el plástico o la nanotecnología. Esos materiales, todos, en sí mismos, no son arte. Yo lo que hago, a través de la ciencia, es crear estructuras fuera del tiempo que, luego ya en el proceso compositivo, se modelan y se dan forma. También, siempre, desde la perspectiva del intérprete, que siempre tengo muy encuenta. Habrá gente que, sin escuchar los Metaludios, pueda pensar que son una cosa muy fría, mecánica, difícil de tocar, pero no, al contrario. 

¡De hecho, usted crea unos colores y unos efectos muy sorprendentes!

Como intérprete, es que tengo que tenerlo muy en cuenta. ¡Y luego la electrónica! Es un recurso muy interesante que te permite ampliar la sonoridad. Yo lo hago de manera que, para el intérprete, es muy fácil tocar las obras. La partitura incluye, incluso, códigos QR que te llevan a una aplicación con las pistas electrónicas. Desde el móvil se puede conectar a un altavoz vía bluetooth que se coloca dentro del piano y al que se van enviando las distintas pistas, lanzando la electrónica desde dentro del piano, no como algo ajeno a él.

¿El futuro de la clásica ha de ir de la mano sí o sí con la electrónica?

No necesariamente. Es una herramienta más al servicio de la creatividad del compositor, ¿por qué no usarla? Habrá compositores que no les interese, aunque es verdad que tienes que tener conocimientos, digamos, accesorios al conocimiento musical... pero de todo se aprende, ¡qué estamos en el siglo XXI! De hecho, de facto, la música clásica sigue viviendo en el siglo XIX, porque el 95% de la programación va de mediados del XVIII hasta finales del XIX y es eso lo que se enseña en los conservatorios.

En cierto modo, ¿hay más variedad ahora que en el XVIII? ¿No estaban mucho más atados en los siglos anteriores?

Sí, en cierto punto, sí. Les ataba el lenguaje tonal. Pocos compositores se atrevieron a ir más allá a lo largo de la historia. Carlo Gesualdo, a quien dedico una de las piezas, fue una de ellos. Un personaje muy enigmático y uno de los más interesantes, musicalmente hablando. Uno escucha algunas de sus armonías y parece Wagner. ¿Por qué? Porque no tenía que justificarse ante nadie. Era libre. Otro que puso un pie en el futuro fue Liszt. Brahms, por ejemplo, dio pasos muy poco a poco. Y luego Schoenberg o Berg, por supuesto. En cualquier caso, sí, ahora hay mucha más variedad, algo que es muy bueno, y eso es porque ahora hay muchos más artistas libres, verdaderamente libres.

En este país tenemos a pianistas como usted, como Noelia Rodiles, Juan Carlos Garvayo, Mario Prisuelos... músicos comprometidos realmente con la contemporánea. ¿Entiendo que es una decisión arriesgada dedicarse a ella?

Sí, aunque no debería. Que un músico se dedique a la música de su época debería ser lo más natural. En cualquier caso, cada uno de nosotros hemos tomado la decisión de dedicarnos a la música contemporánea porque así lo hemos decidido. Al menos, en mi caso. Yo he tenido la suerte de que me he sentido muy cercano a la contemporánea desde niño, pero la gran mayoría de artistas han de tomar la decisión personal de tocarla llegado un momento de sus carreras. 

¿Y componer siendo, también, pianista? ¿No teme el encasillamiento, aunque sea absurdo? Usted, al fin y al cabo, tiene, por ejemplo, la Medalla Albéniz.

No, en absoluto. ¡Es que vuelve a ser lo más natural! Beethoven tocaba el piano, estrenaba sus propias obras y, al mismo tiempo, se estrenaban otras piezas en esos mismos programas... de música contemporánea en aquel entonces (risas). De todas formas, a mí lo que más me gusta es mezclar repertorio. Tengo, por ejemplo, un programa titulado "Cinco siglos de música española". En él toco desde Cabezón (siglo XVI) hasta mis propios Metaludios. Y no en orden cronológico, sino mezclado. El público lo agradece mucho. En cualquier caso, lo que más me interesa es difundir mi propia obra. Disfrutarla y que se oiga en vida... a mí post mortem, como dijo Woody Allen: "La posteridad me importa un pito".

¿Deduzco que vendrá, al menos, un sexto libro de Metaludios en el futuro?

De hecho, tengo ya cuatro piezas escritas. No sé cuando terminaré el libro, pero como le decía, la composición es una necesidad vital. No puedo dejar de tener ideas, de preguntarme qué hago aquí, qué siento, qué necesito.