Frances Prat 08 IGOR STUDIO low 

Francesc Prat: “En música, el camino se hace con el trabajo, no con el talento”

El director Francesc Prat encabeza estos días las representaciones de Pierrot Lunaire de Schönberg en el Gran Teatre del Liceu, en una innovadora propuesta que cuenta con el contratenor Xavier Sabata como protagonista. En ocasión de estas funciones, conversamos con él acerca de su trayectoria, desde sus inicios en Montserrat hasta su establecimento en Basilea, donde actualmente dirige La flauta mágica de Mozart. Esta misma temporada debutará también el Palau de la Música Catalana y dirigirá La peste de Robert Gerhard con la OBC, entre otros muchos proyectos.

Me gustaría empezar recapitulando los orígenes de su vocación como director musical.

Yo empecé estudiando música, como muchos chicos de mi edad, en la escuela de mi pueblo, que había sido recién fundada en su momento. El primer punto de inflexión en mi vida musical fueron los cuatro años en la Escolanía de Montserrat. A buen seguro fueron años determinantes para que me dedicase a la música.

En un primer momento mi instrumento, además del piano, era el oboe. Estudié en el Conservatorio Municipal de Barcelona, pues todavía no existía la ESMUC, y de allí me marché a Basilea a terminar mi formación como oboísta. 

El tiempo en Basilea fue clave para que yo me dedicase a la dirección. Yo llegué a Basilea como oboísta y salí de allí como director de orquesta. Tengo el título de oboe y el de composición y por avatares de la vida empecé a dirigir, hasta que me formé también como director y aquello se convirtió en mi profesión. Debo decir que Suiza me dio muchas posibilidades para hacer este camino.

Lo cierto es que tiene una vinculación muy estable con Basilea.

Sí, Basilea es mi centro de operaciones, tanto en música contemporánea como en el teatro, pues estoy allí dirigiendo La flauta mágica. Basilea tiene conmigo una conexión muy personal, casi la consideraría mi casa.

¿Y qué encontró allí que no se haya dado en Cataluña?

De Basilea siempre destaco un par de cosas. Por un lado encontré una confianza incondicional en mí por parte de todos los profesores que tuve, quienes creyeron en mis aptitudes y posibilidades. Y la segunda cosa determinante que aprendí allí es que estas cualidades se tienen que trabajar, con constancia y con humildad. El camino se hace no con el talento sino con el trabajo. En Suiza esto se valora mucho. Yo diría que en Barcelona me educaron el talento, mientras que en Basilea me educaron en el trabajo.

Decía que ahora va a dirigir allí La flauta mágica.

Sí, es un teatro de repertorio, de modo que he dirigido, dirijo y dirigiré La flauta mágica allí a lo largo de esta temporada, en varias ocasiones. 

Apuntaba a estas funciones de La flauta mágica porque quizá su figura como director se asocie más en España a la música contemporánea y a la música del siglo XX, si bien lo cierto es que tiene un repertorio mucho más amplio en su agenda.

Sí, obviamente uno construye su carrera no solo en ciertos lugares sino a partir de ciertas personas. Es verdad que mi vinculación con la creación contemporánea es absoluta desde un primer momento, entre otras cosas porque estudié composición. Pero en mi vida aparece la figura de Ivor Bolton, a quien conocí en El rapto en el serrallo del Liceu, en 2010. Fui su asistente en esas funciones y luego me llevó con él al Teatro Real para seguir trabajando con él en ese repertorio clásico. Bolton me demostró que yo podía familiarizarme también con esas obras. A su lado he aprendido muchísimo y sin duda sin todo lo que aprendí de él, yo no estaría dirigiendo La flauta mágica en Basilea. Bolton es un maestro tremendamente inspirador, de una naturalidad difícil de encontrar.

¿Y qué otras figuras han podido resultar inspiradoras o referentes para usted en el mundo de la dirección de orquesta?

He trabajado de asistente con varios directores, como Sebastian Weigle o Josep Pons, además de Bolton. Tres estilos muy diversos y tres maneras muy distintas de entender la labor del asistente, lo cual fue tremendamente formativo para mí. En cada caso me resultan inspiradores por un motivo u otro, en función de cada proyecto, repertorio, etc. Ellos tres serían mis referencias junto con el padre Ireneu Segarra en Montserrat y mi profesor de composición en Basilea, Roland Moser. En ambos casos los considero mis maestros más allá de la música, a nivel vital. Con ellos aprendí, no a hacer música, sino a ser músico, que es una diferencia muy importante.

Frances Prat 07 IGOR STUDIO high

Actualmente se encuentra en el Liceu dirigiendo un singular proyecto en torno a Pierrot Lunaire, en una versión muy particular con el contratenor Xavier Sabata. ¿Qué nos puede contar de estas funciones?

En primer lugar diría que Pierrot Lunaire es una pieza tremenda, extraordinaria. Cuando la he vuelto a hacer ahora en el Liceu me ha fascinado, te obliga tanto, es tan exigente, en el mejor sentido de la palabra. 

Por otro lado la versión que hacemos tiene varias particularidades, empezando por el hecho de que la parte vocal recae en un contratenor, Xavier Sabata, cuando normalmente es una pieza que cantan voces femeninas.

El proyecto es muy especial también por la propuesta escénica, en la que Sabata ha estado muy involucrado, junto con el equipo de cube.bz Es un proyecto magnífico porque me obliga a ampliar mi zona de confort.

Esto me parece importante, por cierto: no se trata de salir de la zona de confort, como tantas veces decimos, sino de ampliar ese espacio de familiaridad, alejar los límites. No se trata de salir fuera para volver atrás una vez completado el proyecto. Lo importante es que quede algo en tu manera de entender la música y la dirección orquestal tras cada trabajo. Esto te obliga a ser mejor en cada momento. 

Hay obras que te cambian. Por ejemplo el Billy Budd que hicimos con Bolton en el Teatro Real. Aquello fue memorable, me cambió de manera inevitable. Y con este Pierrot Lunaire creo que sucede algo parecido. 

Además es un lujo trabajar con los músicos de la orquesta de Liceu, de un nivel magnífico. Es una música, la del Pierrot, en la que no te puedes esconder. Esta siendo un viaje maravilloso el de estas funciones.

Para terminar, ¿qué otros proyectos importantes tiene en su agenda a corto y medio plazo?

Hay muchas cosas por venir, pero me gustaría resaltar La peste de Robert Gerhard que haré en marzo con la OBC. Precisamente era un proyecto previsto tiempo atrás y no se pudo hacer a causa de la peste, por culpa de la pandemia. Me emociona mucho, por la pieza, por su autor, por ser con la OBC… 

También seguiré en Basilea con La flauta mágica, por supuesto; es un gozo hacer Mozart allí. Y en Barcelona volveré a la ESMUC y debutaré en el Palau de la Música Catalana. Es un año que me hace mucha ilusión, haciendo el triplete en el Liceu, la OBC y el Palau de la Música. 

También tengo varios conciertos en Suiza con el “Ö! Ensemble für neur Musik”, del que soy principal director invitado, con obras de Xenakis, Glass y Hosokawa, así como diferentes proyectos con la GIO Symphonia y la Orquestra de Cambra de l’Illa de Menorca. Estoy vinculado a ambas como director artístico y con ellas estamos haciendo un camino muy personal que me permite poner en música muchas ideas sobre el repertorio y el formato de concierto meditadas y maduradas durante años. Y para la próxima temporada hay aventuras estupendas de ópera y concierto, que espero poder compartir en breve.

Fotos: © Igor Cortadellas