220722 Jaume santonja 3© Neus Albero.

Jaume Santonja: "Todo director de orquesta tiene un punto de kamikaze"

El director valenciano Jaume Santonja prepara una nueva temporada donde su nombre volverá a unirse al de las grandes orquestas de nuestro país: Sinfónica de Tenerife, Filarmónica de Málaga, Sinfónica de Castilla y León o la Orquesta Nacional de España. Hablamos con él de los programas escogidos, pero también de la figura del director y su relación con las formaciones, de sus inicios, del presente que viven las batutas en nuestro país, las bandas valencianas o su futuro como nuevo Principal director invitado de la Sinfonica de Milán.

Forma usted parte de una serie de generaciones donde, digamos, las figuras de directores de orquesta españoles han "eclosionado" en nuestro país.

Es cierto, pero no sabría decirle por qué exactamente. Quizá, también, porque ahora se conoce a más músicos gracias a las redes sociales y a la cantidad de programaciones que hay. Antes sólo conocíamos, realmente, a los punta de lanza, a nombres súper famosos. Ahora conocemos a todos los, llamémosle, estratos de la dirección orquestal, no sólo a la gente verdaderamente top. De cara a la visibilidad, el circuito se ha ensanchado. Es algo que siempre ha existido, pero antes ese circuito era más underground, no tan conocido. El otro día, por ejemplo, hablaba con un amigo sobre el fútbol femenino. Ahora se le da más voz, más visibilidad y hablamos de ello porque lo conocemos, pero ya existía de antes, aunque sin este apoyo, también mediático. Es mejor así. Si no, parece que sólo es director de orquesta el que acude regularmente a la Filarmónica de Los Angeles.

Por otro lado, creo que también se debe, es evidente, a la explosión de España como potencia de música clásica. Es algo que no está ocurriendo en otros países. Yo, por ejemplo, he estado viviendo en Bélgica y he podido ver como allí la música clásica ni se educa, ni se trata del mismo modo que aquí. Sólo hay que ver las jóvenes orquestas españolas. El nivel que tienen y lo bien que trabajan. Por eso luego las audiciones para las orquestas europeas están copadas de nombres españoles. Seguro que no se está haciendo todo bien, pero algo bien se está haciendo, seguro.

Con todo, este gran momento parece no explotarse o darse a conocer para el grueso de la sociedad. Como si fuese algo que sólo sabemos apreciar en el pequeño circuito de la clásica y no le diésemos la relevancia necesaria.

Sí, aunque no sé cómo podríamos darle esa relevancia. Al final, es una cosa que se hace bien y la relevancia ya es que los jóvenes españoles están ocupando plazas en todas las orquestas. E, igualmente, que las orquestas españolas se están llenando de músicos españoles muy top. Se han educado aquí, salen fuera, pero cuando vuelve son intérpretes de gran nivel. No sólo de España, sino del mundo. Sólo faltaría que ese circuito de orquestas tuviesen el respaldo que de verdad merecen.

Comparaba la situación de las batutas con el fútbol femenino... y lo que sí es cierto es que en España no se ven apenas directoras de orquesta.

Ya. Se van viendo nombres, pero desde luego no los sufiecientes ni como en otros lugares. Mi impresión es que el circuito español es demasiado hermético. Ya para cualquier persona, sobre todo el de las temporadas sinfónicas. Si es así para nosotros, imagínese para ellas. Quizá sea una cuestión ya general, cultural o de las organizaciones en sí mismas. España es muy hermética y debería abrirse más... Así se pierden oportunidades, pero que las mujeres acaben dirigiendo también aquí es algo que va a ocurrir, quieran o no quienes toman las decisiones.

Centrándonos en su carrera. Usted viene de la percusión, ¿cómo llegó la música a su vida?

No vengo de una familia de músicos, en absoluto y provengo de un pueblo muy pequeñito. La música llegó a mí porque la sentía por las calles, gracias a la banda. Yo soy un producto de las bandas de música valencianas. Totalmente. Lo que me cuentan es que con tres años yo ya pedía un tambor, ¡pero un tambor de verdad! ¡Nada de juguetes! (Risas). Por suerte, mi familia siempre me apoyó en todo, nunca me pusieron una sola pega. Mis comienzos fueron algo sencillo, sin embargo, algo que recuerdo como muy naif.

Abrir brecha con la música en una familia sin músicos, a pesar del apoyo, no deja de tener cierto hándicap, ¿no?

Un hándicap quizá no, pero a veces pienso que las cosas pasan porque pasan y, quizá, si yo hubiese empezado con un violín, ahora no estaría donde estoy. Quizá por eso empecé por la percusión. Es algo que, si te cansas de un instrumento, puedes irte a otro. Siempre hay un estilo, una técnica distinta que explorar y abordar a través de ella. Ese abanico gigante de posibilidades que te ofrece la percusión siempre me apasionó. Te ofrece el no aburrirte. Si mis padres hubieran sido concertistas de piano, seguramente tendría ahora otro background, pero mi historia es la que es y no puedo cambiarla.

¡Y para qué cambiarla! Ese abanico de la percusión del que me habla, parece desarrollar una conexión perfecta con la dirección de orquesta. Batutas que han salido de ella son la suya, pero también en nuestro país Gustavo Gimeno o Andrés Salado, por ejemplo.

¡Y nuestro gran referente: Simon Rattle! Técnicamente, seguro que hay una conexión entre la percusión y la dirección de orquesta. Siempre me había gustado esta última, ciertamente. De niño jugaba a escribir canciones populares y dirigirlas para las bandas de mi pueblo. Cero presión y expectativas, ya digo, como un juego, un laboratorio. Más adelante, cuando me puse a estudiar dirección ya en serio, rápidamente me di cuenta que la relación entre dirigir y tocar percusión es absolutamente directa. Luego hay otra parte que nada tiene que ver con ella, más de repertorio, conocerlo, dominarlo: estilos, instrumentos... Ahí no se deja nunca de estudiar.

Regresando brevemente a las bandas, ¿siguen estructurando la realidad musical valenciana?

Sí. Por lo menos, a un nivel más descentralizado. Antes de la pandemia regresé con mi familia al pueblo y le puedo decir que aquí la banda mueve todo. Todo pasa a través de ella y de forma muy organizada y orgánica. Son organizaciones con muchos años a sus espaldas. La banda de mi pueblo son ciento y pico músicos. Luego, además, hay otra más pequeña. Yo me voy a tomar algo a la plaza del pueblo con mis amigos y, aunque ninguno se dedique a la música profesional, todos han pasado por la banda, tienen un instrumento en casa y saben leer música. ¡Es algo alucinante! ¡Algo único que no pasa en ningún otro sitio! Y que sólo consigue la banda y la tradición.

Suena a utopía.

¡Pero es que es así! Si yo quiero organizar un concierto en mi pueblo, lo primero que hago es hablar con la presidencia de las bandas. Y ya no es sólo los músicos, sino que a través de las bandas te encuentras las puertas abiertas en todos los ámbitos. De pronto tienes locales de ensayo disponibles, instrumentos, gente del pueblo con furgonetas que se dedican a otras cosas, pero que ahí los tienes ayudándote con las marimbas, las arpas y los timbales... incluso de otros pueblos. Se genera así un entramado de personas implicadas en la música que acaban siendo melómanas... que me parece súper bonito.

¿En qué momento se dijo a sí mismo: necesito expresarme a través de la dirección?

Con la batuta fue algo más tardío, pero un momento, yo diría que muy importante en mi vida y en mi carrera, fue mi llegada a las jóvenes orquestas. Todavía estudiaba en el Conservatorio de Grado Medio en mi pueblo y salieron unas pruebas para la Joven Orquesta de la Comunitat Valenciana. Fui con unos amigos, yo con 16 o 17 años, sin coche siquiera... y el caso es que me cogieron. Recuerdo que nos llevaron a València, a un hotel... para mí era toda una experiencia. Tocamos Scheherezade, de Rimsky-Korsakov. Recuerdo llegar a mi casa y decirle a mi padre: "¿Quién es Korsakov?" ¿Qué acaba de pasar aquí? (Risas). Evidentemente, ya le conocía, pero no llegaba aún a ser consciente de toda su grandiosidad. Es una espiral que también tiene la banda. En aquel momento nos pusimos a buscarlo en discos... Fue un cambio grande. A partir de entonces, toda mi vida se estructuró gracias a las jóvenes orquestas. Me fui a Barcelona a estudiar a la ESMUC y toqué de extra con la OBC y con la Jove Orquestra Nacional de Catalunya, que tienen un proyecto pedagógico fantástico. Allí conocí a Gustavo Gimeno, que vino de coach de percusión y con el que terminé estudiando en Ámsterdam... ya era gente que tenían una visión global. Saber por qué haces las cosas, en qué contexto, abriéndote la mente.

¿Cuando llegó, pues, el cambio a la batuta?

Vino con mi plaza de percusión en Amberes. Era algo que cada vez me interesaba más y, por tener inquietudes y seguir aprendiendo, me apunté de nuevo al Conservatorio. Siempre me ha gustado estar involucrado al máximo y, de alguna manera, necesitaba más y más intensidad en mi relación con la música. Coincidí de nuevo, que le mencionaba usted antes, con Andrés Salado, quien también comenzaba a hacer sus cosas y me convenció para ir a Extremadura, donde había una buena plataforma para directores emergentes. Comencé, pues, de asistente en la Joven Orquesta de Extremadura y de ahí a asistente de la OEX.

Y llegó Birmingham.

Sí y en un momento de mi carrera que no sabía muy bien qué iba a pasar conmigo; me sentía algo estancado, la verdad, y entonces llegó una prueba para ser asistente de la City of Birmingham Orchestra. Ya había trabajado con ellos como percusionista en pruebas, lo que permitió tocar con Andris Nelsons y participar en varias grabaciones. Fue una experiencia espectacular. Gané la plaza, con un contrato por dos años a tiempo completo y supuso el impulso que necesitaba. Tirarme a la piscina.

Hasta hoy en día, donde se presenta con una variedad de orquestas durante la próxima temporada y un repertorio que podríamos llamar "ecléctico". ¿Es algo buscado? ¿Tiene un mapa en la cabeza de lo que le gustaría ir dirigiendo?

No siempre. Ciertamente, me gusta ofrecer programas que tengan algo, que sean interesantes. Me he dado cuenta que es muy importante cómo conoces a una orquesta y, para eso, el repertorio escogido es fundamental. Ocurre muchas veces que los programadores de orquesta o gestores te preguntan cuál es tu repertorio y, sinceramente, tengo que responder: no lo sé. Yo todavía no sé cuál es el repertorio en el que, digamos, rindo mejor. Por desgracia, el covid nos afectó a todos de muchas maneras y muchas oportunidades y trabajos que iban a tener lugar no sucedieron. Supuso, yo creo, un cambio radical en el planteamiento de muchas carreras. No me quejo, para nada. Todos hemos sufrido con lo sucedido en estos últimos tiempos y esto no es la peor de las consecuencias.

Ahora mismo, cuando me plantean o me planteo un programa, me pregunto a mí mismo si me veo haciéndolo y si me apetece. La verdad es que, casi siempre, hemos llegado a acuerdos fáciles con los programadores para cerrar cosas. En otras ocasiones te ofrecen un programa muy cerrado y concreto. Entonces tienes que valorar si te merece la pena ir, que te conozcan... Hay veces, muy pocas, en las que luego reflexionas y piensas que, quizá, no deberías haber hecho cierto programa, ya que no has podido mostrar bien tus cualidades por la razón que sea. Siempre es complicado.

En cualquier caso, su repertorio es algo que se acabará definiendo con el tiempo...

Exactamente. Y hay dinámicas y oportunidades que, por mucho que tú tengas pensadas o planificadas, llegan momentos como los vividos como el covid, ya digo, que te trastocan todos los planes. Me vi haciendo cosas que no tenía en mente hacer... ya no por mí, sino que por cuestiones de seguridad, por ejemplo, las orquestas no podían tocar otras cosas. Es cierto que mi próximo repertorio, para esta temporada que viene, es ecléctico, pero estoy contento de que lo sea porque es, también, una reacción a todo lo vivido. Estos últimos meses, por ejemplo, los últimos cinco o seis programas que he hecho han sido con coro. Es una respuesta a las restricciones que hemos vivido. Obras grandes, estrenos...

¿Se ha de dirigir todo el Beethoven sinfónico, por ejemplo para dirigir Mahler? ¿La dirección de orquesta necesita, sí o sí, un recorrido cronológico?

A mi estas generalizaciones no me gustan. La cuestión es: ¿a qué nivel dirigir Mahler? Lo que está claro es que cualquier persona, incluso Klaus Mäkëlä, no va a dirigir el mismo Mahler que el de dentro de unos años y el de cuando tenga cincuenta años. ¡Y esperemos que así sea! ¿Y quién duda de que Mäkelä no pueda dirigir Mahler ahora mismo? Al final, cada uno tiene su propia experiencia vital y sus capacidades para dirigir lo que sea. Antes, sí, quedaría muy bonito afirmar eso de que no puedes dirigir algo sin haber pasado antes por otras partituras... Yo respeto muchísimo a los directores que prefieren no dirigir ciertas obras o autores por la razón personal que sea, pero no es algo que tenga que ver con la cronología El respeto es el respeto a la partitura. Tómate el tiempo que necesites para afrontar una obra. Sean los años que sean.

También es cierto que, al principio, cuando me preguntaban si me atrevía a dirigir una obra o un programa, decía que sí sin pensármelo. Ahora mismo, a lo mejor pienso sobre ello y me llamo loco a mí mismo (risas). Quizá vaya con mi manera de ser, hay obras que sólo por tenerlas entre mis manos, aunque fracasara, intentaría dirigirlas. ¡Soy un poco kamikaze! (más risas).

¿El director de orquesta tiene que ser un kamikaze?

Sí, yo diría que sí. ¡Todo director de orquesta tiene un punto de kamikaze! Hay un momento en la toma de decisiones donde no has de pensar demasiado; si no, esta carrera sería imposible. Cuando te das cuenta de la responsabilidad que tienes, el vértigo es importante. Al final, tienes que pensar en música y lo demás... va desarrollándose solo. A veces va muy bien. A veces va muy mal. Lo que hay que hacer es prepararse para todo lo que pueda ocurrir.

Hablando de preparar... ha preparado un programa muy llamativo para la Sinfónica de Tenerife en la 22/23.

La temporada pasada ya estuve en Tenerife y tuve una semana fantástica. Todo fue súper bien. Cuando mi agente me dijo que si quería volver y que pedían un programa con nombres conocidos, organicé precisamente eso, una oferta de nombres, pero intenso, con obras que quizá uno, a priori, no se imagina. Es algo tétrico, sí, pero por eso terminamos con esa elevación a los cielos de Richard Strauss, a través de su Muerte y transfiguración. Sobre todo, lo que pretendo con este programa es concluir con una mirada serena, lo más positiva posible ante la muerte.

Creo que tras lo peor del covid, ahora es cuando empezamos a estar preparados para volver a mirar a la muerte a través de la música.

Totalmente. De todas formas, construir un programa siempre es complicado. En muchas ocasiones es una cuestión de sensaciones. De hecho, propuse ese programa allí porque, como le decía, el año pasado salí con una energía muy positiva tras mi trabajo con la Sinfónica de Tenerife. De pronto es como que te atreves a plantear lo que llevas tiempo queriendo dirigir. Las cosas tienen que funcionar así, también.

Lo cierto es que usted regresa a las orquestas donde debuta.

Sí. Bueno, no siempre, pero del año pasado una de las cosas más positivas que saco es que las orquestas quieren volver a contar conmigo. La mayoría de ellas, al menos. Bien directamente a través de una reinvitación, o a través de compromisos más adelante. Y siempre con un feedback positivo.

Vuelve, también, a la Orquesta Nacional de España.

Sí, estoy muy contento. Lo hago tras el ciclo suyo donde los nuevos directores podemos presentarnos. Fue una experiencia muy buena, con la orquesta tomándoselo muy en serio, incluso ya desde la organización. Los programas no fueron lo que debían ser por el covid, pero soy muy consciente de la intencionalidad que tenía la OCNE de que esos conciertos fuesen debuts por todo lo alto. Te daban carta blanca y querían de verdad que tú brillaras, que tuvieses una oportunidad de primera. Eso me parece espectacular. Ciclos así son súper necesarios.

Le he escuchado decir que para usted el sonido lo es todo. Entiendo que hay más cosas, pero ¿el sonido es la meta?

¡Siempre! Es, de hecho, la primera meta que te ponen cuando estás estudiando para ser músico. O, al menos, la que a mí me pusieron. ¡E imagínese con un instrumento como la percusión! Yo he tenido mucha suerte con los profesores que he tenido, vaya. Me recuerdo de niño, niño, niño, cuando mi padre me llevaba a tomar clases de percusión a Alicante, con el catedrático de allí. Era un hombre que nos hacía tocar el tam-tam y después nos invitaba a pensar y reflexionar sobre el golpe que habíamos dado. ¡Cosas que en el momento te parecían psicópatas! (Risas). Sin embargo, en realidad, es prácticamente lo mismo que hace una persona cuando está estudiando un instrumento de cuerda y está pasando el arco de arriba a abajo.

Al final, como director, nosotros no manejamos el sonido directamente; desde el punto de vista técnico, quiero decir. Yo intento ser lo más práctico, siempre. No es lo mismo hacer un concierto de verano al aire libre por las calles de Italia, por ejemplo, que hacer un concierto de temporada con la Orquesta Nacional de España, en el Auditorio Nacional. Al final, lo más difícil, en el poco tiempo que tenemos, es llegar, conectar con la música, identificar el sonido que somos capaces de alcanzar e intentar exprimirlo al máximo. Digo difícil, porque luego, en la práctica, siempre pueden surgir trabas. A mí me gusta pensar que yo no quiero tener un sonido mío, propio, sino que hay que ir a cada lugar donde vas a dirigir, escuchar cuál es el sonido que ellos tienen y, a partir de ahí, trabajarlo para que sea el mejor posible. Un director debe pensar en las sonoridades concretas y no tender a la generalización. 

¿Son tips que uno se pone para no caer en la frustración? ¿Cómo se trabaja la frustración a la hora de construir un sonido siendo director de orquesta?

La frustración, primero de todo, se trabaja dependiendo de cómo se encuentre uno. Lo más complicado, ya le digo, es conectar. Es muy evidente cuando ocurre y es muy difícil llegar a saber cómo hacerlo cuando no ocurre. Además, hay que conectar no sólo con el sonido... porque se puede conectar con el sonido y se puede incluso ver, además de escuchar, cómo un director lleva el sonido donde quiere, estableciendo una conexión personal de entre cada músico y tú mismo. Mirarles y saber que estás en la misma dirección. Ahí es cuando viene la parte de este trabajo que no tiene que ver con la música, que es el aspecto social y que para mí es súper importante. 

¿Cómo ha resultado su paso como Director Asociado en la Euskadiko Orkestra?

Mi relación con ellos comenzó de forma curiosa, porque surgió por el covid. Por la casuística de que yo me volvía a casa por la pandemia, volviendo desde Inglaterra al ver que todo pintaba mal. De pronto estaba en España, donde tenía pocas conexiones, mientras me seguían llamando de Inglaterra para hacer grabaciones y colaboraciones. La Euskadiko Orkestra estaba buscando a alguien, digamos, para tener a mano. Me reuní con Robert Treviño, quien había visto mi master class con Ádám Fischer en Concertgebouw y pronto empezamos a trabajar. Si no me equivoco, la Euskadiko fue una de las primeras orquestas europeas que se puso a hacer cosas, emitir conciertos grabados por Internet y demás. De alguna manera, me abrieron sus puertas a ciegas y se lo agradezco mucho. Tuvimos una gran conexión desde el principio. Fue genial e hice de todo con ellos: ensayos, asistencias, dirigir conciertos de temporada... Son una orquesta fantástica, con un sonido de cuerda de mucha calidad y una formación de oficio, haciendo país de verdad, con estas giras por Bilbao, San Sebastián, Vitoria, Pamplona... que les da, además, tiempo a evolucionar sus programas. Es algo que no ocurre en el resto del país. Estoy orgulloso de haber sido parte de esta familia y espero que nos sigamos encontrando.

Y de ella, a Milán como Principal director invitado de la Orchestra Sinfonica di Milano.

Correcto. Empiezo ahora y tenemos plan para dos temporadas. Les conocí antes de la pandemia por una sustitución de última hora y creo que van a vivir un cambio general importante. Me presenté con ellos con un programa de Tchaikovsky y todo fue súper bien. He encontrado mucho respeto, mucha respuesta profesional a todo lo que yo pueda hacer o plantear. La última vez con ellos también dirigí Tchaikovsky, la Primera sinfonía y el Concierto para violín con Alena Baeva. Fue fantástico y el director me explicó que querían comenzar una nueva época, incluyendo cambio de nombre e imagen. También cambiar el director titular por un grupo de directores con el que mantener una relación estrecha. Es algo que me parece muy interesante. A la larga, muchas veces también me han preguntado si es necesaria la figura de un director o directora. Yo siempre digo que depende. Del director, la orquesta, la relación que tengan... pero, el perfil en sí de director titular, quizá, en algún momento desaparezca.

Foto: Neus Albero.