Sabina Puértolas: "Hay un prejuicio con la edad de las mujeres en la lírica"

* Entrevista realizada durante la segunda mitad de septiembre y recogida en la edición impresa de octubre de Platea Magazine.

Nacida en Zaragoza por azares, aunque creció en Navarra, en su querida Tafalla, la soprano Sabina Puértolas lleva dos décadas y media peleando por labrarse un hueco con nombre propio en la lírica de nuestro país. Y a la vista está que lo ha conseguido, con un repertorio amplio y variado, del Barroco a la zarzuela pasando por el bel canto. Acaba de publicar su primer disco en solitario y afronta una temporada cuajada de compromisos importantes: Manon de Massenet en Oviedo y Tenerife, su primer Don Pasquale en Chile, Rigoletto en Bilbao, Bohème en Las Palmas, Traviata en Jerez y Doña Francisquita en la Zarzuela. Conversamos aquí con una de las sopranos españolas más destacadas y requeridas del momento, para conocer más de cerca sus comienzos y sus anhelos.

Empecemos por su agenda más reciente. Acaba de cantar Manon en Oviedo y ahora llega Norina en Chile, su primer Don Pasquale. ¿Estaban ambos papeles en su agenda, precisamente ahora?

Yo nunca he anticipado mucho mis planes. Tampoco he tenido siempre la oportunidad de escoger lo que quería cantar. Además, al haber hecho tanto barroco el tiempo de estudio es enorme. Debutar dos o tres papeles por año es agotador, es mucho trabajo de estudio.

Es curioso el desarrollo de su trayectoria, desde luego, porque ha hecho mucho barroco como mencionaba, también música española, tras unos comienzos muy belcantistas.

Sí, cuando me fui a estudiar a Italia con Carlo Bergonzi yo era más belcantista que cualquier otra cosa. Yo descubrí el Barroco en una producción de Poppea con Christophe Rousset y le estoy tremendamente agradecida por abrirme esa puerta. Y es que yo el Barroco no solamente lo he utilizado para tener trabajo sino también para abrir mi mente a la hora de cantar en cualquiera de los otros repertorios que hago. Creo, honestamente, que tengo la musicalidad que tengo gracias a mi paso por el Barroco. Es una manera de cantar muy singular, muy libre. 

Suena un tanto paradójico esto que cuenta porque mucha gente sigue viendo el Barroco como un terreno muy especializado y cerrado, pero usted lo describe como un universo de enorme libertad.

Es mi impresión, sí. Obviamente hay diversas técnicas de canto barroco , diversos maestros también… y cada uno te pide algo concreto. Pero yo he cantado música barroca muy a mi manera, creo, muy con mi voz, con mi cuerpo, con mi línea de canto, ya digo, de matriz tan belcantista.

Desde su punto de vista, con el paso de los años, ¿diría que su instrumento ha cambiado mucho o poco?

Yo diría que no tanto, la verdad, creo que mi timbre es muy reconocible y la voz si acaso ha ganado algo de cuerpo y presencia en el centro y en los graves, pero esto es algo normal que viene con la edad. No he tenido grandes crisis vocales, creo mantengo el agudo en forma… yo siento mi voz como siempre, la verdad. 

Tampoco fue nunca una soprano ligera, ligera… 

No, empecé como lírico ligera, pero yo no he sido ligerísima, digamos. Mi voz siempre ha tenido brillo en el agudo pero un punto oscuro en el resto del instrumento.

Con un instrumento que ha cambiado poco, ¿cómo se plantea debutar o no determinados roles? Lo digo por esta Norina que le llega ahora en Chile. Hablamos de un papel que a menudo cantan sopranos al comienzo de su carrera. 

He debutado tantas cosas, de tantos estilos diferentes y sin planificarlo… que realmente no me paro a pensarlo. Obviamente cuando me propusieron debutar Norina, me dije a mí misma si sería una buena idea a estas alturas… Pero la propuesta llegó de un teatro amigo y rodeada de buenos colegas, así que no me lo pensé demasiado. Evidentemente ahora mismo mi cuerpo me pide más un papel como Manon, más dramático, más sufriente… Y con Norina estoy reviviendo un poco mis orígenes belcantistas. Donizetti es muy meticuloso, se afronta de manera muy distinta al barroco, donde la intuición es básica. Aquí el recitativo es muy complicado, es exigente. Está siendo un proceso intenso pero me gusta los retos, me gusta aprender cosas cuando me siento a estudiar.

Le preguntaba por debutar Norina precisamente ahora, en este momento de su carrera, porque tengo la impresión de que a menudo somos muy cuadriculados a la hora de valorar en qué momento se deben cantar tales o cuales obras. Hay como una serie de reglas preestablecidas pero cada carrera es un mundo…

La gente está muy aburrida (risas). Si yo decido hacer Norina, nadie tiene porque cuestionarlo. Me apetece, me llega ahora, no me la habían propuesto hace veinte años… ¿Cómo voy a decir que no a un Don Pasquale en Chile con Evelino Pidò y Celso Albelo? 

Y con esa forma tan abierta de pensar su propia vocalidad, ¿hacía dónde cree que va su agenda? ¿Hay algún papel que quiera debutar o retomar?

Hay dos roles que vienen ahora y que son importantes. Uno de ellos es Traviata, una ópera que yo hice muchísimo al inicio de mi carrera. La última vez que la canté fue hace ocho años en Lieja, haciendo el segundo cast de Annick Massis y me apetece mucho retomar el rol, precisamente por mi estado anímico, por mi forma actual de encarar un personaje con esa evolución dramática. Creo que ahora puedo hacer una Traviata muy solvente, vocalmente hablando. 

Y el otro papel es Anna Bolena. Va a ser una Bolena mirando hacia atrás, mirando a las raíces del bel canto, con una orquesta más reducida, con cortes razonables y bien rodeada, con una colega como Maite Beaumont, que canta precisamente como yo, con mucha línea. Será la próxima temporada, pero todavía no le puedo decir dónde.

Al hilo de esta cuestión de la madurez vocal, que viene atravesando nuestra conversación desde el principio, tengo la impresión de que no valoramos de igual manera la madurez en el caso de cantantes masculinos y femeninos. Me refiero a que un cantante varón en su madurez, parece que afronta sus mejores años; en cambio, una cantante mujer parece que comienza su decadencia. ¿No le parece muy injusto?

Absolutamente. Mi amigo y colega Celso Albelo y yo somos de la misma generación y el otro día hablábamos de este tema precisamente y estábamos muy de acuerdo: él parece que tenga por delante veinte años más de carrera y si la gente supiera mi edad, dirían que me quedan cinco años en activo. Esto es muy injusto. No se juzga por igual a los cantantes maduros, ya sean hombres o mujeres

A veces me preguntan por qué no Mimí y sí Musetta. Y esto es porque yo tengo muy claro que hay repertorios donde yo podría sobrevivir, pero me gastaría, porque no cantaría con mi timbre, forzaría para superar la orquestación. Yo entiendo que hoy en día mi repertorio, desde Lucia a Rigoletto pasando por Sonnambula o Elisir, se encargue sobre todo a cantantes jóvenes. Pero eso no significa que quienes llevamos veinte años cantando no podamos seguir cantando ese repertorio. Hay un prejuicio con la edad de las mujeres en la lírica, claramente.

Imagino que es muy frustrante tener esa percepción, conforme pasan los años.

Recuerdo una entrevista de hace un tiempo con Melanie Griffith en la que se quejaba de que en Hollywood a partir de cierta edad a las actrices o las querían para hacer de señoras mayores o directamente las dejaban de llamar. Y eso solo pasa en la mujer, no en el hombre. El actor maduro con canas es atractivo y se le abre un abanico de posibilidades; pero una mujer con canas parece destinada a quedarse en casa. Es muy injusto que por el aspecto físico o por el DNI se nos determine un horizonte u otro de carrera.

Yo llevo peleando en esta profesión desde que tengo veinticinco años y no han podido conmigo (risas). Es agotador y yo aguanto porque tengo un temperamento peleón, pero se nos exige ser más fuertes que a ellos, claramente. También tengo una forma de actuar muy vitalista, soy un culo inquieto (risas). En las últimas producciones que he hecho en el Real, el Aquiles y el Turco, yo era la más mayor de los repartos, pero no creo que nadie lo pensase al verme.

Es que la juventud no está en el DNI, está en otras cosas…

La profesión es así y son las cartas con las que tenemos que jugar, pero conviene decir las cosas como son, de vez en cuando, para intentar que cambien.

Sabina Puértolas por Patricio Melo 3

Decía ahora que lleva dos décadas y media peleando y lo cierto es que ha cantado mucho, pero mucho, tanto en España como en Europa (Lieja, París, Viena…) y muchos conciertos. Tengo la impresión de que no se valora o se visualiza debidamente su trayectoria, ¿no le parece, después de veinticinco años sobre las tablas?

Yo empecé muy abajo, nunca se me cayeron los anillos. Yo soy quien soy porque trabajé en la parte más oscura de esta profesión. Y en esa oscuridad había gente que ama este arte con verdadera pasión. Me refiero a esas giras con músicos del Este, días y días en autobús, cantando una noche Traviata y a los dos días Rigoletto, y daba igual si estabas resfriado o no. Eso, o te destrozaba o te hacía más fuerte. Y a mí me hizo más fuerte, me hizo conocerme. Por un desamor en Italia yo perdí la voz a mediados de 2020 y llegué a España con 45 kilos, con una mano delante y otra detrás, y ya digo, sin voz. Y fue gracias a Ópera 2001 que pude trabajar y empezar a crecer. Empecé con Zerlina, después Rigoletto, Traviata, Barbero de Sevilla, Manojo de rosas… Fueron seis meses agotadores pero a los que tengo mucho cariño.

Lo bueno de esto es que nunca se le podrá subir el éxito a la cabeza. Esos comienzos son una cura de humildad para toda la vida.

Yo tengo clarísimo que somos un equipo. Saludo y agradezco a todo el mundo en un teatro. No soy ni más ni menos que nadie. Y si alguien flaquea en una producción, se lo aseguro, yo le cojo de la mano y vamos adelante, porque otro día eso mismo me puede pasar a mí y también querría que me cogieran de la mano. Estamos todos en el mismo barco.

Y sin embargo, no todo el mundo rema siempre en la misma dirección. Se siguen viendo muchas zancadillas en el oficio.

Esto es así, ha sido así y será así, no lo podemos cambiar y francamente no me quita el sueño. Yo me intento rodear de la gente que piensa y siente igual que yo. Ves cosas injustas, siempre habrá divos y gente que pierda el tiempo en torpedear a los colegas, pero ellos se lo pierden porque es mucho más divertido y auténtico hacer una producción con complicidad y compañerismo. Yo disfruto mucho con lo que hago y la música pasa a través de mí, es algo físico y me hace inmensamente feliz. No concibo mi trabajo de otra manera.

A estas alturas de su carrera, ¿le sigue costando que le hagan hueco allí donde le gustaría estar?

Son rachas… yo ahora mismo no me puedo quejar. Sí me gustaría volver a ciertos teatros donde ahora mismo priman otros colegas más jóvenes y me alegro por ellos. Pero estoy cantando en lugar donde me siento enormemente querida, como ahora en Oviedo con la Manon. Todos tenemos espinitas clavadas, pero yo no quiero tener rémoras, solo miro hacia adelante. 

Y por mirar hacia adelante, ¿qué más compromisos tiene en agenda esta temporada? Mencionba antes La traviata, pero también retoma Gilda con el Rigoletto en Bilbao.

Me hace muchísima ilusión, en primer lugar, la gala en homenaje a Victoria de los Ángeles en el Liceu. Yo traté con Victoria, siendo yo jovencísima; fue ella la que me dijo que tenía que elegir entre las jotas y el canto lírico, en un curso en Santander, en la Universidad Menéndez Pelayo. Y ese verano cante mis últimas jotas en las fiestas de Tafalla, entre muchos lloros (risas). Por eso me hace mucha ilusión estar en ese homenaje, aunque yo ya le hice mi particular homenaje con las funciones de Manon en Oviedo.  

Sabe, hay dos referentes constantes para mí, desde hace muchos años, y a quienes vuelvo una y otra vez cuando tengo dudas o dificultades: una ha sido siempre Pilar Lorengar y otra es Victoria de los Ángeles. Y también me fijo mucho en María Bayo, que tiene una forma de cantar muy limpia, muy pulida y estricta, me gusta mucho.

Después haré nuevamente Manon en Tenerife y tenemos la presentación en Madrid de mi disco con IBS Classical, en el Club Matador. Haremos también un concierto en Granada con el programa del disco, ya que el álbum se grabó en el Auditorio Manuel de Falla precisamente. Y en 2024 ya se va encadenando todo: Rigoletto en Bilbao, Bohème en Las Palmas, Traviata en Jerez y Doña Francisquita en la Zarzuela. Salvo esta última, las anteriores hace ya muchos años que no las canto, así que me hacen mucha ilusión, aunque también me van a dar mucho trabajo (risas).

La zarzuela, por cierto, siempre ha estado muy presente en su trayectoria.

Si no me equivoco yo hice mi primera zarzuela en el Teatro Gayarre, en Pamplona, con Ignacio Aranaz. Yo hice allí Katiuska, La Generala y El asombro de Damasco, que yo creo que fue precisamente la primera de todas ellas. Y mi primera vez en el Teatro de la Zarzuela fue con La Generala en 2008, con Ismael Jordi, los dos debutábamos allí entonces. 

Mencionaba antes el disco con Rubén Fernández Aguirre, que se publicó hace unos meses. ¿Cómo surgió el proyecto? Creo que es su primer disco en solitario.

Fue una propuesta del propio Rubén, que conoce muy bien mi voz y mi temperamento como cantante. Al ser yo de Tafalla, era muy fácil el encaje con la figura de Emilio Arrieta, que nació en Puente la Reina. Hicimos una selección de seis canciones suyas en italiano y otras seis en español, junto a un encargo al compositor Alberto García Demestres, que tuvo muy en cuenta mi vocalidad. 

El resultado es una página muy difícil, un monólogo en el que Isabel II canta su vida y sobre todo su affaire con el propio Arriaga, del que recibió clases. Creo que es un disco muy interesante, un buen reflejo del estilo de sus canciones. Antes de grabar el disco estuvimos haciendo varios conciertos para rodar las partituras a nivel interpretativo. Sus canciones son fascinantes, son complicadas pero realmente suenan a Verdi, a Donizetti, a Bellini… merece mucho la pena conocerlas, son obras maestras. El disco tardamos un año en grabarlo y creo que el resultado es fantástico.

Foto: © Patricio Melo