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 Vasily Petrenko: "Las orquestas han de abrazar a la sociedad"

Vasily Petrenko se ha convertido en una las batutas más importantes y representativas de la nueva Europa musical. En sus últimas temporadas al frente de la Oslo Philharmonic Orchestra (con quien viaja a España para celebrar su centenario) y habiendo ya firmado por situarse al frente de la Royal Philharmonic Orchestra, hablamos con el director de orquesta de cómo ve él las diferentes formaciones a su cargo, de la música que interpreta y de la sociedad que les da su razón de ser. 

Nos encontramos minutos antes de que dirija Brahms con la Filarmónica de Oslo. Vendrá a España con sus dos conciertos para piano, ¿cómo ve al compositor y estas dos obras?

Esta temporada estoy muy centrado en él. Tengo un ciclo completo de sus sinfonías en Liverpool, también el Requiem, y con la Filarmónica de Oslo dirijo sus dos conciertos para piano. Brahms es único. Escuchas treinta segundos de su música y ya le identificas, es inconfundible. Respira puro romanticismo. El Concierto nº1 es una obra de gran ansiedad. Siempre le asociamos a esa edad ya avanzada, con su larga barba, con ropas un tanto zarrapastrosas, malhumorado... pero en el momento en que comienza a componer este concierto tan sólo tiene 21 años. Primera vez que viaja a Düsseldorf, primera vez que conoce a Schumann y primera vez que escucha la Novena sinfonía de Beethoven. Es llamado la “nueva esperanza” de la sinfonía y escribe su Primera, en la misma tonalidad por cierto que la última de Beethoven. Pero a continuación le suceden cosas que ya no son tan bonitas: Schumann intenta suicidarse saltando por un puente y es internado, mientras él continúa una relación de amistad con su mujer... si hubo algo más, es complicado de decir. Se convierte en un hombre controvertido cuya única meta en la vida es la música. Por eso, este primer concierto, incluso con ese movimiento tan Schubert, de tragedia tranquila, que es el segundo, es una tormenta.

Algo muy diferente a lo acostumbrado en aquella época.

¡Si! Todo el mundo esperaba algo en la misma vía que Mozart o Beethoven: grandes cadenzas, tonalidades mayores, muy pocos momentos orquestales... y de hecho en Leipzig fue un desastre. Pero él se dijo: soy joven, tengo todavía que crecer. Tan sólo había escrito unas sonatas para piano y su primera sinfonía. Veinte años después llegará el Segundo concierto, que va aún más allá, con gran cantidad de solos y con una gran interacción entre el solista y los miembros de la orquesta. Ambos son dos grandes creaciones, trascendentales para el desarrollo del concierto para piano durante el siglo XIX.

¿Brahms lo tiene todo para medir a una orquesta?

Él pulía cada momento, cada pentagrama antes de dar su visto bueno a cualquiera de sus músicas. El primer concierto y su primera sinfonía estuvo años y años componiéndolas. Siempre buscando la perfección y es por ello que al final de su vida tan sólo había compuesto cuatro sinfonías. Ciertamente, en su música se descubren tantas expresiones, colores y recovecos que es un buen instrumento para poner a prueba a una orquesta.

A finales de enero vendrá a España para celebrar el centenario de la Filarmónica de Oslo, de la que usted es titular. ¿Cuáles son los valores de esta formación?

Es una orquesta con mentalidad escandinava que tiene una gran historia. Cumple ahora sus primeros 100 años con grandes maestros a sus espaldas (señala a una pared donde cuelgan retratos de Jansons, Previn, Blomstedt...) y se ha convertido en una marca, en un embajador de su país. Es una de sus señas de identidad. Cuenta además con un público verdaderamente entregado y unos músicos grandísimos entre los que hay más de veinte nacionalidades. Su sonido es muy particular, con una cuerda muy rica y recta; además de unos metales riquísimos, pero no demasiado contundentes. Son fuertes, bien organizados, pero con un sonido no desmedido... ¡cómo la sociedad noruega!

Como solista les acompañará el pianista Simon Trpceski, con quien mantiene una especial relación desde hace años, ¿no es así?

¡Es un gran amigo! Tocamos juntos por primera vez hace 11 años, en Liverpool y puede que ya hayamos tocado juntos en más de 200 ocasiones. Lo más importante es que compartimos la idea de cómo ha de ser la música, de qué camino ha de seguir y, además, de cómo ha de ser la vida, porque la vida no ha de ser sólo conciertos y estudio. Muchas cosas pasan a nuestro alrededor... si tienes otras experiencias, enriqueces tu visión sobre la música. Cada vez que nos juntamos sobre el escenario la experiencia es diferente por todo lo que vives entre un concierto y otro. Con Simon por ejemplo, aunque hayamos tocado ya el mismo concierto muchas veces, siempre es distinto, es una de las mejores cosas que tiene la clásica, que todo siempre es diferente.

En dos años será el director titular de la Royal Philharmonic Orchestra. No sé si ha tenido tiempo ya de pensar en cuáles serán sus líneas de trabajo.

Otra gran orquesta con una gran historia. Probablemente era la mejor orquesta londinense hace un tiempo, pero tal vez perdió su dirección durante los últimos tiempos, por muchas razones. La vida de las orquestas en Londres es muy complicada. Una lucha constante por conseguir solvencia y público, por equilibrar la vertiente artística con el necesario punto comercial.  Durante el primer año que esté allí actuaremos en el Royal Albert Hall, fuera de los PROMS, con varias sinfonías de Mahler, incluyendo la Octava. Haremos también grandes obras corales como el War Requiem de Britten o el Alexander Nevky de Prokofiev. Tenemos muchos planes sobre la mesa, no sólo puramente musicales. Tenemos proyectos visuales y quiero focalizar mucho en la corriente educativa de la orquesta; por ejemplo junto al Royal College of Music. 

¿Proyectos para llegar a nuevos públicos?

¡En Londres es tan complicado llegar a nuevos públicos! Piense en la gran cantidad de orquestas y la enorme oferta cultural que ofrece la ciudad. Nuestros proyectos no pasan necesriamente por alcanzar nuevas audiencias, pero sí en dotar a nuestra programación de nuevos formatos, como la música de cámara, por ejemplo. En cualquier caso no es llegar a un nuevo público sino más bien a un público especial. A esa gente que quiere venir al concierto porque le resulta interesante, a esa gente que se siente de veras cómoda con la música, aunque aún no lo sepa. Creo conocer muy bien al público de Inglaterra. Le pongo un ejemplo: durante muchos años pude comprobar cómo al frente de la Liverpool Philharmonic era bastante difícil programar sinfonías de Bruckner, pero la gente que venía a escuchar Bruckner, venía prácticamente a escuchar a Bruckner y no otros conciertos. Esa es la gente que toda orquesta necesita captar. Pasa exactamente lo mismo con Wagner. Hay buena parte del público wagneriano que no escucha otras óperas que no sean las suyas.

¡Con lo divertido que es descubrir nuevas cosas...!

¡Exacto! ¡Para mí también es muy interesante! Siempre estoy buscando cosas nuevas. Aquí en Oslo, por ejemplo, he realizado un ciclo Scriabin, con un proyecto que incluye un artista que realiza imágenes en arena mientras suena la música. ¡Es fascinante! Hay muchas opciones y siempre hay muchos caminos para ir descubiréndolas.

Hablando de Liverpool, usted consiguió que la ciudad viviese su orquesta como parte imprescindible de su cultura y su día a día, ¿cómo lo hizo?

¡Bueno, no creo que haya sido cosa sólo mía! ¡Hubo otros antes que yo y Liverpool tienen mucha historia! (Risas). Creo que la gente, el público, pero también la ciudadanía en sí, entiende que la cultura, su cultura, es su responsabilidad. Cuidarla, protegerla.  Es algo que se comprende a la perfección aquí en Oslo, por ejemplo. La cultura trasciende más allá de la vida política. Si los políticos no la cuidan, ya esta el público para hacerlo.

Seguramente esto sea algo difícil de entender para nuestros lectores. En España me temo que ni lo uno, ni lo otro.

La clave fundamental, como músico y como artista, como director de orquesta, es preguntarnos: ¿la gente está aquí por nosotros, o nosotros estamos aquí por la gente? La respuesta sólo puede ser una: nosotros estamos aquí por el público, no es el público el que viene por nosotros. ¿Qué es lo que estamos haciendo por el público? ¿Qué es lo que yo puedo hacer por ti? Como orquesta, debes abrazar a la sociedad. Cada una de ellas ha de abrazar a su público. Tienes que estar preparado para dar lo mejor que tienes a quien te escucha. Comportarse como ídolos, como divos hoy en día, en pleno siglo XXI, es absurdo. El artista tiene que ser parte, ya digo, de su comunidad, de su sociedad. Desde ese punto de vista es cuando puedes empezar a ser parte del núcleo cultural de una ciudad. Al revés no puede funcionar.

Al mismo tiempo, en Liverpool hicimos muchos proyectos sociales relacionados con la orquesta. Muchos de tipo educativo. Fue muy interesante. Una gran ciudad con una gran tradición orquestal. No así con la ópera. Muchas compañías de ópera han  intentado asentarse durante muchos años en la ciduad sin demasiado éxito. Y no lo han logrado porque Liverpool es una ciudad obrera, no conservadora ni elitista.

¿Me esta afirmando que la orquesta es para los trabajadores y la ópera para la alta sociedad?

(Rotundo) Sí.

Dentro de esa misma línea de compromiso, es usted el director principal de la European Union Youth Orchestra. ¿Cómo ve Europa?

¡Me alegra de que me haga esta pregunta! Para mí es una orquesta muy importante. Probablemente la más importante de todas las que dirijo, porque estamos hablando de futuro. Futuro por muchos motivos. A través de ella podemos mandar un menaje a los jóvenes de que aún podemos trabajar juntos.

¿Es la música tal vez uno de los últimos bastiones de unión que nos quedan?

Más que un bastión, la música es más bien un mensaje de que realmente tenemos que vivir juntos, debemos vivir juntos. ¡No tenemos otra opción! Veo a mi alrededor, a lo largo de toda Europa, tantos conflictos que se dan sólo porque nuestros políticos no trabajan lo suficientemente duro para entenderse... Tenemos que econtrar la forma de trabajar juntos para que los jóvenes tengan forma de prosperar. Tenemos que recordar que nos queremos, no que nos odiamos. Esa no es nuestra naturaleza. Una orquesta, la Youth European también, claro, es una muestra de lo que ha de suceder, de cómo ha de funcionar Europa. Ser ambicioso, tener metas es una gran cualidad, pero debemos tener claro que no se pueden tener ambiciones sin respetar y sin ayudar a tus vecinos.

Foto: Tarlova.