labeque 10 1

Maldito Glass

Madrid. 08/04/2016. Auditorio Nacional. Temporada 15/16 Orquesta Nacional de España. Philip Glass: The Light. Concierto para dos pianos y orquesta. Sinfonía núm. 8. Katia Labèque, piano. Marielle Labèque, piano. Dennis Russell Davies, director. 

Si bien ahora hablamos de un compositor respetado (o por lo menos no públicamente vilipendiado) tanto por los especialistas de la clásica como por los popes de la modernidad en clave pop y electrónica, Philip Glass nunca dejará de tener cierto aire… eso es, maldito. Condición que marcó su creatividad ya desde una juventud y madurez de precariedad que le llevó a aceptar diferentes roles profesionales bastante alejados de la naturaleza del compositor musical, como son los de taxista, fontanero o mozo de mudanzas. Ese pasado le dota de un cierto toque maldito, provocando que se le pueda catalogar como outsider ante la imagen academicista. Pero programar a Glass dentro del ciclo “Malditos” organizado por la Orquesta Nacional de España no podría estar justificado únicamente por el pasado del compositor. Glass merece ser maldito por su actitud contraria a complacer por complacer al público. Cualquiera en su situación se hubiese regodeado década tras década en el minimalismo más puro, el que estudió, trabajó y, por qué no decirlo, inventó durante las décadas de los sesenta y setenta, pero Glass cayó en ello. Él es un inconformista y ha seguido trabajando bajo el signo de ningún –ismo. Rebeldía que le ha llevado hasta este ciclo de “Malditos”.

Esta primera sesión del ciclo sinfónico que contó con la dirección de Dennis Russell Davies, máximo especialista y primer valedor de Glass, se dividió en una primera mitad con The Light y el estreno en Madrid del Concierto para dos pianos y orquesta, con las hermanas Katia y Marielle Labèque, y una parte final con la Sinfonía núm. 8. Una selección de piezas arriesgada y no tan amigable al oído como podría esperarse en una velada de composiciones de Glass, pero como ya se ha destacado, esta no es una cita normal.

Recurriendo una vez más al término que da título al ciclo, podríamos catalogar a la pieza que abrió la tarde como maldita. Etiqueta que le viene dada por la tibia reacción tanto del público como de la propia orquesta en la noche de su estreno en 1987. En esta ocasión, la realidad fue otra y, aunque suene cursi y gratuito, The Light brilló con luz propia. La química entre Russell Davies y la Orquesta Nacional de España creó una comunión sensorial perfecta con el público durante poco menos de una hora, transmitiendo a la perfección la naturaleza originaria de esta oda a la investigación a la velocidad de la luz compuesta por Glass.

El plato fuerte del día era el estreno del Concierto para dos pianos y orquesta, encargo de la propia Orquesta y Coro Nacionales de España junto con la Filarmónica de Los Ángeles, la Orquesta de París, la Sinfónica de Gotemburgo y la Filarmónica Borusan de Estambul. Abrupta composición que descoloca en su comienzo, pero que logra remover al espectador a medida que los movimientos se van sucediendo gracias a su secuencia rápido-rápido-lento, siendo en esta última parte donde tanto las hermanas Labèque como la orquesta brillaron en especial. Una ejecución perfecta y precisa, tan medida que convertía la complejidad real de la obra en algo fácil y liviano de interpretar. Una facilidad aparente ya que la amalgama de melodía, ritmos, armonías en base a estructuras repetitivas de este Concierto para dos pianos y orquesta es de todo menos simple. Una maestría que se vio recompensada con sendas ovaciones por parte del público y que conllevó el retorno de las hermanas Labèque a escena para interpretar uno de los movimientos de Cuatro movimientos para dos pianos, que Glass escribió para ellas en 2007.

Por si una excelente primera parte no bastase, la sesión se cerró con la interpretación completa de la Sinfonía núm. 8. Explosión orquestal impredecible en la que Glass juega con sus influencias clásicas, sin perder su autoría en ningún momento. Multicolor abanico de sensaciones vitales, en las que la orquesta volvió a mostrar su mejor cara en los pasajes más melancólicos del segundo movimiento, como ya ocurrió en la interpretación del Concierto para dos pianos.

Bienvenidos sean los malditos al Auditorio Nacional si sus aberraciones son tan encomiables como las del protagonista de esta fecha. ¡Maldito Philip Glass! ¡Maldita Orquesta Nacional de España!