La poesía en el piano: una especialidad

Barcelona. 27/04/24. L’Auditori. Obras de Joan Guinjoan, Frédéric Chopin y Serguéi Rajmáninov. Yulianna Avdeeva, piano. Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña. Stephanie Childress, dirección.

Si hace unas semanas asistíamos a un homenaje a la figura de Gaudí con la suite de Guinovart basada en su musical homónimo, el último capítulo pianístico de la temporada, ha tenido de telonera otra obra que rendía honor al genial arquitecto, y a su vez, a su compositor, el catalán Joan Guinjoan: la Fantasia Trencadís –de la ópera Gaudí (2004)–. Aunque la figura de Guinjoan se ha revalorizado tarde, como suele suceder con los compositores una vez ya nos dejaron, gran parte de su obra puede quedar todavía desconocida para muchos oyentes y las nuevas generaciones de estudiantes. Un largo catálogo sinfónico y una profusa actividad, además de una larga lista de premios cosechados a lo largo de sesenta años de carrera, merecen más que las breves notas en la presente crónica. Dicho esto, basta con decir que su aparición en los programas de l’Auditori –y del resto de grandes salas– se hacía esperar, y es más que bienvenida para recordar a un gran compositor.

La juvenil Stephanie Childress, principal directora invitada a partir de la temporada 2024/2025 y sucesora de Gardolińska en el puesto, era la encargada de dirigir esta obra poliédrica y modernista, de matices exigentes y llena de detalles y contrastes. Ocho minutos de exuberancia orquestal fue lo que la OBC y Childress, ofrecieron el pasado sábado en la primera de las dos sesiones de este programa. La esbelta y fina directora franco-británica brindó una buena lectura de una partitura difícil, abstracta, y repleta de matices instrumentales. Su batuta transmitió bien la intriga tragicómica que sugiere la pieza, con buen balance de texturas y precisión en las intervenciones puntuales frecuentemente rodeadas de silencio y expectación, en la que, metales y, sobre todo, percusiones, tuvieron los mejores momentos de la velada. 

Solía decirse de Chopin, “el poeta del piano que apenas hablaba de poesía”, como comenta Alfred Brendel, que la técnica para interpretar sus obras, aún sin ser la más desafiante del repertorio romántico, requería a menudo de una especialización. Mucho ha llovido ya desde los tiempos de Rubinstein, probablemente, el mayor especialista del siglo XX en el repertorio chopiniano, y puede decirse que el culto al compositor polaco lejos está de perderse, ya que muchos pianistas emergentes tratan de llenar el hueco de esos grandes intérpretes de Chopin del pasado siglo, en el que podríamos incluir a los mismísimos Pollini y Argerich entre tantos otros. Una de esas nuevas voces fue la pianista rusa Yulianna Avdeeva, que en 2010 se alzó con el primer premio del prestigioso Concurso Chopin, lo que le ha valido la confianza de varias discográficas, y la grabación de la obra que nos atañe: el Concierto para piano nº2 en fa menor, op.21.

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La pianista pronto hizo olvidar alguna imperfección en los metales con una majestuosa entrada, adornado con arpegios y articulando unas bellas terceras. El rubato de la rusa encajó bien en la batuta de Childress y ambas se entendieron bien a lo largo de este primer movimiento, del que destacaron la habilidad en las progresiones y también los pasajes lentos. El numeroso público reprimió su aplauso antes de que las jóvenes avanzaran hacia el Larghetto. La OBC tejió un bálsamo de cuerdas sobre el que nadó con placidez el piano de Adveeva, grácil en los cromatismos y elegante en los legati. Desvanecido el segundo movimiento arrancó el tercero con energía, en el que destacó el énfasis rítmico de la parte pianística. Adveeva lució su mejor articulación en las notas repetidas y superó la gimnasia con ductilidad antes de la espectacular escalada final. La invitada sofocó aplausos con el Vals nº5 en la bemol mayor op.42, otra joya chopiniana de extraordinaria brillantez, y demostró por qué Adveeva es una auténtica especialista. 

Tras la pausa la gran plantilla orquestal se reunió de nuevo para interpretar las Danzas sinfónicas, op.45 de otro consumado compositor de piano, Serguéi Rajmáninov. Aun con la ausencia de un piano protagonista, el ruso firmó en esta una de sus mejores composiciones sinfónicas que, el pasado sábado, OBC y Childress interpretaron sin sorpresas. Destacaron las intervenciones de maderas –incluyendo el saxo– con bellos pasajes individuales del primer movimiento. En el segundo, Childress, siempre gesticulando con elegancia, equilibró bien las sordinas de los metales con el resto de músicos y extrajo toda la rimbombancia de la orquesta –la necesaria–. La velada se despidió con los jugueteos del tercer movimiento, de nuevo con una percusión muy atenta y una orquesta muy cómoda con una directora más que apta para ser una invitada recurrente.

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Fotos: © May Zircus