Enrique Granados: 150 aniversario con tres pianistas excepcionales:
Joaquín Achúcarro, Albert Guinovart, Aurelio Viribay.
Aurelio Viribay
Innovación e Inspiración
La obra para voz y piano de Enrique Granados (1867-1916) posee un atractivo muy especial, siendo el corpus de su creación más importante después de su obra para piano solo y ocupando además un lugar preferente en la historia de la Canción de concierto española. Las canciones de Granados de hecho marcan en la línea histórica el comienzo del repertorio de este género más habitual de los intérpretes y más conocido por el público. Tras un siglo XIX en el que la abundantísima producción de canción lírica de los Sebastián Iradier, Manuel García, Fernando Sor, Melchor Gomis, Marcial del Adalid, Ramón Carnicer, Rodríguez de Ledesma y tantos otros compositores españoles ocupa primordialmente el ámbito del salón burgués, uno de los principales logros de Granados en este género consiste en situar la canción en las salas de conciertos públicos. Granados es por tanto el artífice del salto de la canción de salón del XIX a la modernidad, por tratarla como género de concierto, otorgando además al género cancionístico el planteamiento de música de cámara con igualdad de importancia entre la parte vocal y la del piano, dotando a sus canciones de una construcción elaborada a todos los niveles y alcanzando para este género una entidad artística de una relevancia muy superior a cuanto se había producido en España en las décadas anteriores... [...]
Albert Guinovart
Una ópera surgida del piano
Goyescas resulta una ópera fantástica, demasiado breve, pero muy intensa, emocional, con una música inspiradísima, de momentos impresionantes como el cuadro final. Una ópera que tiene dos grandes fuentes. Por un lado Wagner, pues Granados es el músico poeta influenciado por el alemán notablemente. Ahí está toda esa armonía de gran cromatismo que ya encontramos, además, en su piano. Una armonía tan anacrónica como auténtica en sus pentagramas. Hallamos momentos corales, nuevos en la ópera, un tanto a modo de El pelele pianístico, que resultan simplemente explosivos, únicos.
Y por otro su propio piano. La orquestación de Goyescas tiene algo que la hace tan hipnótica como complicada: es demasiado fidedigna a la suite de piano de donde surge. Llevar cada arpegio del teclado al foso es casi imposible. También aquí... [...]
Joaquín Achúcarro
Dibujar en el tiempo el devenir de la tensión sentida
El lugar común es, para cualquier obra que uno estudia, primero aprenderse las notas y después buscar la expresión. Eso sí, ¡menuda expresión la de Granados! Lo que yo tardé en aprender a tocar las Goyescas fueron horas y horas interminables, sumergido en una especie de niebla en la que me despertada a las cuatro de la mañana en mi casa, que me empujaba a ir corriendo al piano a probar, tocar, rectificar, buscar... pasaje tras pasaje, pedal tras pedal.
El trabajo de Granados es asombroso, con un uso del leitmotiv en todo el segundo libro, donde no hay un solo material nuevo sino que todo es recuperado del primero, al estilo de Wagner, al estilo de Debussy en Pélleas et Mélisande. Ahí tenemos los temas de los requiebros, del fandango, del candil, aparecen luego en El amor y la muerte de manera soberbia, transformadísimos y cautivadores, en una reminiscencia maravillosa que Granados hace patente en cada frase... [...]
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