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Samuel Hasselhorn: "Si solo cantase lied me sentiría limitado"

En pocos años y pese a su juventud, Samuel Hasselhorn se ha erigido en uno de los liederistas más estimulantes y solicitados de la actualidad. Junto a colegas como Andrè Schuen o Konstantin Krimmel, forma parte de una brillante generación de barítonos alemanes que destacan sobremanera, con una presencia cada vez mayor en los escenarios operísticos internacionales. Poco antes de su nueva visita a la Schubertíada a Vilabertran hemos tenido la oportunidad de conversar con él sobre el momento actual de su carrera, sus múltiples proyectos discográficos y sus intenciones de futuro. 

Ante todo, muchas gracias por dedicarnos un tiempo en un día en el que tiene la agenda especialmente ocupada.

Sí, estos días estoy en Berlín en plenos ensayos de Die Schweigsame Frau, de Richard Strauss, en la Staatsoper Unter den Linden bajo la dirección de Christian Thielemann. Ya tuve la oportunidad de trabajar con Thielemann en Viena hace cinco o seis años, pero siempre es muy inspirador trabajar con él, tiene la capacidad de sacar lo mejor de cada cantante. De momento estamos con los ensayos a piano, pero ya tengo muchas ganas de ver lo que hará cuando empiecen los de orquesta. Por otro lado, esta noche ofreceré también un recital de Lied centrado en el proyecto discográfico sobre Schubert que estamos desarrollando. O sea que sí, es un día intenso, pero siempre es un placer poder hablar de música.

Tiene muchos proyectos en marcha para comentar, pero permítame que primero le pregunte por el futuro más próximo, su nueva visita a la Schubertíada a Vilabertran. 

Esta será la segunda vez que cante en la Schubertíada. La primera fue hace un par de años. Recuerdo que nos advirtieron que haría calor y que no debíamos abrigarnos demasiado para el concierto, pero de todos modos… (risas). Ahora en serio, sin duda es un lugar estupendo y estoy muy contento de tener la oportunidad de volver este verano y también los próximos años con el proyecto Schubert que te comentaba, así que es genial. Además, Víctor Medem me comentó que por fin han podido instalar aire acondicionado, o sea que…

Supongo que ya sabe que Víctor Medem ha abandonado la dirección artística de la Schubertíada para hacerse cargo de la dirección de L’Auditori de Barcelona. ¿Ha sido una figura clave para su vinculación con Vilabertran y, más allá de eso, importante en su carrera?

Sí, creo que conocí a Víctor en 2017, cuando él y Antonio Moral estuvieron en el concurso de Lied de Thomas Quasthoff en Heidelberg que tuve la suerte de ganar. Después de la ronda final se me acercó, se presentó y me hizo una primera invitación. Creo recordar que fue con motivo de un proyecto Schubert en colaboración entre el concurso y L’ Auditori de Barcelona. No recuerdo bien los detalles, pero de alguna manera hemos estado en contacto desde entonces. Nos veíamos a veces, nos vimos hace dos o tres semanas en Heidelberg y es un gran defensor, amante y conocedor del Lied. Siempre es un placer conocer gente así porque, ya sabes, cada vez hay menos. Agradezco mucho su apoyo, sabe mucho de Lied y es un excelente organizador.

Pese al cambio en la dirección artística, ¿seguirá acudiendo a Vilabertran los próximos años?

Sí. La idea es participar en las siguientes ediciones hasta 2028 y desarrollar en Vilabertran el proyecto Schubert 200 que estamos grabando con Ammiel Bushakevitz para Harmonia Mundi. Cada CD lo presentaremos en las sucesivas ediciones de la Schubertíada.

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¿Cómo surgió este proyecto Schubert 200? ¿Fue idea suya o fue una propuesta de Harmonia Mundi?

La idea inicial es mía y de Ammiel Bushakevitz. Ammiel y yo nos conocemos desde hace mucho tiempo, sobre todo porque siempre fuimos coincidiendo en muchos concursos. Él como pianista y yo como cantante, pero nunca juntos. Cada uno iba con otra pareja, pero de tanto coincidir nos hicimos buenos amigos. Siempre nos gustó la música que hacía el otro. Durante la época de la COVID, Ammiel sustituyó dos o tres veces a algunos pianistas de Gran Bretaña que no podían dar conciertos y así tuvimos la oportunidad, por fin, de juntarnos para un par de recitales. Recuerdo que uno fue en Frankfurt y otro, precisamente, en Barcelona para la Fundación Victoria de los Ángeles. Fueron dos conciertos muy, muy buenos así que un día le planteé: "Ammiel, deberíamos planificar un proyecto juntos y no simplemente colaborar puntualmente. Deberíamos trabajar juntos”. Y entonces, de alguna manera, se nos ocurrió el proyecto Schubert y lo presentamos a Harmonia Mundi. No teníamos claro que estuviesen interesados ya que Matthias Goerne había grabado no hace mucho varios CD dedicados a Schubert para ese mismo sello. Pero les gustó el proyecto, nos pusimos en marcha y ya vamos por el tercer volumen, que saldrá en abril. El tercero de los cinco que vamos a grabar.

¿Cuál es la idea central del proyecto?

Cada uno de estos CD está centrado en uno de los últimos años de la vida de Franz Schubert y la idea es que cada uno represente el estado vital y de ánimo del compositor en ese momento y hasta su muerte en 1828. Empezamos con Die Schöne Müllerin, compuesta en 1823, que publicamos en 2023 y luego, para 2024 y 2025, grabamos un solo CD compuesto íntegramente por canciones compuestas entre 1824 y 1825. En realidad, recopilamos todas las canciones escritas durante esos dos años, las revisamos y seleccionamos algunas porque todas son demasiadas para un solo CD. Probablemente podríamos grabar dos o tres volúmenes solo con una selección de las mejores canciones de esos dos años, así que descartamos aquellas con las que sentíamos una conexión menos fuerte o no se adaptaban exactamente a mi voz si no la transportábamos. También incluimos algunas danzas para piano, porque precisamente durante esos dos años Schubert compuso mucho repertorio para piano solo. En el caso de este segundo CD tuvimos desde el principio el título en mente, Licht und Schatten (Luz y sombras), que creemos que define adecuadamente ese momento. El próximo, centrado en 1826 se llamará Hoffnung (Esperanza). Luego, por supuesto, el dedicado a 1827 será Winterreise y el de 1828 Schwanengesang, sus últimos ciclos.

Las canciones seleccionadas para Licht und Schatten, algunas muy oscuras que contrastan radicalmente con otras luminosas, ¿son un reflejo del momento vital de Schubert entre 1824 y 1825?

Fue un momento muy complicado y lleno de contrastes en la vida de Schubert. Estaba muy enfermo, pero por otro lado gozaba ya de un gran respeto en el ámbito musical vienés y estaba sumamente inspirado. El CD pretende retratar ese momento. Creo que se puede decir que hay más sombra que luz, pero también hay momentos felices y luminosos. A veces, incluso ambos elementos están presentes en una misma canción. Creo que todos experimentamos ese tipo de sentimientos contrastados en la vida y, por eso, de alguna manera, podemos encontrar una conexión con ese motivo, ese lema y ese título a través de las canciones de Schubert. 

Permítame felicitarle por su grabación de Die Schöne Müllerin junto a Ammiel Bushakevitz. Hay tantos referentes que debe ser difícil conseguir una lectura tan fresca, novedosa y libre como la que, a mi entender, han conseguido. ¿Cómo fue el proceso de trabajo para conseguirlo? 

Le agradezco mucho el comentario porque, de hecho, tuvimos una forma muy particular de preparar esta grabación. Nos tomamos mucho tiempo, nos sentamos muchas horas juntos tomando algo, quizás una cerveza o dos, hablando largamente de lo que queríamos hacer. Por supuesto, ensayamos en el estudio y al piano, pero hablamos mucho más de lo habitual. Creo que ambos teníamos esa necesidad. A mí siempre me costó entender ciertos aspectos de Die Schöne Müllerin. Por ejemplo, dedicar tantas canciones y hablar durante casi setenta minutos sobre una chica de la que, al fin y al cabo, no sabemos nada. En un momento dado se comenta que es rubia y tiene los ojos azules. En otra canción dice: "Bueno, adiós, me voy a casa". Eso es todo lo que sabemos de ella. Es algo que siempre me pareció extraño porque, normalmente, si te enamoras de alguien, probablemente hablarías mucho más de esa persona. De ahí que nuestra idea fuese mostrar que algo andaba mal, así que tratamos de crear, especialmente a través de esa libertad de tempi que mencionas, lo que yo llamo momentos de trance, momentos que no son reales, sino que suceden en la mente del protagonista. Especialmente en las canciones que están relacionadas con el arroyo. 

Al final de Die Schöne Müllerin, inevitablemente, siempre me hago la misma pregunta: ¿existe esa chica? Y no creo que exista. No puedo dar una explicación concreta, quizás el protagonista es una persona enferma que está alucinando. Puede ser eso u otras muchas cosas, pero la obra va mucho más allá de la simple imagen de un joven enamorándose se una chica joven. Esa fue siempre nuestra idea, mostrar que toda esta historia tal vez no sea real. En cuanto a la parte final tenía una idea poderosa en la cabeza. Siempre sentí que el protagonista era un joven de entre dieciséis y veinte años que está enfermo y nos cuenta una historia que no es del todo cierta. Además, está claro que nadie se ahoga en un arroyo. Creo que, en cierto modo, o al menos esa es mi visión, se va ahogando en sus propios sentimientos y toda la parte final la interpreto a través de la figura de un padre, que se sienta al pie de la cama de su hijo enfermo y le cuenta historias sobre el cazador, los colores… Está con él y le acompaña hasta la muerte que, en cierto modo, es una liberación para el joven, pero sumamente dolorosa para el padre. Esa fue siempre mi idea personal al grabar esto.

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Otro lanzamiento reciente y muy interesante es Urlicht, un CD en el que hablas de la fusión entre ópera y Lied. ¿Cuál era tu propósito al grabarlo?

Tenía muchas ganas de grabar con orquesta y, en un principio incluso pensé en abordar exclusivamente el tema del Lied en la ópera, pero me pareció que tendía demasiado a ser un CD de arias de ópera. Teníamos la opción de cantar Wolfram, de Tannhäuser o la Serenata de Don Giovanni. Está también Hänsel und Gretel y todo tipo de cosas. Pero rápidamente pensamos, junto a Philipp Nader y el ingeniero de sonido, que queríamos crear algo diferente. Decidimos mantener escenas de óperas como Die Tote Stadt, de Korngold, o Königskinder, también de Humperdinck, que contienen Lieder integrados en la ópera y combinarlos con Lieder que, en cierto modo, tienen carácter operístico por su componente orquestal, como las canciones de Mahler, o teatral, como puede ser Herr Oluf, de Hans Pfitzner. Poder grabar todo ese repertorio con una orquesta como la Poznan Philharmonic dirigida por Lukasz Borowicz ha sido muy interesante, porque tienen una forma de tocar diferente respecto a las orquestas alemanas, por ejemplo. Pudimos trabajar con calma y nos entendimos a la perfección porque tocan de manera parecida a cómo se canta el Lied. A veces, algunos miembros de la orquesta venían a mi camerino y me decían: «Estoy tocando esta frase contigo. ¿Cómo la dices? ¿Dónde respiras? Quiero estar contigo». Estaban muy interesados en la música de cámara pese a ser una orquesta sinfónica, me encantó y fue muy divertido trabajar con ellos.

La ópera parece ocupar cada vez más espacio en su agenda. ¿Desde un punto de vista vocal y técnico requiere matices respecto a la interpretación liederística?

Creo que todos tenemos una sola voz con la que debemos cantar. Nunca uso una voz para el Lied y otro para la ópera, como no uso una “voz barroca” para cantar Bach. El estilo es diferente, claro, pero la voz debe ser la misma. Evidentemente no es lo mismo cantar en una sala pequeña acompañado de un piano, lo cual te permite cantar más suave y matizado, que en un gran teatro de ópera. Pero creo que funciona muy bien combinar ambos repertorios porque eso te permite aprender sobre técnica, sobre como proyectar la voz en un escenario operístico, algo que luego repercute positivamente en la interpretación de Lieder. El Lied te enseña a trabajar un texto en profundidad y con precisión, a definir colores, algo que me gustaría aplicar a mi canto operístico. Creo que es una mezcla muy fructífera. Si excluyese uno de esos ámbitos de mi carrera, la ópera o el Lied o Bach, por ejemplo, me sentiría limitado. No solo a nivel vocal, también desde un punto de vista artístico y espiritual.

Uno de los personajes operísticos que ha interpretado recientemente en Núrenberg es Il Conte di Almaviva, de Le nozze di Figaro, papel con el que debutará la próxima temporada en el Gran Teatre del Liceu. Es un rol a menudo interpretado de manera distinta por los cantantes alemanes respecto a la escuela italiana, más vinculada al estilo buffo. Me gustaría saber cual es su enfoque y sus sensaciones previas a su debut operístico en Barcelona.

No es fácil encontrar la manera ideal de interpretar ese personaje. Se trata de todo un desafío. Es cierto que Il Conte se pasa buena parte de la ópera enfadado, pero si empiezas a gritar desde el primer momento difícilmente podrás acabar la ópera. Intento encontrar los momentos en los que realmente puedo cantar mis hermosas líneas, pero también ser muy preciso con cada frase, qué quiero hacer con cada frase, qué intención. Ahora mismo estoy en esta producción que, diría, no es del todo tradicional, porque aquí el Conde no es tan mujeriego como se muestra habitualmente. Está realmente enamorado de Susanna con la que tiene un hijo que aparece en escena. La producción se centra más en ese tema, en que ama a otra mujer y toda la problemática que eso conlleva. Es un enfoque muy emotivo y moderno en cierto modo y una producción muy hermosa. En Barcelona me encontraré con una nueva producción y aún no sabemos qué tipo de soluciones aportará la directora. 

¿Cuáles son sus papeles operísticos favoritos y cuáles sueña con cantar en el futuro?

Sin duda Wolfram, de Tannhäuser, es uno de los papeles con los que más he disfrutado. También me encanta cantar Pélleas, de Debussy. Es un personaje y una música fascinante, como también Don Giovanni, en el que me apetece mucho seguir profundizando. Respecto a nuevos papeles, me encantaría interpretar en algún momento Posa, de Don Carlos en la versión francesa, que creo que se adapta mucho mejor a mis características que la italiana. Ojalá pueda cumplir pronto ese deseo, pero no hay prisa. Por ahora estoy bastante contento con los papeles que canto. Ya veremos hacia donde evoluciona mi voz.

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Fotos: © Nikolaj Lund