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Annalisa Stroppa: "Vivo mi profesión como un sueño cumplido"
La mezzosoprano Annalisa Stroppa atraviesa un momento dulce en su trayectoria profesional, asumiendo nuevos roles y aumentando la nómina de grandes escenarios donde ha tenido ocasión de presentarse. Es el caso de la Ópera de Zúrich, donde ha debutado recientemente como Preziosilla en La forza del destino, un rol que estos días alterna con Rosina de Il barbiere di Siviglia en Trieste, en la antesala de su regreso a España para dar voz a su Charlotte en el Werther de Massenet, en la temporada lírica de ABAO.
Recientemente ha debutado en el escenario de la Ópera de Zúrich, una de las principales casas de ópera de Europa, volviendo a cantar el rol de Preziosilla en La forza del destino de Verdi, en un elenco encabezado por Anna Netrebko, con el maestro Gianandrea Noseda y en una nueva propuesta escénica de Valentina Carrasco. ¿Cómo ha sido este debut en Zúrich y qué nos puede decir sobre este personaje, ciertamente singular y variopinto?
Efectivamente estas representaciones de La forza del destino han supuesto mi debut en el escenario de la Ópera de Zúrich y han sido también mi primera colaboración con el maestro Gianandrea Noseda, con quien ha sido un placer trabajar durante el largo periodo de ensayos.
También ha sido fantástico reencontrarme con la directora de escena Valentina Carrasco, con quien ya había colaborado en La favorite que hicimos en Bergamo, en el Festival Donizetti. Ha sido fabuloso trabajar en esta nueva producción, realmente intensa e innovadora, pero muy ajustada al espíritu de esta obra. Valentina Carrasco subraya el tema tristemente actual de la guerra, que solo trae consigo muerte, destrucción y desesperación.
Me divierte mucho interpretar el personaje de Preziosilla, que en esta producción tiene una fuerza y un carisma particulares. A diferencia del original de Verdi, donde es una zíngara, aquí es una mujer soldado, una líder reclutadora que insta a las tropas a ir a la guerra sin miedo, transmitiendo una idea de la guerra como lugar de desenfreno y excitación.
A menudo Preziosilla puede pasar desapercibida como un rol secundario pero es realmente un contraste importante y necesario en mitad del gran dramatismo que se desarrolla en La forza del destino.
Sí, Preziosilla es un personaje que no narra el drama, es una figura externa al drama que sin embargo entra en la historia, es un punto de color, un personaje fuerte e incluso alegre que contrasta con el carácter trágico que marca la personalidad de Leonora, Don Álvaro y el resto de personajes. Incita a los soldados a no tener miedo e ir a la guerra. Es una líder, una reclutadora que aparece en las escenas de carácter militar. Es un personaje de carácter, que viene de un repertorio preverdiano y no tiene la urgencia dramática propia de los personajes típicos verdianos porque junto a Melitone y Trabuco es la parte más descriptiva, de comedia. Cada vez que Preziosilla y Melitone entran en escena, la representación cambia de color, con ellos se aligera el drama que atraviesa la obra.
Por otro lado, Preziosilla sabe que Don Álvaro no está contando la verdad, no es un joven estudiante como él intenta hacer pasar. En última instancia Preziosilla es una mercenaria que busca también ganar un dinero a cambio de su silencio.
Creo que el resultado general de estas funciones ha sido fantástico. El trabajo de concertación del maestro Gianandrea Noseda ha sido admirable y la propuesta escénica de Valentina Carrasco ha tenido una gran acogida por parte del público en Zúrich. Al fin y al cabo esta nueva producción presenta una Suiza en guerra, precisamente en un país que ha sido siempre neutral.
La escritura vocal de Preziosilla recuerda un tanto a la caracterización musical de Donizetti. Todavía estamos ante un papel verdiano en el que el libretista, Francesco Maria Piave, se inspira sobre todo en Schiller, en la misma línea de los dramas históricos que antes vemos en I masnadieri, en Don Carlo, etc.

Al tiempo que terminan estas funciones en Zúrich regresa ahora también a un rol que ha estado muy ligado a su trayectoria, desde los inicios de la misma, la Rosina de Il barbiere di Siviglia de Rossini. Quizá sorprenda la alternancia entre ambos roles, que comparten muy poco en términos de carácter pero que se vinculan de algún modo en la ligereza vocal que requieren.
Exacto. Hablamos de dos autores tan distintos como Verdi y Rossini, pero entre Preziosilla y Rosina no hay tanta distancia, de alguna manera se mantiene el mismo estilo. En los picchiettati de Preziosilla uno se reencuentra con la escritura vocal de Rossini. Y por otro lado la importancia de la palabra que hay en el canto rossiniano, con esos declamados veloces pero nítidos, está nuevamente en Preziosilla, sobre todo en su segunda aria. Preziosilla es un rol más propio del primer Verdi, entroncando con Rossini y Donizetti, como decíamos antes. Tiene un legato y un estilo verdiano pero de alguna manera Preziosilla, en su escritura musical, tiene muchas características que recuerdan a los roles belcantistas. El bel canto es la base para cantarlo todo.
Lo cierto es que el rol de Rosina le acompaña desde el inicio de su carrera.
Sí, me acompaña desde mi debut en la Ópera de Roma en 2012 con el maestro Bruno Campanella. Es un rol que me ha dado muchas alegrías y lo cierto es que me las sigue dando, como ahora para mi debut en Trieste.
De la mano de Rosina he debutado en algunos de los más importantes teatros a nivel internacional y fue con este personaje precisamente con el que debuté en el Liceu, junto a mi querido Carlos Chausson, y en la temporada de ABAO en Bilbao, a la que ahora regreso con Charlotte de Werther, el próximo mes de enero. Tengo un fantástico recuerdo de aquel Barbiere de Bilbao en 2016, con José Miguel Pérez-Sierra y Emilio Sagi.
Son ya más de sesenta funciones con el rol de Rosina… en dieciocho producciones distintas. Y es increíble que siempre haya algo nuevo a descubrir en este personaje. Uno piensa que ya lo conoce, que lo domina y sin embargo siempre se encuentran cosas nuevas. Es lo maravilloso de esta profesión. Los intérpretes cambiamos con el tiempo, con las experiencias que vivimos, maduramos, crecemos y con ello cambia también nuestra lectura de los personajes que interpretamos.
Después de tantas funciones con Rosina en su agenda, ¿cómo diría que ha cambiado la relación con el personaje a través de los años?
Mi Rosina es siempre un personaje en continuo cambio porque como artista y como persona evolucionas, por lo que lógicamente aportas nuevos matices a los personajes que llevas al escenario. En Trieste la propuesta escénica es del legendario Pier Luigi Pizzi, quien a los 95 años asombra por la energía que desprende. Su trabajo ha sido de una profesionalidad asombrosa. La última vez que colaboramos yo hice Lola en una Cavalleria rusticana en Caracalla, allá por 2014, y él todavía se acordaba del trabajo que hicimos entonces con ese personaje. Pizzi es un director de gran experiencia, con un oficio impresionante y siempre aporta una gran elegancia, como puede verse en esta puesta en escena de Il barbiere di Siviglia en Trieste y en particular en Rosina con esta Rosina, que es realmente clásica -en el sentido de atemporal- y refinada.
Esta mirada de Pizzi sobre el rol encaja muy bien con la esencia del personaje, que es muy dulce y dócil pero también muy lista, con carácter, sabe muy bien lo que quiere. Su propuesta es muy fiel al libreto y pone la atención en los recitativos, que son el verdadero motor de la comedia. Nuestro director musical en estas funciones en Trieste, Enrico Calesso, ha conectado también con esta idea refinada de la propuesta de Pizzi, manteniendo siempre un contacto muy atento entre foso y escenario. Todo está en la partitura, haciendo hincapié en el libreto y no hace falta recargar la comedia con exageraciones.

Después de estas funciones, el próximo mes de enero, regresa a los escenarios españoles con un rol que había ansiado cantar desde hace tiempo, la Charlotte del Werther de Massenet. Lo debutó en el Teatro Comunale de Bolonia, lo interpretó en versión de concierto en Dortmund y lo pudo cantar también en el Teatro Colón de Buenos Aires, antes de traerlo ahora a la temporada lírica de Bilbao.
Charlotte es un rol en el que me veo reflejada como en un espejo, en la medida en que lo ansié cantar durante mucho tiempo. Y ver cómo ahora forma parte de mi repertorio es una alegría inmensa. Lo cierto es que me encuentro en un momento bellísimo de mi trayectoria, vocalmente hablando, disfrutando de todas las nuevas experiencias que la carrera me ofrece cada temporada. Realmente no me vería haciendo otra cosa, en otra profesión; mi vida es una vida de dedicación feliz a la música. Vivo mi profesión como un sueño cumplido. Y precisamente el rol de Charlotte es el ejemplo de esto mismo que le decía. Es importante tener deseos, objetivos y trabajar por cumplirlos.
Hace ya muchos años me enamoré del personaje de Charlotte, esta muchacha dulce, honesta y sensible, atenta; su personalidad me fascina. Y qué decir de la música de Massenet, no solo bellísima sino de una modernidad increíble. Debo decir en todo caso que no ha sido fácil entrar en el flujo musical de Massenet. He cantado mucha música francesa del siglo XIX pero Massenet requiere una dedicación especial. Su música exige acompasar el canto de una manera muy particular; es como si su música fuese una ola, un flujo continuo por el que tienes que saber deslizarte. Massenet no te acompaña como sucede en el bel canto o en otros autores franceses románticos; es como si la voz, para él, fuera un instrumento más dentro de su concepción sinfónica. Hay que hacer un esfuerzo pero una vez lo logras, una vez estás ahí, es algo automático y se disfruta muchísimo con su música.
Imagino que emocionalmente es también un viaje de gran intensidad, como todo cuanto sucede en este título de Massenet.
La historia de Charlotte es realmente increíble. En Werther encontramos una mirada fascinante sobre la figura femenina. Si hace un momento hablábamos de Rosina en El barbero de Sevilla, que se resiste a caer bajo la influencia de Bartolo y ansía ser libre, en Charlotte encontramos a una joven casi enclaustrada en un rol y en una situación familiar y afectiva de la que no consigue desembarazarse. Ella quería ser libre, tener la ocasión de probar a vivir otras pasiones, y de repente se encuentra con Werther y le fascina la idea misma de que el amor pueda ser otra cosa distinta de lo que ella ha conocido hasta la fecha. Albert es un hombre bueno, que la ama, pero es también un hombre sumamente pragmático, centrado en su trabajo, algo aburrido, con él no hay margen para nada que se salga de lo previsto. En cambio en Werther encuentra a un poeta, a alguien que maneja el lenguaje de un modo embriagador. Charlotte, lo sabemos bien, es un personaje imaginario en el texto original de Goethe. Por eso es tan fascinante ver cómo toma cuerpo con la música de Massenet.
Charlotte es un personaje de una actualidad impresionante. A través de ella vemos cómo las reglas sociales pueden resultar un obstáculo para la realización de la libertad y la felicidad de tantas mujeres. Cada vez que interpreto a Charlotte en escena me emociono intensamente, su historia es desgarradora. Con Charlotte es imposible asumir el papel de un intérprete distante, es tal su intensidad emocional y dramática que terminas por fundirte con el personaje durante toda la representación. Espero poder transmitir al público de Bilbao todas las emociones que este rol me suscita.

Esta temporada vuelve a cantar nuevamente otro de los grandes roles del repertorio romántico francés, la célebre Carmen de Bizet de cuyo estreno se cumplen ahora 150 años. Con este título hará su debut escénico en el Teatro de La Fenice de Venecia, el próximo mes de mayo, en la producción de Calixto Bieito que ya tuvo ocasión de protagonizar en el Teatro Massimo de Palermo. Junto con Charlotte, entiendo que Carmen es el otro gran rol que habla bien de su naturaleza vocal hoy en día, más allá del bel canto que le ha acompañado durante todos estos años y que sigue formando parte importante de su agenda.
Efectivamente. El rol de Carmen me acompaña ya desde hace mucho años y lo afronto siempre con enorme fascinación. En el personaje de Carmen está todo aquello que podemos contar en torno a una mujer. Bizet creó una obra maestra, con una evolución vocal que es en realidad una evolución emocional. Desde el principio, como una gitana de rompe y rasga, una mujer fatal, pasando por el aspecto más sensual en la seguidilla y llegando finalmente al dramatismo de su destino en la escena de las cartas, y por supuesto ese final trágico, muriendo a manos de Don José.
Realmente es un rol que requiere una paleta amplísima de recursos vocales, desde la ligereza de la Chanson bohême en contraste con la intensidad de la escena de las cartas, pasando por el aire seductor del segundo acto, etc. Es un rol absolutamente físico y requiere de una gran energía para interpretarlo, por eso tienes que negociar muy bien el canto con el movimiento físico.
Por otro lado me gusta mucho subrayar la idea de no reducir a Carmen al arquetipo de una gitana fuerte y seductora. Hay también una Carmen frágil, aunque al final siempre sea resolutiva y se rebele una y otra vez contra su propio destino. Carmen es el icono de la libertad, incluso a costa de pagar esa libertad con su propia muerte. Carmen, conviene no olvidarlo, pone ya el acento sobre un tema de trágica actualidad como es el feminicidio.
Después de todos estos años de carrera profesional, ¿qué balance hace de su actual momento vocal?
Estoy orgullosa del recorrido que he hecho hasta ahora. Creo que he abordado el repertorio que debía en cada momento, acompañando a mi voz en su desarrollo, asumiendo nuevos retos sin prisa pero sin pausa. Nunca he querido forzar mi voz y mantener todavía hoy en día a Rossini como un punto de referencia al que regresar de vez en cuando es como un bálsamo. Rossini te obliga a estar en forma, a mover la voz, te mantiene atento y en realidad son muchas las conexiones de su obra con los autores posteriores. Todos los años que he dedicado al belcanto han sido la base y el fundamento sobre el que se está construyendo mi futuro repertorio, en el que seguramente incluyo a Eboli en Don Carlo, un rol -entre otros verdianos- que sé que podré afrontar con seguridad precisamente gracias a toda esa base belcantista de mi trayectoria. Como decía antes, el bel canto es la base para cantar todo, ya que contiene el declamado en la palabra, el legato, el fraseo, el cantar sul fiato, la dirección de las frases, los acentos, etc… en definitiva, la base fundamental para cantar cualquier tipo de repertorio.
En línea con esto, ¿qué roles se plantea asumir en los años venideros?
Sin duda, ya le digo, la Eboli de Don Carlo, un rol que ya he probado al piano y que creo que encaja a la perfección con mi naturaleza vocal en este momento. También querría seguirme adentrando en la obra de Donizetti, autor que me acompaña desde hace muchos años, de quien he hecho ya La Favorite, Seymour en Anna Bolena y Sara en Roberto Devereux; ahora me gustaría debutar Dom Sébastien, Roi de Portugal. Además me gustaría debutar La damnation de Faust de Berlioz, una ópera bellísima ¡Y mucho más!… por ejemplo, en el repertorio romántico y tardorromántico francés, Sapho de Gounod, Le Prophete de Meyerbeer o Don Quichotte de Massenet; pasando al novecento, El amor brujo de Manuel de Falla.
Y cómo no, me encantaría probar varios roles del repertorio alemán en algún momento, además de muchísimas obras del repertorio sinfónico. ¡Siempre es importante en la vida tener nuevos objetivos y retos por cumplir!

Fotos: © Marco Borrelli