Falstaff Ginebra 

Un Falstaff joven y vivo

Ginebra. 30/06/2017. Opéra des Nations. Verdi: Falstaff. Franco Vassallo, Konstantin Shushakov, Medet Chotabaev, Raúl Giménez, Erlend Tvinnereim, Alxander Milev, Marie-Ange Todorovitch, Maija Kovalevska, Ahlima Mhmadi, Amelia Scicolone. Dir. de escena: Lukas Hemleb. Dir. musical: John Fiore.

Desde que comenzaron las obras para reformar el Grand Théâtre de Ginebra, la actividad de este teatro se ha trasladado a la Opéra des Nations, una sala provisional, literalmente una caja de madera de visión frontal, que se había empleado ya como espacio temporal cuando se reformó la Comédie Française de París. Estamos obviamente ante un escenario menos amplio y ante una acústica particular, más seca y más íntima que la del Grand Théâtre. Falstaff es una pieza casi ideal para este teatro, con un coro menos importante que en otras óperas verdianas y con un texto que requiere una teatralidad clara e inteligible. La proximidad entre los cantantes marca ya antemano la representación. Desde el punto de vista escénico, es evidente que la caja no permite la plasticidad acostumbrada en otras propuestas, por varias que sean las transformaciones de la escenografía. Simplicidad, legibilidad y claridad se dirían pues las palabras clave de esta representación.

En este sentido, el trabajo de Lukas Hemleb se adapta perfectamente al lugar: una escenografía única de Alexander Polzin, con un escenario casi vacío, con vestuario de Andrea Schmidt-Futterer y un ambiente grisáceo que recuerda ciertas ilustraciones del siglo XIX, con una dirección de escena concentrada singularmente en los actores. Es obvio que queda atrás toda óptica pintoresca y cualquier atisbo de realismo, pero Hemleb cuida siempre los detalles, los movimientos, en un ambiente que recuerda un tanto el Globe shakesperiano. Haciendo hincapié sobre la farsa de la trama, pero sin olvidar una cierta poesía y un cierto absurdo a la Beckett, Lukas Hemleb consigue un equilibrio que lleva al público a acoger con benevolencia el conjunto, que consigue convencer sin ser no obstante nada excepcional.

Se podría decir lo mismo de la parte musical: la orquesta suena clara, bien preparada, sin deslices. John Fiore es un músico preciso, atentos a los colores y su Falstaff suena muy digno. sin embargo, le falta una cierta ligereza, un cierto aire y un cierto ritmo sin los que la partitura suena por momentos más pesada de lo que debiera, sobre todo teniendo en cuenta que la acústica acentúa los efectos de fuerza de la orquesta, quizá todavía no habituada a interpretar en estas condiciones. La obra pide además una lectura más cantabile y menos marcada. En todo caso, Fiore acompaña a los solistas con mucha atención, respirando a menudo con ellos.

El cuadro vocal es por lo general digno y bien compuesto. Franco Vassallo pinta un Falstaff con un punto de fuerza, con una voz clara y potente, de firme presencia escénica, con una interpretación convincente. Parece sentirse más en su terreno con este Verdi, que debe tanto a Mozart y Rossini, que en el “gran Verdi” del periodo de oro de la producción el maestro de Sant´Agata. Buenas dosis de humanidad, sonrisa y garbo hacen de su Falstaff una interpretación de buen nivel. Frente a él, Konstantin Shushakov es un Ford jovencísimo, con una voz enorme, bien proyectada, sonora y de buena dicción italiana, pero quizá demasiado joven, porque Ford exige una voz algo más madura. Su prestación es en todo caso loable y queda como un solista al que prestar atención. El Fenton de Medet Chotabaev, muy joven también en su caso, se queda algo atrás, con una voz menos habituada a un estilo delicado como el de su personaje aquí. El veterano Raúl Gimenez, voz todavía grande y bien impostada, es un Caius de lujo, mientras que Bardolfo (Erlend Tvinnereim) y Pistoia (Alexander Milev) están confiados a jóvenes solistas en residencia en el conjunto de Ginebra.

En el lado femenino domina la Quickly de Marie-Ange Todorovitch: voz fuerte, autoridad y elegancia en el canto. A su lado la esbelta Alice de Maija Kovalevska presenta una voz bien asentada, de agudos fuertes y bien resueltos, a pesar de cierta distancia con el estilo, lastrada por momentos por una emisión demasiado eslava. Ahlima Mhamdi es una Meg Page de bella presencia escénica y la Nanetta de Amelia Scicolone, aunque algo pálida en la primera parte de la función, demuestra después una adecuada personalidad escénica y vocal. En conjunto, el reparto no tiene siempre la agilidad y el color requeridos por el texto italiano, lastradas algunas voces por el origen eslavo de su emisión, pero el propio devenir de la representación y la juventud de algunos intérpretes añaden la vivacidad necesaria. ¿Un Falstaff de referencia? No. Pero sí un Falstaff cuidado, fresco y vivo, que permite pasar buenos momentos.