Granada de sangre
Oviedo. 25/02/21. Teatro Campoamor. Giménez: La tempranica / Falla: La vida breve. Ana Ibarra (Salud). Virginia Tola (María). Francesco Pio Galasso (Paco). Ruben Amoretti (Don Luis / El tío Sarvaor). Cristina Faus (La abuela / Salú). Gerardo Bullón (Manuel / Don Ramón). Ana Nebot (Grabié). Anna Gomà (Carmela). Jesús Méndez (Cantaor / Gitano). Gustavo Peña (La voz de la fragua / Don Mariano). Miguel Sola (Mr. James), entre otros. Orquesta Oviedo Filarmonía. Coro Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo. Giancarlo del Monaco, dirección de escena. Iván López-Reynoso, dirección musical.
La granada, decía Lorca, es prehistoria de la sangre que llevamos, un corazón que por fuera es duro como el humano, pero da al que lo traspasa olor y sangre de mayo. La granada, o Granada, para Giancarlo del Monaco es también en cierto modo sangre, sangre emanada de las más primitivas pasiones de María la Tempranica y de Salud, que sufren la gris realidad de un mundo “andalucista”, colorido sólo en apariencia. Del Monaco, con su trabajo, bucea en esta realidad, que escenográficamente se representa primero a través de unas postales de la ciudad que llegan a hacerse añicos, como queriendo mostrar la verdad social que debía existir detrás de ellas. Una escenografía casi siempre roja -como la sangre- y en ocasiones pálida -como la luna- que bien podría sostener por sí sola una obra totalmente nueva, al margen de lo ya escrito por Falla o Giménez. Y en el caso de este segundo, aún se sostiene y brutaliza, en cierta medida, el argumento reflejado en La vida breve, mientras que, en el caso de Giménez, su Tempranica queda tan desdibujada que, atendiendo a lo que uno ve sobre el escenario, nadie podría adivinar la obra que se está representando. Y creo, sinceramente, que eso es un error. Nadie debería ver la dirección escénica como un lienzo en blanco capaz de soportar los óleos de cualquier mano ansiosa de contar algo, sino como una obra maestra ya casi terminada y que sólo necesita de esfuerzo para ser reconocida hoy como la misma genialidad de ayer, pues sólo los compositores serán siempre los auténticos artistas, no lo olvidemos.
Buen soporte para lo anterior, como hilo conductor de ambas tramas, fue el actuado sufrimiento de las dos protagonistas: Ana Ibarra, como María y Virginia Tola, como Salud y que ciertamente brillaron en sus respectivos papeles. Sobre la segunda nos referiremos más tarde, mientras que de Ibarra cabe apuntar su arrolladora presencia escénica y medida precisión vocal, derrochando carácter en “Sierras de Granada”, uno de los pocos momentos que realmente lograron acercarnos a la obra de Giménez a pesar de las circunstancias. Otro de ellos fue el famoso zapateado de la tarántula, interpretado con gracia por Ana Nebot como Grabié a la que, sin embargo, nos habría gustado ver encajada dentro de otro rol con mayor presencia y quizás también cercanía a sus medios y posibilidades, superiores a las de esa breve intervención. Convenció mucho, asimismo, el carácter y la presencia vocal de Rubén Amoretti como Don Luis, quién nos pareció la viva reencarnación de un señorito andaluz que bien podría haber salido de Los Santos Inocentes. Sobre la aparición de los actores Juan Matute, Jesús Castejón y Carlos Hipólito, excelentes sin duda, sólo habríamos podido desear una mejor justificación para su presencia, y no la mera destrucción del texto original para sostener la creación de una historia paralela de pobre interés.
Tras el descanso y con la subida de telón de La vida breve, Virginia Tola pareció decidirse rápidamente en ir a por todas, demostrando una intensidad envidiable en lo escénico y una aplastante presencia vocal, quizás abusando por algunos momentos de una intensidad un tanto desmedida. Un trabajo redondeado por la presencia de Francesco Pio Galasso como un imponente Paco, Gustavo Peña como La voz de la fragua y la siempre reconfortante presencia de Cristina Faus como La Abuela.
Desde el foso, Iván López-Reynoso dirigió con pasión a la Oviedo Filarmonía, que selló una representación con aristas y vocación de hacerse notar, en busca quizás de un dramatismo que buscaba acompañar a la ocasional crudeza de lo representado en lo visual. Cabe mencionar el estupendo trabajo, pese a las circunstancias que obligan al uso de la mascarilla, del Coro Capilla Polifónica “Ciudad de Oviedo” que inició con muy buen pie su temporada manteniéndose más que a la altura de este doble programa conformado tanto por las dos obras de Giménez y Falla como por ninguna.