RePastore Donostia21 

Querer es poder

24/06/2021. Donostia-San Sebastián. Teatro Victoria Eugenia. Il re pastore, de Wolfgang Amadeus Mozart. Arantza Ezenarro (soprano, Aminta), Elena Sancho (soprano, Elisa), Paula Iragorri (mezzosoprano, Tamiri), Antoni Lliteres (tenor, Alejandro Magno), Imanol Laura (tenor, Agenor), Gerardo Quintana (actor). Orquesta Master de Musikene. Dirección escénica: Guillermo Amaya. Dirección musical: José Luis Estellés.

Que la pandemia ha puesto patas arriba toda la programación musical es un hecho indiscutible; en el mejor de los casos las funciones y conciertos se han aplazado o adaptado a las circunstancias de intérpretes y público. En los más, se han suspendido acarreando importantes pérdidas a los mismos, es decir, intérpretes, organizadores y -aunque no sean económicas sino culturales- al público, sediento de música en directo. 

En el caso de la capital guipuzcoana y por lo que a la lírica respecta, el impacto ha sido enorme: han desaparecido las funciones de Opus Lírica, la ópera ya no está presente en la Quincena Musical, Sasibill ha renunciado durante un año y pico a sus citas zarzueleras y asi, hasta poder contemplar el solar lírico en el que se ha convertido Donostia. Por ello es de agradecer que unos cuantos chalados, con Carlos Benito a la cabeza, que forman eso que se hace llamar Donostia Musika se sacan de la manga una Semana de Música de Cámara donde, miren que bien, insertan un título operístico casi adolescente de Wolfgang Amadeus Mozart, Il re pastore, obra infrecuente prácticamente en cualquier escenario. De hecho, por estas tierras no se escuchaba desde hace unos treinta años, despues de unas legendarias funciones del Teatro Arriaga. Así, estos amateurs plenos de ilusión han sido capaces de proponer, supongo que con un presupuesto nimio, una función cargada de ilusión, dignidad, buenos propósitos y mejores resultados. Solo queda felicitarles de todo corazón.

En el Teatro Victoria Eugenia se encontraban responsables de la Quincena Musical y de otras entidades culturales donostiarras que, quiero suponer, habrán tomado buena nota de cómo se pueden hacer cosas sin alharacas ni grandes presupuestos, pudiendo garantizar bastante más que un mínimo de calidad con elementos, en gran medida, autóctonos. 

Conviene aclarar desde un principio que el planteamiento de la obra era peculiar y discutible: Il re pastore (1775) es ópera típica de su tiempo, donde se intercalan arias, dúos y recitativos. Donostia Musika, supongo que en intento de facilitar la recepción y comprensión de la obra, decidió eliminar gran parte de los recitativos, sustituyéndolos por un actor que es quien desgrana el desarrollo de la acción, haciéndola así más llevadera. Un servidor considera por principio, por aquello del respeto a la partitura y a los deseos del compositor, un error hacer este tipo de cosas pero no me cuesta nada reconocer que la idea funcionó y que para la parte del público menos acostumbrada al primer clasicismo, las cosas fluyeron de forma más accesible. En este sentido el actor/narrador Gerardo Quintana realizó una labor encomiable para hacer creíble una trama que, no nos engañemos, es dramáticamente muy floja. Tuvo un lapsus en la segunda parte de la obra que el actor supero con experiencia.

Por lo que a los cantantes se refiere señalar que cuatro de los cinco eran guipuzcoanos, lo que dice mucho y bien de la actual situación del canto lírico profesional en la provincia. Pocas veces hemos tenido como ahora tantas voces dignas de cualquier teatro porque a las que citaremos en la reseña pueden añadirse otras históricas (Ainhoa Arteta, Ainhoa Garmendia, Maite Arruabarrena o Ainhoa Zubillaga) y otras jóvenes y pujantes (Elena Barbé, Haizea Muñoz, Gillen Mungia y, por supuesto, Xabier Anduaga). ¿Hay quien de más en una provincia tan pequeña? 

El rey pastor estuvo encarnado por la voz de la reaparecida Arantza Ezenarro, de voz con timbre oscuro, bellísimo, de intensidad adecuada para dotar al personaje de la supuesta dignidad. Su L’amero, saró constante quedo hipotecado en cierta forma por lo apagado que sonó desde el foso el violín necesario pero, en cualquier caso, brillante interpretación. Su amante, Elisa, quedaba encarnada por la voz de la soprano lírica Elena Sancho que dibujó en el dúo conclusivo del primer acto Vanne a regnar, ben mio, las frases más hermosas de toda la velada: agudos límpidos, fraseo muy estimable y canto muy intencionado. Muy interesante el contraste de las respectivas voces, sobre todo en el dúo referido. 

La otra pareja la formaban Paula Iragorri e Imanol Laura, que se colocaron un escalón por debajo de la pareja anterior. La mezzosoprano comenzó algo titubeante para enseñar en el acto II una voz de más cuerpo, de mayor empaque y consiguiendo una sonoridad evidente en el quinteto final. El tenor irundarra pagó la novatada en un desafortunado inicio (Per me rispondete) para ir luego tranquilizándose y redondear algo más la voz hasta acabar cuadrando con los restantes cantantes.

El papel de Alejandro Magno, en torno al cual se desarrolla toda la acción tuvo como protagonista al único foráneo, el mallorquín Antoni Lliteres, la voz más grande de la velada, de fácil y más que correcta emisión, con un fraseo notable. Mozart le pide al personaje un grave firme y escasa aunque contundente proyección hacia la zona aguda; el primer problema lo resolvió con dignidad y el segundo, nos dejó con ganas de más. Daba la sensación de que el papel se le quedaba pequeño. José Luis Estellés llevó con buen pulso a la Orquesta Master, de Musikene aunque en algunos momentos eché en falta la transparencia mozartiana. 

La versión era de esas que hacen llamarse semi-escenificadas y estaba firmada por Guillermo Amaya; en realidad estábamos ante una versión en concierto con un mínimo atrezzo (tres mesillas y cinco sillas) y algún elemento simbólico (agua, arena y una botella de vino) cuyo significado se me escapó. Los cantantes permanecieron en sus asientos hasta el quinteto final, donde Alejandro Magno se colocó en el centro del escenario. Al fondo una escultura de enormes proporciones para el tamaño del recinto, descompuesta en varios segmentos y que el narrador recompuso al final de la representación. Un enorme tamaño para decir no se muy bien el qué.

La reacción del público, con la excepción de amigos y familiares, que dejaron en evidencia a algún cantante, fue de satisfacción. Para muchos fue la primera representación operística en meses y desde Donostia Musika se ha reivindicado que esta puede ser la única de todo el 2021 en la capital guipuzcoana. No seré quien ponga piedras en el camino pero la realidad es tozuda y, por desgracia, unos pocos locos han terminado haciendo lo que otros con más dinero y experiencia parecen incapaces de hacer: que la ópera suene en Donostia. Y es que muchas veces querer es poder.