Rossini siempre presente
Madrid. 24/09/2021. Teatro Real. Rossini: La cenerentola. Aigul Akhmetshina (Angelina). Michele Angelini (Don Ramiro). Borja Quiza (Dandini). Nicola Alaimo (Don Magnifico). Natalia Labourdette (Clorinda). Carol García (Tisbe). Riccardo Fassi (Alidoro). Orquesta y coro Titulares del Teatro Real. Stefan Herheim, dirección de escena.Riccardo Frizza, dirección musical.
Uno de los aciertos de la producción que Stefan Herheim creó para La cenerentola de Gioacchino Rossini y que abre ahora, en reposición de Steven Whiting, la nueva temporada del Teatro Real, es hacer girar toda la dramaturgia de una ópera tan conocida sobre la figura del compositor de Pesaro. Un Rossini que dirige, que interactúa, que se convierte en Don Magnifico cuando es necesario y que, como Zeus, dirige la vida de sus personajes desde una nube de cartón-piedra. Porque todo es un sueño, o la lectura de un cuento, pura imaginación de una limpiadora que encuentra un libro. A partir de esa premisa se suceden multitud de situaciones, unas bien pergeñadas, otras, bastantes, demasiado vistas, poco originales y reiterativas como el recurso siempre resultón de las proyecciones o el moverse los cantantes bailando al son de la música rossiniana. Hay una mezcla difícil de explicar entre lo kitsch, el mundo Disney (que es el que muchos más asocian con La cenicienta) y también de Broadway (cantantes iluminados por focos en un escenario oscurecido), la broma bufa, mucha socarronería y pinceladas de originalidad. De lo que no hay duda es de un trabajo actoral de primer orden, que exige a los cantantes, al coro, un esfuerzo considerable. ¿El resultado? Creo que al público le gustó, yo tuve demasiados dejá vu, escenas muy manidas en esta ópera tan representada y tan magnífica musicalmente, aunque destacaría como el mejor momento el de la tormenta del segundo acto, donde, con medios dieciochescos manejados por los mismos actores, el cuento y la escena nos trasladan directamente a aquellos años locos de principios del siglo XIX, donde la extraordinaria fábrica de óperas marca “Rossini” estaba a pleno rendimiento.
Dos repartos presenta el Real en estas representaciones. El que aquí comentamos es el encabezado por una excelente Aigul Akhmetshina, la joven mezzo rusa, que se está curtiendo en un teatro tan exigente como el Covent Garden londinense. Posee una voz de timbre bello, aterciopelado, de auténtica mezzo. No tuvo ningún problema con las coloraturas que salpican constantemente su parte, especialmente en la magnífica escena final, donde el derroche pirotécnico fue espectacular. Buena actriz, con buen fiato y una proyección potente y bien entonada, se convirtió, para mí, en un auténtico descubrimiento. También el resto de papeles femeninos estuvo muy bien representado por dos cantantes españolas: Natalia Labourdette y Carol García, ambas estupendas como cantantes, con gran presencia vocal, especialmente en los diversos concertantes que jalonan esta partitura. Enhorabuena a las dos.
En el lado masculino, Micheli Angelini asumía el papel principal de Don Ramiro, el príncipe que busca la esposa honesta y sencilla que le ha prometido el sapiente Alidoro. Angelini es un buen tenor que se adaptó perfectamente al papel aunque quizá su voz esté evolucionando y se sienta más cómodo en papeles menos ligeros. Prueba de ello es que su zona central suena redonda, perfectamente perfilada y a los escasos graves llega con seguridad. En la zona más aguda, que sigue siendo atractiva, se nota ya alguna tirantez. Estuvo muy bien esa preciosidad de aria que es Sì, ritrovarla io giuro. Borja Quiza asumía el simpático rol de Dandini y se desenvolvió perfectamente en el plano actoral. En el vocal los resultados no fueron tan estimulantes y aunque el fiato y la proyección fueron los adecuados no se adaptó lo deseado al canto rossiniano. Mucho trabajo tuvo Nicola Alaimo asumiendo los dos papeles asignados por el director de escena: el suyo propio de cantante como Don Magnifico, el padrastro de Cenicienta y el de querúbico Rossini que vuelve del otro mundo, con sus inocentes alas, a dirigir una de sus obras más grandes. Ambos papeles los asumió el italiano con desparpajo y buen hacer. En lo vocal tiene tres de las intervenciones más comprometidas de la obra. Se lució mucho más en Sia qualunque delle figlie del segundo acto, que en la ebria Conciossiacosacché del segundo, y estuvo muy bien en la menos dificultosa vocalmente Miei rampolli femminili, que abre sus intervenciones en la ópera. Se esperaba más del Alidoro de Riccardo Fassi que con una voz de escaso volumen y proyección, aunque con una buena musicalidad, estuvo correcto en su aria Là del ciel nell'Arcano profondo. Fabuloso el coro masculino del Teatro Real. Un gran trabajo escénico (tremendamente exigente) y unas excelentes intervenciones en los variados momentos en los que son coprotagonistas de la ópera. Bravi.
Riccardo Frizza es un gran maestro. Cuando aparece él como director musical de una propuesta operística sabes que en el aspecto orquestal no vas a salir decepcionado. Domina este repertorio como pocos pero, además le da su sello personal. Libera a Rossini de adornos innecesarios y apoyado en la edición crítica del siempre añorado Alberto Zedda, levanta una Cenerentola llena de matices, de tiempos menos vivos que los antaño habituales, recreándose en la melodía sin olvidar mantener el nervio rossiniano. El punto más flojo, que supongo se irá mejorando con el paso de las representaciones, fue la adecuación entre escenario y foso en los concertantes que jalonan la obra. En algún momento hubo desajuste pese a las buenas indicaciones de la batuta, pero es que no es fácil esta partitura, por mucho que algunos “sapientísimos” no aprecien el talento del de Pesaro. La Orquesta Titular del Teatro Real, bien guiada por Frizza, respondió con precisión, talento y buen hacer, dando muestras que cada día su nivel es más alto, y en cualquier repertorio.
Foto: Javier del Real.