Una pequeña lección de historia
12/03/2022. Auditorio del Museo de la Universidad de Navarra. Hans Krása: Brundibár. Pequeños Cantores de la JORCAM, Karina Azizova (piano). Dirección escénica: Tomás Muñoz. Dirección musical: Ana González.
Hay obras de la historia de la ópera que, más allá de gustos personales, son admitidas por todos los aficionados como títulos clave por su trascendencia musicológica. Nadie en su sano juicio pondrá en duda la significación de L’Orfeo, de Claudio Monteverdi o Tristan und Isolde, de Richard Wagner, obras que marcaron en momentos bien distintos puntos de inflexión que facilitaron la evolución de este arte hasta lo que conocemos hoy y lo que nos habrá de venir en el futuro y que no tendremos la oportunidad de conocer.
Otras obras, sin embargo, apenas tienen importancia musical pues en su mismo diseño original así están pensadas y, sin embargo, alcanzan una magnitud mayor que la imaginada por aquello de las circunstancias políticas, económicas y/o sociales que le rodean. Creo que Brundibár se incluye entre estas. Porque no nos engañemos: Brundibár es una operita sin mayor relevancia, pensada para ser interpretada por jóvenes y dirigida, así mismo para la infancia y primera juventud. Pero la sombra de este título se proyecta hasta el infinito cuando es utilizado en el maquiavélico plan nazi –con la complicidad de una indolente Cruz Roja Internacional- de proyectar una imagen idílica de Theresienstadt. En este campo de exterminio inmerso en el plan Solución Final de Adolf Hitler este título fue representado más de medio centenar de veces con motivo de la visita de la entidad para confirmar o desmentir los rumores acerca de las condiciones de vida de esos centros de internamiento.
Brundibár es, por lo tanto, un símbolo contra el nazismo y ahí reside su trascendencia. Por ello, nunca he dudado que es siempre una excelente idea programar este título y en este sentido solo cabe felicitar al Museo de la Universidad de Navarra por haberla incluido dentro de su ciclo dedicado a las artes escénicas. Este título es, además, la oportunidad de reivindicar a Hans Krása, uno de los muchos compositores que por judío y/o homosexual y/o comunista fue exterminado en Auschwitz –como es el caso- o en cualquiera de los otros campos de exterminio tristemente célebres y que antes fueron incluidos en la famosa lista negra que se denomino Entartete Musik o Música Degenerada.
Y es que por mucho que nos duela, la gran victoria del régimen nazi en el ámbito musical fue que la inmensa mayoría de los compositores incluidos en esta lista siguen hoy ignorados por programadores, espectadores, artistas e instituciones públicas. Hans Krása, Viktor Ullmann, Pavel Haas, Ernst Krenek o Walter Braunfels, por poner solo cinco ejemplos, siguen incluidos, en mayor o menos profundidad, en el cajón del olvido para vergüenza nuestra. Por ello Brundibár –o cualquier otra ópera de estos compositores que se alzaran en cualquier escenario- supone también taladrar, siquiera simbólicamente, esta maldita lista.
La función del Auditorio del Museo de la Universidad de Navarra, que se ocupó en dos tercios, fue preciosa. Los Pequeños Cantores de la JORCAM me disculparán que no entre en nombres propios porque lo que prima es el trabajo de un colectivo que dio muchísima dignidad al trabajo, consecuencia natural del trabajo, la ilusión y creer en el proyecto. No hubo un punto flaco y tanto los solistas como el grupo coral dieron –en la versión en castellano- réplica adecuada a la partitura. A la misma altura la pianista Karina Azizova y la directora musical, Ana González, atenta a todo, llegando a dirigir hasta los saludos finales.
La puesta en escena de Tomás Muñoz era sencilla, colocando al coro en un fondo de cuatro filas, con los eventuales solistas en primera fila, recurriendo a sencillos cambios de vestuario para las distintas escenas y al juego de luces para las escenas nocturnas y diurnas.
El momento más emocionante, sin duda, fue cuando al término de la representación se nos anunció que lo visto y oído había sido un mero ensayo de la misma para sin solución de continuidad dar paso a la verdadera y poder ver en pantalla gigante una vez más esos ochenta segundos del Brundibár de Theresienstadt, con Hans Krása a la batuta y donde los niños y niñas que cantan así como los espectadores son prisioneros del régimen nazi. Es una escena del documental nazi Der Führer schenkt den Juden eine Stadt (El Führer entrega una ciudad a los judíos), el colmo del cinismo. No deja de impactar el pensar que la mayoría de los niños y niñas que aparecen en ese montaje fueron gaseados días después en Auschwitz.
Programar, interpretar, ver y escuchar Brundibár es una pequeña lección de Historia que debemos aprender para no olvidar nunca. Es también una reparación cuando menos simbólica de tantos y tantos compositores que hemos de seguir reivindicando. Brundibar es, en definitiva, un símbolo que trasciende a sus pocas notas. Es parte de la historia de la ópera.