Zubin Mehta Shai Skiff 

Viaje por el sinfonismo del siglo XIX de la mano de un maestro

15/09/2016. Palacio Euskalduna, de Bilbao. Franz Schubert: Sinfonía en si menor, D. 759, “Inacabada”. Antón Bruckner: Sinfonía nº 9 en re menor. Orquesta del Maggio Musicale Florentino. Dirección: Zubin Mehta.

Que con la que está cayendo –y no hago referencia a la lluvia que nos acompañó hasta la misma puerta del Euskalduna- una iniciativa privada organice un ciclo de música clásica solo puede agradecerse desde el primer estupor. Que ese ciclo sea un pequeño totum revolutum donde lo mismo cabe Bruckner que la música barroca o el mundo de las bandas sonoras puede ser lo de menos, aunque intuyo dificultades para convencer al aficionado de que adquiera un abono para los cinco conciertos. Que los precios sean casi prohibitivos solo redunda en la muy extendida idea de que en Bilbao las cosas de la música clásica son caras.

Y que todo un mito viviente como Zubin Mehta apenas llene la mitad del Euskalduna también quiere decir algo. Quizás, que la afición ya está suficientemente sangrada en lo económico con la ABAO, el Arriaga, la BOS y la Filarmónica; quizás, continuando con la lógica, que en Bilbao la afición a la música clásica no es tanta como nos queremos creer; quizás, que el ciclo está falto de coherencia y de una apuesta clara. Quizás… 

Porque hemos tenido a Zubin Mehta en el Euskalduna con el patio de butacas al 70% y la parte superior con demasiados huecos. Y si Mehta ha conseguido estas cifras, ¿qué se puede esperar de los futuros conciertos de este ciclo? ¿Hay sitio para la esperanza? Un servidor quiere ser positivo, y sobre todo tras escuchar el Bruckner que nos ofreció el hindú con la Orquesta del Maggio Musicale Florentino, animar a dar una oportunidad a esta iniciativa.

Porque fue precisamente en la segunda parte, con la Sinfonía nº 9 en re menor, de Anton Bruckner cuando el concierto levantó vuelo. Y no porque el Schubert anterior fuera anodino sino porque intuyo había coincidencia general en que la batuta estaba reservando lo mejor de su arte para esa segunda parte.

Se nos han propuesto dos sinfonías inconclusas que nos permiten viajar a través del siglo XIX por el centro de Europa y pasar del clasicismo de Franz Schubert a la síntesis del Romanticismo que puede suponer Anton Bruckner. Un programa coherente y que, por suerte, Zubin Mehta no destruyó con ninguna propina desafortunada.

Ya hemos dicho que la sinfonía bruckneriana fue el plato fuerte de la noche: aquí si pudimos disfrutar del despliegue de sabiduría y paciencia de Mehta al construir ese monumento sonoro que es la sinfonía inconclusa del maestro austriaco. Un primer movimiento Feierlich misterioso apabullante, con los justos contrastes y sabiendo crear esa especial dimensión ética que parece respirarse en el mundo de Bruckner.  Eso sí, la propuesta de Mehta parece más acercarse más a una lectura ruda que serena.

Los célebres acordes cortantes del Scherzo impulsaron a Zubin Mehta a romper esa austeridad gestual que le acompañó todo el concierto, consiguiendo ese mundo de contrastes tan efectivo entre la cuerda y la orquesta percutida. Aquí Mehta ahoga todo brillo posible apostando por la sequedad, por la sobriedad. Finalmente, el Adagio final que el mismo director apuntó como reto principal de la obra y donde el susodicho nos llevó hasta el crescendo central para reposar en un final silencioso y que, por fortuna, el público acompañó con unos respetuosos segundos de recogimiento.

Queda apuntada su parquedad en el gesto pero hay subrayar esa mano izquierda, delineante de pequeños detalles, así como el valor de las distintas secciones de una orquesta, totalmente entregada al director y que, en evidente reconocimiento, rompió a aplaudir casi al mismo tiempo que el público.

La primer parte, sin alcanzar tal lujo, no desmereció. Y es que La inconclusa de Schubert no terminó de despegar y temimos, por momentos, que la rutina nos fuera a invadir. Por suerte Mehta y Bruckner se encargaron de lo contrario.