Flauta Liceu Blanch David Ruano1Sara Blanch como La Reina de la Noche. © David Ruano.

El juramento de una madre

Barcelona. 30/06/22. Gran Teatre del Liceu. Mozart: Die Zauberflöte. Julien Behr (Tamino). Joan Martín Royo (Papageno). Serena Sáenz (Pamina). Sara Blanch (Reina de la Noche). Nicolas Testé (Sarastro). Berna Perles (Primera Dama). Gemma Coma-Alabert (Segunda Dama). Marta Infante (Tercera Dama). Roger Padullés (Monostatos). Matthias Goerne (Narrador), entre otros. Orquesta y Coro del Gran Teatre del Liceu. Gustavo Dudamel, dirección musical. David McVicar, dirección de escena.

A menudo, todavía en 2022, hay quienes apuntan a los directores y directoras de escena como culpables de que determinadas obras líricas hayan dejado de "pertenecer" a quienes las compusieron, obviando la vida intrínseca de este arte y el escenario, de cómo se extinguiría o, con suerte, sólo estaría al alcance de (aún más) pocos, a través de una especie de ritual museístico y funerario. Parto en estas líneas de la celebración constante, renovadora que la ópera necesita, la doy por hecho y reflexiono, asistiendo unos 20 años después de su estreno a la propuesta de David McVicar sobre La flauta mágica, de cómo esa visión también deja de pertenecer, en cierto modo, al propio regidor.

El tiempo pasa y no todo se ofrece ni se recibe de la misma manera. Y menos mal, porque de lo contrario estaríamos conservados en formol. Creo que fue el gran Sondheim quien, hablando de su Golfus de Roma (A Funny Thing Happened on the Way to the Forum), dijo que su obra ya no le pertenecía, sino que esta era de quienes le daban vida sobre y detrás de las tablas cada día. Porque todo cambia, a cada subida de telón, en el palpitar de la vida que se crea dentro de un teatro. 20 años más... En aquel entonces y así la recordaba, recibí esta Flauta como un cuento, como un magistral ejercicio onírico, de pura fantasía. Los figurines de John Macfarlane me siguen pareciendo sublimes, potenciando la mirada clásica del texto de la obra y cobrando una necesaria entidad individual dentro de la obra. Es un maravilloso ejercicio estético por el que, con toda la razón, se ha convertido en un icono de la lírica. Hasta en diez ocasiones el Covent Garden la ha recuperado desde 2003...

La Flauta de McVicar se ha convertido en tradición. Seguramente porque parta de ella para su propuesta y hoy en día, más allá del impacto estético, resulta un tanto plana en su narrativa, sobre una historia que no revisita, en realidad, con demasiada profundidad. En cierto modo, me es imposible hoy en día conectar con las pretensiones de Sarastro, el Orador o Tamino en ese mundo de hombres, sí, muy listos todos, pero profundamente misóginos. Me aburren. Mi equipo es el de la Reina y las Damas, en una oscuridad que no resulta ser tal. Es el amor materno, el juramento de una madre por recuperar a su hija, no lo olvidemos, secuestrada por los hombres y, vicisitudes del XVIII, necesitada, oh paradoja, de un hombre para salvar a su hija... ¡que se acaba pasando al grupo de los hombres que la secuestraron! Con todo su poder, la Reina nunca estará a la altura necesaria de un hombre para conseguir lo que pretende. La historia que cuenta es como es, pero la lectura de McVicar, ya digo, no pasa de la plasmación visual casi literal, amparado en el subtexto masónico.

Flauta Liceu Papageno Pamina David Ruano1Joan Martín-Royo como Papageno y Serena Sáenz como Pamina. © David Ruano.

Desde el foso, el director venezolano Gustavo Dudamel ofreció una lectura disfrutona, diría incluso juguetona an su primer acercamiento a La flauta mágica. Una versión contrastada, donde no faltaron momentos de empuje tan de la casa, vibrantes y en una aparente complicidad absoluta con los cantantes, como demostraron los momentos solistas con Papageno o La Reina de la Noche. En su faceta musical, no puede ponérsele un pero. Teatro y sutilezas en un Mozart siempre expresivo, que terminó de dar forma a los personajes sobre el escenario. Sin duda, la Orquestra del Liceu ha demostrado la calidad alcanzada en estos años, en las últimas producciones de esta temporada que he podido escuchar en la Rambla: War Requiem, Dama de Picas, Pelléas o la Trilogía Da Ponte. A ello se suma aquí la intervención del Coro de la casa, con una prestación más que estupenda.

Que lo de aquí no es lo de allí y viceversa, que las fronteras son una cuestión puramente política y la cultura ha de estar por encima de todo ello es algo muy cierto. Que se ha de cuidar, mostrar y potenciar los valores, brillos y raíces de lo que somos y quienes somos, también. Por ello, que el Liceu haya programado un cast alternativo para esta Flauta con un reparto de nombres que han nacido o crecido aquí, es algo digno de alabar. La temporada que viene abrirán de igual modo con Don Pasquale. Es un buen camino, porque tenemos unos artistas de una calidad increíble que bien merecen un espacio real sobre nuestros escenarios. Así lo han demostrado estas funciones de auténtico éxito.

Como Reina de la Noche, una soberbia y apabullante Sara Blanch, de sobreagudo brillante e inteligencia para sortear con voz natural las notas más bajas de su particella. Magnífica en cada una de sus intervenciones, especialmente en las páginas más conocidas: Zittre Nicht y Der Hölle Rache, donde la simbiosis con la orquesta y la batuta de Dudamel fue maravillosa. Destacó también especialmente el espléndido Papageno de Joan Martín Royo, con un timbre homogéneo, de voz noble, fraseo medido y gracejo en escena. Junto a él, la divertida y notable Papagena de la soprano argentina Mercedes Gancedo, habitual en las últimas temporadas del Gran Teatre que bien merece encargos de mayor calado.

Por su parte, a pesar de una emisión más comprometida y tras cantar cuatro funciones seguidas debido a la cancelación de Javier Camarena por coronavirus, el tenor Julien Behr demostró un destacado idiomatismo con las formas y el fraseo mozartiano en el papel de Tamino, mientras que Serena Sáenz como Pamina presentó un timbre terso, uniforme, de gran entrega en la parte dramática. Estupendas las tres damas de Berna Perles, Gemma Coma-Alabert y Marta Infante, empastadas y con voces de tesituras bien diferenciadas, una gozada como personaje "tridimensional". Disfrutable el Monostatos de Roger Padullés, algo decepcionante el Narrador de Matthias Goerne, de presencia tan continuada en ciertas programaciones de nuestro país, y de agradecer la presencia de Nicolas Testè, sustituyendo en el último momento al Sarastro de Stephen Milling (también con covid19). De canto señorial, devolvió un tanto el personaje a su tesitura más original, más baritonal, mientras leía parte de su texto ante su imprevista participación en esta producción. Público en pie, espontáneo, sincero, aplaudiendo a manos llenas. Todo dicho.

Flauta Liceu Damas Tamino David Ruano1Julian Behr como Tamino y Berna Perles, Gemma Coma-Alabert y Marta Infante como las tres Damas. © David Ruano.