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El deseo de libertad

11/07/2022. Festival de Aix-en-Provence. Pavillon Noir. eEl-Turk, Woman at Point Zero. Dima Orsho, Fatma. Carla Nahadi Babelegoto, Sama. Ensemble Zar. Laila Soliman, dirección de escena. Kanako Abe, dirección musical. 

La apuesta de Bushra El-Turk se enfoca a la ópera de cámara, casi podríamos hablar con mucha licencia de un singspiel, donde el canto y la palabra se mezclan formando un todo, sin grietas, compacto en su bella dureza. Porque Woman at point zero es un canto, sin duda desesperado, a la libertad de la mujer, sobre todo de la mujer musulmana pero también la occidental, que sin sufrir tan rigurosamente discriminaciones de todo tipo también se puede ver reflejada en esta obra. Y los hombres, ausentes de forma física en la obra, sienten como la cultura machista ahoga a la mujer. El-Turk los enfrenta a esa realidad muy cruda que muchas veces no queremos ver. La historia parte de una novela de la escritora egipcia Nawal El Saadawi que adapta la sudafricana Stacy Hardy situando la acción en una cárcel cairota durante la Primavera árabe. En ese tiempo de esperanza que ahora parece ya truncado, una cineasta, Sama, entrevista a una reclusa condenada por asesinato con el objeto de indagar más en la situación de la mujer y el trato diferente también a la hora de aplicarles la ley. No es un reto fácil. A Fatma le cuesta hablar de su pasado, y la propia Sama se implica contando también sus vivencias. El relato de Fatma es estremecedor, lleno de malos tratos, prostitución, engaños y traiciones de las figuras paternas (padre, tío) pero también de esperanzas, de ilusiones y de una ansia infinita por la libertad, quizá el centro de toda esta ópera, la libertad de la mujer. Su historia no acaba bien y es estremecedor oír como ella ha encontrado más libertad en una celda que en la vida exterior. 

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El andamiaje musical de esta ópera es poliédrico, formado por distintas caras: la voz cantada que se mueve casi siempre en unos parámetros que nos recuerda mucho al musical americano, pero también incluye momentos donde la música tradicional árabe se apodera del pequeño auditorio y también muchos momentos hablados. Dima Orsho, Fatma, realiza un trabajo extraordinario tanto como actriz como cantante, en el que hay que destacar ese maravilloso y emocionante momento donde con su bellísima voz entona un canto árabe. También Carla Nahadi Babelegoto está espléndida como Sama. El contrapunto rebelde, que busca esperanza a la calmada resignación de Fatma. Durante la ópera también se oyen voces en árabe relatando experiencias de mujeres maltratadas. Esas voces son la tercera protagonista de la obra. En cuanto a la música propiamente dicha es un compendio de influencias de todo el mundo a través de instrumentos procedentes de todas las partes del mundo y sobre todo de distintas culturas. Parece como si la compositora nos quisiera invitar a una reflexión sobre que lo contado aquí no sólo pasa en el mundo árabe, que compromete y atañe a todas las religiones, países y razas. La dirección de la japonesa Kanako Abe (que como el resto de los seis músicos del pequeño pero virtuoso Ensemble Zar interactúa en la puesta en escena) integra todos esos diferentes aspectos musicales con precisión, proporcionando una sensación de unidad, de integridad entre una música muchas veces atonal y un canto siempre en la línea tonal. 

La puesta en escena de Laila Soliman busca la sencillez y la eficacia. Se basa en un impecable trabajo de movimiento con los actores y también con los músicos creando con pocos pero eficaces medios técnicos (impecable la iluminación de Loes Schakenbos) crea un ambiente en el que se respira con dificultad, donde la presión de una cultura la notamos todos los que vemos la obra y donde se vive la tragedia (desgraciadamente tan cotidiana) a pocos metros de nosotros. Es una ópera de mujeres en todos los sentidos (sólo hay algún músico que es hombre). Es una ópera reivindicativa. Es una obra dura y trágica. Es una ópera que nos implica a todos, mujeres y hombres. Y, sobre todo, es una ópera magnífica e inolvidable.

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Fotos: © Jean-Louis Fernández