El comienzo de un largo viaje
03/10/2016. Teatro principal, de Vitoria-Gasteiz. Obras de Xavier Sarasa, Toshio Hosokawa y Carl Orff. Susanne Elmark (soprano), Peter Schöne (barítono), Carlos Mena (contratenor), Orfeón Donostiarra y Orquesta Sinfónica de Euskadi. Dirección musical: Jun Märkl
Este lunes y en el vitoriano Teatro Principal ha comenzado la temporada 2016/17 la Orquesta Sinfónica de Euskadi, a la que Platea Magazine va a hacer este año un seguimiento exhaustivo. Ya es sabido que la mayoría de los conciertos se celebran en Vitoria, Pamplona, Bilbao y Donosita, en este caso en dos ocasiones y la temporada entrante ha elegido la capital alavesa para iniciar un curso que presumimos emocionante. El teatro, con el recurso de programar Carmina Burana, de Carl Orff, consiguió poner el cartel de “No hay billetes” en las taquillas, lo que siempre es de agradecer.
El concierto tuvo una primera parte interesante pues se estrenó la breve Fanfarria #3308, tal es el título de la obra de Xabier Sarasa, trompa de la orquesta y que ha presentado una composición de apenas cuatro minutos para cuatro trompas, tres trompetas, tres trombones, tuba y percusión. Una fanfarria más austera que luminosa donde ambas secciones, metales y percusión, guardan equilibrio en su desarrollo asumiendo ella el protagonismo en un inicio para colgar luego la responsabilidad sobre los metales.
A continuación la OSE presentó la primera obra que este año va a interpretar de Toshio Hosokawa, compositor japonés nacido en 1955 y del que pudimos disfrutar una breve obra de apenas catorce minutos, de título descriptivo: Meditation to the victims of Tsunami. A riesgo de parecer pretencioso puedo afirmar que el descubrimiento de esta obra se convirtió, al final del concierto, en el momento álgido de la noche. Hosokawa, con planteamiento recogido, casi funerario, y a través del protagonismo de percusión y flauta (ese instrumento tan presente en la música clásica de los japoneses) nos propone una obra de hondura y equilibrio impactantes, Hace tiempo que el estreno de una obra no me impresionaba tanto, a fuerza de ser sincero. La reacción del público fue la acostumbrada, con aplausos de protocolo.
La presencia de la música de Toshio Hosokawa va a ser importante durante la temporada aprovechando que la Orquesta Sinfónica de Euskadi va a grabar a finales de la misma un CD del compositor japonés y que la casa Naxos distribuirá por todo el mundo, lo que supone de empujón para la internacionalización y prestigio de nuestra orquesta.
Toda la segunda parte se concentraba en la cantata Carmina Burana, de Carl Orff, una de las obras del siglo XX más populares y demandadas. En esta ocasión podemos afirmar que el resultado se desequilibró por la suficiente, que no brillante, actuación del Orfeón Donostiarra, que en plantilla reducida por mor de las características técnicas del teatro (solo presentaban unos sesenta cantores) y con evidente presencia de gente joven –en algún caso, demasiado pendiente de la partitura- no pudo o no supo repetir prestaciones ulteriores, siempre espectaculares en esta obra y similares.
Lo que si brilló con luz propia fue el trío de voces solistas, donde la danesa Susanne Elmark, aunque apurada en el legato, supo dar todas las notas de una tesitura compleja, brillando más en la dulzura del In trutina más que en la coloratura prolongada del Dulcissime. El barítono Peter Schöne nos hizo pasar una magnífica velada porque además de cantar con voz rotunda su parte se transformó ora en cura borracho ora en enamorado ensoñador. Comenzó su parte desde el pasillo central del teatro para hacer luego de su lugar, junto al director, un miniteatro en el que se pasó gran parte de la noche sentado en el suelo mientras se “recuperaba” de su borrachera. Agudos firmes, elegancia vocal y gran virtud dramática hicieron del barítono alemán el triunfador de la noche. Carlos Mena en su única aparición, el Olim lacus colueram, y desde un palco lateral estuvo sencillamente exquisito. Lástima de brevedad.
Jun Märkl, como en el es habitual, vivió la obra con solistas y coro, cantando con ellos. La orquesta, afectada por una acústica nada adecuada en este viejo principal, lleno de telones y telares, consiguió sin embargo un sonido diáfano aunque faltó quizás cierta contundencia. Es Carmina Burana obra adecuada para los excesos y podemos afirmar que en este caso no se cayó en ellos, lo que es de agradecer.
Mil personas queriendo escuchar los Carmina Burana ha supuesto en este caso que mil personas descubran el mundo de Hosokawa. Visto así, parece que el programador se apuntó un buen tanto.