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Sinfonía contra el localismo

Oviedo. 20/10/16 Auditorio de Oviedo. Beethoven: Novena sinfonía. Solistas: Alexei Dedov, Daniel Kirch, Sonja Gornik, Olesya Petrova. Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias, Coro de la Fundación Princesa de Asturias. Director: Rossen Milanov.

A día de hoy, pocas obras -por no decir ninguna- han logrado igualar en fama y reconocimiento a la Novena sinfonía de Beethoven. Compuesta por un hombre prácticamente sordo, que afrontaba en solitario los últimos días de su vejez, la Novena es, en cierto modo, una muestra de resignación. En sus páginas, Beethoven deja de lado su constante enfrentamiento contra un Destino externo a él -tan característico de su producción artística- y lucha por identificar sus propios conflictos internos. Esa mirada introspectiva hace de la sinfonía una obra de transición, que revela un insospechado nivel de conciencia para el genio de Bonn; un inédito equilibrio entre rebelión y conformismo.
    Con el paso de los años, la partitura ha ido adquiriendo un cariz universalista, que alcanzó su máximo cuando -en 1972- la Unión Europea decide adoptar la Oda a la Alegría del cuarto movimiento como su himno. Así pues, la fuerte carga simbólica asociada a la obra la convierte en una elección idónea para conciertos como el que nos ocupa. Frente a las protestas de algunos sectores sobre la continuidad de los Premios Princesa de Asturias, la música de Beethoven nos recuerda la importancia de abrirse al mundo; de no encerrar entre localismos absurdos a una región que, durante la semana de estos premios, logra situarse en el mapa mundial. De los Princesa de Asturias puede incomodar el nombre -incluso el propio Beethoven era ferviente republicano-, pero nunca la finalidad. Si no es por ellos ¿De qué otro modo podríamos ver a un investigador del MIT como Hugh Herr pisar la Universidad de Oviedo? ¿O escuchar al enorme James Nachtwey hablar sobre sus fotografías en Pola de Siero? Un rechazo parecido surge en torno a los Premios Líricos Teatro Campoamor… A fin de cuentas, todos estos galardones repercuten en los premiados, sí, pero también en la región; no lo olvidemos.

Desde el punto de vista que nos compete -el musical-, la versión corrió a cargo de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias que, como es costumbre en este tipo de actos, estuvo liderada por su director titular, Rossen Milanov. Las distintas secciones de la OSPA se pusieron al servicio de la compleja partitura, logrando abordarla con oficio pero sin brillantez. En mi opinión, faltó presencia sonora en los violines, mientras que por algunos momentos sobró entre los instrumentos de viento metal. También habría sido mejorable la intervención de los violonchelos y contrabajos al inicio del cuarto movimiento, que se mostraron algo faltos de uniformidad. Desde el podio, la preocupación de Milanov por las dinámicas fue palpable, resultando éstas convincentes en líneas generales. Algo menos convencional fue el juego de tiempos impuesto por el búlgaro, un tanto confuso hacia la mitad del Adagio que constituye el tercer movimiento, y también demasiado precipitado -para mi gusto personal- al final del cuarto. Un trabajo, como digo, solvente por parte de la OSPA, pero alejado de sus mejores intervenciones. Dentro del mismo autor recuerdo, sin ir más lejos, una gratificante Quinta Sinfonía que la agrupación asturiana interpretó bajo la batuta de David Lockington hace ya algunas temporadas.

Por su parte, el grupo de solistas elegidos para las intervenciones vocales no logró ir más allá del mínimo exigible por la partitura. El bajo-barítono Alexey Dedov fue quizás el más destacado de los cuatro, logrando una interpretación solvente de su parte. Daniel Kirch defendió muy discretamente la suya, lastrado por una proyección vocal ciertamente escasa. Más caudalosa se mostró la voz de la mezzo Olesya Petrova cuyo trabajo fue, junto al de Dedov, razonablemente solvente. Cerrando el grupo solista no resultó demasiado atractiva la voz de Sonja Gornik, manifiestamente comprometida en el tercio agudo.
Como no podía ser de otro modo, la parte coral de la obra se confió al Coro de la Fundación Princesa de Asturias, una formación amateur que abordó con palpable ilusión el desafío propuesto. No obstante, la partitura beethoveniana es exigente tanto en tempo como en tesitura. Lo primero fue bien resuelto por el Coro de la Fundación; no así lo segundo, que llegó a plantearle evidentes dificultades durante el transcurso de su intervención.

El concierto finalizó con una sentida interpretación del himno de Asturias, recibida en pie por el público del Auditorio y por sus Majestades los Reyes, Don Felipe y Doña Letizia, ubicados en el palco de autoridades. Palco que, para vergüenza de los dirigentes ovetenses, debe esperar actos de tanto peso institucional para cubrir sus vacantes.