Quijotes Marina

En un lugar de Aragón 

Zaragoza, 25/10/2016. Auditorio del Paraninfo de la Universidad. “Quijotes, Cervantes y la lírica”. Obras de Ibert, Vives, Obradors, Halffter, Ravel, Donizetti y Leigh. Marina Monzó (soprano), Manel Esteve (barítono), Ricardo Estrada (Piano).

En un lugar de Aragón, concretamente en su capital, la inmortal ciudad de Zaragoza, existe una Asociación compuesta por unos sesenta y tantos quijotes que siguen creyendo en esa locura que es dar vida lírica a su ciudad, a su tierra. Muchas veces se achaca a las instituciones, a los medios de comunicación, el poco apoyo, la nula información, que se da sobre recitales o conciertos. No es este el caso. La Asociación Aragonesa de la Ópera “Miguel Fleta” organizaba el martes, 25 de octubre, un concierto de obras líricas alrededor de la figura de Cervantes, y especialmente de su creación cumbre, El Quijote. Hubo amplio despliegue en prensa sobre el acto y, a través de la Universidad de Zaragoza, se enviaron e-mails informativos a centros educativos, alumnos universitarios y trabajadores de la DGA, pero muy poco público ocupaba las bancadas del auditorio del Paraninfo zaragozano. Una lástima esta exigua respuesta de los supuestos melómanos de la ciudad, porque lo que hemos podido escuchar esta tarde es un recital de mucha categoría.

Cervantes y su ingenioso hidalgo siempre han atraído el interés de muchos compositores, tanto españoles como extranjeros. El interesante programa que se nos presentó incluía obras de autores franceses, españoles e italianos, con una pequeña incursión en el musical de Broadway. Comenzó el recital con las “Quatre Chansons de Don Quichotte” de Jacques Ibert (creadas en 1932 para una película que sobre el Quijote protagonizó el famoso bajo ruso Feodor Chaliapin que había estrenado en 1910 la ópera de Massenet sobre el mismo tema) cantadas por Manel Esteve. El barítono barcelonés comprendió a la perfección el diferente tono e intención de cada una las piezas, sobre todo en la “Chanson de Dulcinée” y la maravillosa “Chanson de la mort de Don Quixote” donde puso al servicio del texto y la melodía su dúctil canto. Porque si algo demostró Esteve a lo largo del recital es su capacidad de modular su voz, de un color y un timbre muy atractivos, para que se adaptara a lo dicho por el poeta, a lo escrito por el compositor. Él también fue el encargado de defender el grupo de canciones “Don Quichotte à Dulcinée” que Maurice Ravel también había compuesto para la película mencionada más arriba pero que fueron rechazadas. La escritura de Ravel es más refinada, más sutil que la de Ibert, de una belleza más redonda. El compositor francés introdujo en cada una de sus tres canciones una danza española. La guajira en “Chanson Romanesque”, el zortzico en “Chanson épique”  y la jota en “Chanson à boire”. Otra vez Esteve hizo fluir el verso francés con elegancia y sonoridad, destacando, además, sus excelentes dotes actorales en una espléndida interpretación de la canción de la taberna. Un lujo. Remató su actuación con el famoso “The impossible dream” del musical americano “El hombre de la Mancha”.

Marina Monzó es una joven soprano valenciana que confirmó en este recital por qué es una de las cantantes más prometedoras del panorama lírico actual. La calidad de su voz es excelente y el que firma estas líneas, que no la había escuchado nunca, se quedó perplejo y admirado del dominio de su instrumento, con una madurez y control que desdice su juventud. Cantó Monzó tres canciones españolas relacionadas con Cervantes: La primera, de Amadeo Vives (Madre, la mi madre) tiene texto de la Novela Ejemplar “El Celoso extremeño”. De Fernando Obradors fue “Consejo” de la historia interpolada en el Quijote “El curioso impertinente” y por último del propio Quijote “Canción de Dorotea” con música de Ernesto Halffter. Si todas fueron cantadas con una calidad y una dicción excelentes, fue en la de Halffter donde Monzó estuvo especialmente brillante cantando los versos con esa dulzura y delicadeza, teñida de tristeza, que tan bien le van a la canción. Pero lo mejor, lo más espectacular, vino en el aria y cabaletta “Se pietoso di un oblio”, de la casi desconocida ópera de Gaetano Donizetti “Il furioso all’isola di San Domingo”, basada en el episodio del Quijote donde se cuenta la historia de Cardenio y Lucinda. Se vio palpablemente que en este repertorio la cantante valenciana se mueve con una gran seguridad. Dominando con soltura toda la tesitura es en el tercio alto donde la belleza de su canto se hace más notoria, con un agudo limpio, cristalino, espectacular. Como coloquialmente dijo algún espectador (se me perdone y me perdone la cantante) “una auténtica crack”. De seguir por este camino está claro que su carrera será exitosa. Ya en forma de propina, ambos cantantes nos regalaron un hilarante y estupendamente cantado y actuado dúo de Don Pasquale “Pronta io son”.

Pero un recital de lied, de chanson, de canción, no es nada sin el soporte de un buen acompañante, de un gran pianista. Y eso fue Ricardo Estrada: un excelente complemento y sostén de los cantantes. Su técnica está fuera de dudas y supo dejar que las melodías fluyesen y respiraran, puestas al servicio del cantante, estando su trabajo siempre en un segundo plano pero siempre perfectamente presente. Sin duda otro de los lujos de la tarde.

Zaragoza necesita quijotes que sigan luchando por la lírica de calidad en la quinta ciudad, por población, de España. Hay que quitarse el sombrero ante ellos y desear, egoístamente, que no se desanimen y sigan haciendo posible espectáculos de la calidad de éste. Mucha suerte.