Morir para vivir
Madrid. 11/05/2023. Teatro Monumental. Mahler: Sinfonía n.2 “Resurrección”. Berna Perles, soprano, Gerhild Romberger, mezzo. Orquesta y Coro de RTVE. Pablo González, director.
“Moriré para vivir”, este es el verso que Mahler añade de su cosecha para finalizar su segunda sinfonía, ‘Resurrección’, y es a la vez un perfecto y adecuado lema para Pablo González que, tras cuatro temporadas, acaba su relación de titular de la Orquestra de RTVE. Ignoro si el hecho de programar esta sinfonía en su último concierto ha sido pensado y premeditado, pero lo que no cabe duda es que esa ‘resurrección’, ese concepto de dejar morir una etapa para vivir con fuerzas renovadas lo que ahora sigue, se ajusta perfectamente a un director como él, de pasadas y superadas dificultades personales, y de creciente, continuada y futura expansión. Finaliza ahora una etapa feliz en Madrid, donde la relación con la orquesta ha sido siempre fluida, y los frutos recogidos han sido muchos. Es verdad que en el debe está la extrañísima poca presencia de música española en sus programas, en la presente temporada solo con una solitaria obra, algo que para un director titular de la Orquesta de RTVE se antoja absolutamente insuficiente teniendo en cuenta la imperiosa y urgente necesidad que tiene nuestra música de salir a la palestra; pero ha habido bella concepción general en la programación, con evocadores e interesantes hilos temáticos; esfuerzo, ganas, y buena realización y resultados del repertorio presentado (muy centrado en el siglo XIX y primera mitad del XX); y una mayor visibilidad de la Orquesta y Coro, mostrada, no ya sólo con el pequeño pero importante avance de que en la fachada de su Teatro Monumental ahora ya se puede ver que allí actúan, sino en su creciente presencia en Festivales, ciudades y lugares antes no tan frecuentados.
El jueves hubo temperatura, intensidad, muchas ganas y muy buen hacer de Pablo González y la Orquesta y Coro de RTVE. El primer movimiento de la sinfonía fue realizado reflejando toda la diversidad de su trazado con sus picos estupendamente remarcados. Ya desde el relampagueante trémolo que inicia la obra quedamos fustigados y conectamos inmediatamente. El proceloso tema de violonchelos y contrabajos que sigue fue tocado de forma descarnada, impetuosa, con el accelerando que Mahler demanda. Hubo contraste posterior, variedad de escenarios, dándose viva a ese poliédrico cuadro trazado por Mahler donde la concatenación de fuentes y el material diseminado y heterogéneo es su marca de artista, aunque siempre, pensado todo, con una estructura, con una forma, y en este caso de clásica sonata de dos temas contrastantes. El segundo de estos se tocó de forma especialmente mágica, el mi mayor de la cuerda se elevó con una textura mucho mas diáfana y transparente, con luz suficiente para elevarse, y después de un bello ritardando que difuminó muy bien el drama. Precioso también el pianisimo conseguido antes del solo de arpa que marcó el extremo por abajo del extenso arco dinámico creado. Las turbulencias y picos llenos de decibelios marcaron el otro extremo, y el primer movimiento acabó pleno de contraste.
El segundo movimiento, a pesar de su buen inicio y su detalle en las comas, fue el menos feliz realizado de toda la sinfonía. La tremenda complejidad contrapuntística y de afinacion en los rápidos tresillos en spiccato de la cuerda del segundo episodio, llevó a desajustes y momentos de falta de transparencia, aunque mejoró la segunda vez con el viento. Muy bella en cambio toda la atmósfera requerida en el pasaje de pizzicati con punteados de la madera hacia el final del movimiento. El tercero se tocó sin exagerar los ácidos efectos de la percusión y los collegno de la cuerda, con lo que ese aire fantasmal y sarcástico se moderó con respecto a otras interpretaciones. Bien realizadas las ondulaciones sinuosas de la cuerda, y magníficos los fortísimos.
El cuarto movimiento es donde Mahler utiliza el lied del Des Knaben Wunderhorn con la mezzo solista. La entrada de esta cambia radicalmente el clima, y Gerhild Romberger, con su voz con resonancias nasales, consiguió captar al oyente con su magnetismo y fraseo, consiguiendo bonitos detalles como el variar la segunda vez en la palabra ‘mensch’ y reflejar el mágico cambio de armonía en ese punto y, sobretodo, saber elevar la voz con la sensibilidad requerida en el importante salto de octava posterior y que marca, quizá, el punto de emoción mas culminante de todo el movimiento.
El quinto y último fue una sucesión de muy logrados solos de trombón, trompeta, trompa, maderas... con mención especial al famoso coral con el motivo del Dies Irae variado tocado por los cuatro trombones mas la tuba con estupenda afinación y sonido bello y mórbido. La media hora de movimiento llego a un verdadero clímax creado con sabiduría, y con momentos clave como la entrada de la soprano solista. Quien haya encargado la parte a Berna Perles, hay que agradecerle su tino porque la parte le va realmente bien, y la soprano respondió con su bello y rico timbre con dos bellos ascensos. En el dúo posterior con la mezzo, sorprendió por la corporeidad de su voz en el registro medio/bajo y su adaptación y buen entendimiento con la otra solista. La banda interna, tan importante en este movimiento, se acopló de muy buena manera en su estereofónica disposición, y el coro reguló con profesionalidad toda su intervención desde su pianísimo de entrada, hasta su impactante eclosión final.
Buena suerte Pablo González, y en especial buena suerte a nuestra Orquesta y Coro de RTVE, siempre demandantes y merecedores de mucha más atención. El relevo en su titularidad se podría haber hecho quizá de una mejor forma, en cualquier caso esperemos que las ventanas abiertas durante el último período se abran aun más de par de par, que se consiga impulsar una mayor demanda social y de público, y que la formación continúe creciendo sin sobresaltos y, ojalá, con bastantes mas apoyos. Suerte, muchísima suerte, de corazón.