Currentzis Ibercamera23 

Desde la torre de marfil

Barcelona 14 y 15/05/23. Palau de la Música Catalana y Auditori de Barcelona. Ciclo Palau 100. Obras de Obras de Strauss, Chaikovski y Mahler. MusicAeterna. Teodor Currentzis, dirección musical.

Nunca ha sido Teodor Currentzis (Atenas, 1972), un director al uso. Entiéndase al uso, con su arquetipo de convencionalismo etiquetado y etiquetable… No, el greco-ruso siempre ha querido escaparse, si se quiere, desde esa torre de marfil tan recurrida por los artistas que parecen observarnos desde otros mundos, con sus extravagancias, sus tics personales y, en definitiva, con su discurso artístico, que es el lenguaje propio del artista, que no el de la política, ese ya es otro cantar en el que separar o unir arte y política dependerá de cada artista.

Así las cosas, en medio de una situación política delicada y triste con la guerra de Ucrania invadida por Rusia de fondo, aquí Currentzis parece hablar desde el podio, y con un repertorio simbólico, reflexivo y crepuscular.

Último alumno del mismo maestro de Valery Gergiev, Iliá Musin, quien enseñó dirección orquestal también a maestros como Rudolf Barshai, Semión Bychkov, Tugán Sokhiev o Yuri Temirkánov, ¡ahí es nada!, Teodor Currentzis, al que hay que recordar trajo a España Gérard Mortier, desde su etapa de director artístico del Teatro Real, nunca deja indiferente.

Qué excitante, aunque lo de comparar siempre sea incómodo, poder disfrutar de la doble reciente visita de los Berliner con Kirill Petrenko en Barcelona, y contrastar con este doble visita de Currentzis y musicAeterna, qué sensaciones tan diferentes, y ¡qué grandes músicos en ambos casos!

 

Desde el Jardín de piedra

En su programa para el Palau de la Música Catalana, los musicAeterna, presentaron las Metamorfosis de Richard Strauss, en una primera parte y la Sinfonía número 6, en Si menor, op- 74, “Patética” de Chaikovski.

Concierto del Ciclo Palau 100, enmarcado en el Año Domènech y Muntaner, autor del Palau de la Música Catalana o el Hospital de Sant Pau, de quien se aprovechó esta interpretación de las Metamorfosis de Richard Strauss (estrenadas en 1946), como un simbólico acto de unión con la metamorfosis arquitectónica del Palau de la Música Catalana.

“Una metamorfosis donde la naturaleza toma el protagonismo creando un magnífico “Jardín de piedra”. Así acaba el pequeño artículo que abre el programa de mano del concierto, firmado por Lluís Domènech Girbau, bisnieto de Lluís Domèmech i Muntaner.

Los veintitrés instrumentos de cuerda para los que esta Metamorphosen de Strauss, una obra de apenas media hora de duración, sirvió para comprobar el excelente estado de forma de los instrumentistas de musicAeterna. Con uno de sus primeros violines al frente, seductor y sensible Dmitri Borodin, los músicos, que entraron y se sentaron en las gradas del escenario, incorporándose mientras la obra iba creciendo en número de ejecuntantes, fluyo con una profundidad y morbidez ejemplar. 

A pesar del contexto de la obra, escrita por un octogenario, cansado y tardío Richard Strauss, desilusionado por los desastres de la II Guerra Mundial, por la debacle artística que supuso la guerra, con la destrucción de teatros de ópera como los de Munich, Dresde o Berlín.

Unos hechos que hirieron profundamente el espíritu del compositor del Rosenkavalier, quien destiló en estas Metamorphosen la transformación de la vida cultural y artística de una nación que ve el final de una era, en una catarsis crepuscular y melancólica sin apenas visos de esperanza…

A pesar de este sino de la obra, Currentzis profundizó en una lectura de lirismo esperanzador, de energía renovadora, de brillante ejecución que buscó en la belleza de las cuerdas y su calidez interpretativa. Un rayo de ilusión, y seguramente de futuro musical triunfante del entorno socio-histórico y contextual desde el que fue creado.

¿No es esto también una declaración de intenciones? ¿No es esto también un posicionamiento? Currentzis dejó hablar a la música, con el lenguaje que le es propio y con unos músicos excelsos que iluminaron desde las cuerdas de sus arcos un futuro donde siempre hay esperanza.

Algo similar, y desde una estética de nuevo testamentaria y confesional, pasó con la catártica ejecución de la Sexta sinfonía chaikovskiana. Es cierto que Currentzis, con su característico gesto desde el podio, con sus músicos tocando de pie, con sus extravagancias en el uso de las dinámicas, en los forte extremos y en las filigranas sonoras que gusta exprimir al límite, desde el inicio del Adagio - Allegro non troppo, el greco-ruso no da tregua, ni quiso darla.

Su construcción del sonido siempre tiene algo de orgánico, desde la densidad y ligereza de las cuerdas, con un tremendismo trágico desde los metales,y siempre en contraste con el lirismo y ensoñación desde las maderas, Currentzis se rinde al dramatismo Chaikovskiano como un sumo sacerdote musical pero con alma de Rasputín. 

Si, de Rasputín, pues Currentzis gusta de mover energías desde el podio, de llevar al límite el discurso sonoro, como en el infernal ritmo que imprimió en los últimos compases del Allegro molto vivace…Ahí al greco-ruso parece que le puede la extravagancia de cara a la galería, casi como especulando con el sonido, le gusta bailar en el límite de un cordón que parece se vaya a romper en cualquier momento por el frenesí y la densidad.

Y sin embargo, que ejecución de musicAeterna, qué descaro y frescura de sonidos, qué energía y que profundidad emocional en un último Final. Adagio lamentoso, lleno de aristas, heridas y trascendencia. Magníficos el oboe, la flauta (con la barcelonesa Laura Pou, una de los cuatro excelentes solistas españoles miembros de la orquesta) o el fagot solistas, y qué delicada y sensual la concertino Olga Volkova.

Al final del concierto, el silencio y la explosión del publico puso la guinda de un pastel sonoro desafiante y excitante. Los abrazos entre los mismos miembros de la orquesta, felicitándose por la ejecución, como si de un equipo de fútbol se tratara, dio muestras de la complicidad, energía y entrega que dan cada uno de ellos y que tanto se encuentra a faltar en otras formaciones más decanas y eminentes.

 

Desde las profundidades del alma

En su concierto del día siguiente, esta vez en el Auditori, dentro del ciclo de Ibercamera, la novena de Mahler pareció nacer de las cenizas de la “Patética” de Chaikovski escuchada en el Palau de la Música Catalana. Un hilo invisible y también indivisible une a las dos obras, el adiós del compositor de El lago de los cisnes, y el ultimo aliento sinfónico del compositor del Das Lied von der Erde. Que gran experiencia vivir estas dos sinfonías en dos días seguidos por los musicAeterna y Currentzis.

Si con Chaikovsky, Currentzis hizo de Rasputín, para horror y fascinación de muchos, con Mahler, la sutileza de las profundidades abismales sinfónicas emergieron como una aparición. Qué suntuosidad desde los metales, que maravilla el sonido de la sección de la trompas, con el valenciano Jairo Gimeno al frente. Un sonido pleno, mayestático y denso que maravilló durante toda la sinfonía y que mereció una ovación unánime del público cuando Currentzis los hizo saludar en bloque delante de toda la orquesta.

Como hizo con justicia también con la flauta solista de Laura Pou, y los demás solistas de todas las secciones de vientos, maderas y metales. Currentzis será genio y figura, pero que poco se ve este gesto de hacer salir delante de la orquesta a sus secciones y que bonito gesto de agradecimiento y admiración por parte de su director titular.

Currentzis elevó la lectura de la novena al grado paroxístico de la experiencia estética desde una lectura profunda, de sonidos de extrema belleza lírica, apoyados en unas cuerdas flotantes, incisivas y pulposas.

El Rondo-Burleske fue expeditivo y atronador, pero desde el estruendo del alma que se reconoce en el espíritu de las sinfonías de juventud del Mahler explosivo y catártico. El Adagio final, fue una suspensión en el tiempo hacia el infinito. Las dinámicas exprimidas hasta lo infinitesimal, musicAeterna y Currentzis consiguieron crear un tempo cuántico, transfiguración y testamento. 

El público despertó de la catarsis renovado, excitado y agradecido. Qué pocas veces se viven energías simbióticas entre orquesta y público como las que generan estos artistas. De nuevo el arte como comunión, y el que lo vivió no lo olvidará.